Monday, December 11, 2006

Residir en Miami, resistir

Residir en Miami desde el pasado 31 de julio es resistir; resistir la espuria estupidez de los analistas y comentaristas políticos, la santurronería de los religiosos, los gritos y estertores de la jauría ventilando sus frustraciones, cerveza y pastelito de guayaba en mano. Desde el 31 de julio, Miami es un cuerpo de guardia y un cementerio, dando partes y preparando bóvedas. La “vocación” de Miami por la medicina y por los negocios de pompas fúnebres es tan legítima como su estolidez. Vamos, Miami es una metáfora (y quiero disculparme con esa bella palabra) que encierra, condensa, el carácter del exilio cubano, del exilio reaccionario, apátrida y desclasado. En realidad, residir en Miami siempre ha sido resistir, resistir el mal gusto, las mentiras y distorsiones más aberrantes de la realidad, la fealdad, en fin resistir la mierda.

Cuando en la noche del lunes 31 de julio, pasada las nueve, la televisión cubana dio a conocer una carta personal de Fidel Castro al pueblo cubano, leída por su ayudante, Carlos Valenciaga, en la que anunciaba su retiro temporal de las funciones de gobierno y estado ejercidas por él debido a una riesgosa intervención quirúrgica, Miami cayó en trance, se quitó el escaso y barato maquillaje de civilización al que se consagra cada mañana para disimular su rostro bárbaro y se retorció en una de las arterias esclerosadas de la ciudad, dizque “para celebrar la muerte del tirano”. Las más modernos y citadinos de nuestros analistas-comentaristas-activistas racionalizaron ese entusiasmo, quisieron disfrazarlo, “articularlo” dentro de un imposible discurso politiquero –nada hasta los más ilustrados meten baza.

Lo más irritante del Miami-propiedad-del-exilio-histórico es su demagogia –a falta de un discurso sólido y coherente, intercalan notas sin sentido, desafinan, olvidan la letra de lo que intentan cantar y, al final, todo es un jolgorio mal logrado, triste, en el que el pasado es un protagonista que lastra, retorcido. La demagogia de ese Miami aniquila la nostalgia; se encarama en un cajón de bacalao y con la mano izquierda escondida detrás, en la espalda y la derecha levantada hacia el cielo, pronuncia un discursito muy cursi, sin imaginación, que habla de la reconstrucción moral de Cuba y del desprendimiento de los exiliados. A la derecha del discursante, un clérigo, rosario en mano, los ojos entornados (¿será la claridad, la luz, lo que lo deslumbra?), musita plegarias por el regreso a esa década prodigiosa de los cincuenta (en Cuba) cuando el peso cubano estaba a la par del dólar y todo funcionaba a las mil maravillas.

Demagógico Miami, lugar de encuentro de lo más venal y más banal de la sociedad cubana, ha creado una especie de baba consustancial a su propia naturaleza que lo interesa todo, todas las partes del cuerpo social de la ciudad –el tan llevado y traído tejido social nunca a encontrado su ganchillo para (re)crear una unidad social imperfecta pero sana. Lo insano de la ciudad como entidad política se expresa en la ordinariez que acompaña la res pública: desde un festival callejero hasta una misa solemne, desde una exposición de arte hasta la inauguración de un evento deportivo, desde las planas culturales de los principales diarios de la ciudad hasta los eventos culturales, todo tiene ese toque ordinario, ajeno a todo buen gusto y sensatez, que debe distinguir a los sectores que marcan el ritmo (público) en las urbes modernas.

Miami es redimible, claro que sí. Sus hijos todos, de origen latinoamericano, haitiano, europeo, asiático, repensaran la ciudad desde sus afectos y complicidades con el espacio que les tocó en suerte y la purgaran de tanta bobería y tanta siniestra maquinación, y la re-inaugurarán a imagen y semejanza de sus sueños, aspiraciones y necesidades, y los cuentos de los abuelos serán la oralidad (tamizada) sobre la que se reinventa toda ciudad, todo asentamiento urbano. Para ese entonces los exiliados históricos serán objeto de cierto interés arqueológico, objetos apenas museables, memoria, eso sí, del lugar y Cuba será una isla al sur, a unas noventa millas náuticas, de donde llegaron en diferentes oleadas, algunos cientos de miles de personas naturales de allá debido a las contradicciones políticas y económicas generadas por una profunda revolución social que tuvo lugar en el año de 1959.

Friday, November 03, 2006

Tres pinceladas (tópicas) y otros brochazos políticos de Miami

I

La columna de Pablo

En una columna escrita por Pablo Alfonso y publicada en edición de domingo, el periodista nos cuenta cómo sucedieron los hechos que él mismo describe como “dolorosos, tenebrosos y tristes*”. Nos participa de la ironía (y suelta una frase memorable: “La historia tiene sus tiempos irónicos”) de que haya sido despedido cuando se cumplen años, veintisiete, de su llegada a los Estados Unidos “como refugiado político (…) Directamente desde las prisiones castristas donde había cumplido ocho años de una condena de 20 por conspirar contra los poderes del Estado''. Pedigrí completo, pura raza. Entonces, ¿cómo es posible que le acusen de que le paguen para que hable, teorice, escriba contra Castro y el castrismo y contra todo lo (o el) que se parezca?

Indignado, Pablo escribió una columna digna de superiores destinos y no una página El Nuevo Herald dominical. Me imagino esa columna parte de una antología de la oratoria republicana seleccionada y prologada por Carballido Rey o por H. Zumbado. Hay un momento en la columna en lo que lo lacrimógeno se asocia con lo gaseiforme y se produce un efecto rosa: “Yo pudiera aceptar los términos de esta susodicha ''amnistía'' que se nos ofrece para retornar a El Nuevo Herald. Pero llevaría por siempre en mi conciencia el estigma de un yugo impuesto por necesidades materiales, por una parte, y por la complacencia de lo ''política y comercialmente correcto'' por la otra. […] No nací ni he vivido hasta ahora para eso. Esta infamia que se publicó contra nosotros no debe terminar aquí. Requiere de la dirección de Miami Herald Media Company una declaración pública, una decisión editorial que deje bien claro, sin lugar a dudas, que mi credibilidad profesional, como periodista, está totalmente reconocida.” Entonces, un espectro me visita, un espectro en forma de doctora con uñas largas, un espectro que desde Costa Rica aseguraba que Fidel Castro tenía no sé qué cáncer en fase terminal y estaba a punto de morir, eso fue por allá por los noventa y pico, y este mismo Pablo desbordó su columna con las uñas de la doctora y aquello fue tremendo, y reportajes van y vienen, y la gente de la radio con su perenne micrófono abierto, y casi todos haciendo las maletas. Y entonces, entonces se descubrió que las uñas no eran de ninguna doctora, sino de una timadora profesional, enloquecida, que había hecho palidecer de envidia al mismísimo Lazarillo de Tormes con sus sonadas fortunas y adversidades. Entonces, Pablo, el ínclito e irreductible periodista, no dijo ni esta boca es mía, no pidió ni auxilio y se quedó calladito para ver si todo pasaba desapercibid y a “los lectores de esta columna de aquí, allá y acullá” y a “los entrañables colegas de la redacción de El Nuevo Herald”, que los fulmine un rayo. Así que le da una rabieta moral porque dicen públicamente que ha cobrado la friolera de $175, 000 en cinco años del contribuyente norteamericano por hablar mal de Fidel Castro, de la Revolución y de Cuba pero no le tembló el pulso cuando se dejó embaucar y embaucó a medio pueblo con una doctora que por ser falsa hasta las uñas las tenía también. Nada que San Nicolás también se exilió.

II

“Real Time with Hill Maher” o “Who is Ileana Ross-Lethinen”

Hace unas semanas me aburría frente al televisor y sintonicé distraídamente uno de los canales de HBO y vi, ¡oh sorpresa mediática! a Ileanita, como le dicen sus constituents, en compañía de dos prominentes republicanos, cuyos nombres se han extraviado en mi desgastada memoria, además del anfitrión, Bill Maher, y el actor Robin Williams. Hasta ahí, curioso nada más. Me puse a escuchar con un poco más de atención cuando Robin Williams le dijo a la representante federal cubano-americana, Ileana Ross-Lethinen, que esa noche ella se había ganado el voto de los homosexuales a lo cual ella respondió con la sonrisa siempre pálida, siempre dulce, de un care bear.

Entonces si que me interesó ese talk show. ¿Qué Ileanita, la siempre conservadora, se ganará el favor hecho voto de las lesbianas y de los gays? Cosas de la vi(d)a electoral. Seguí escuchando, ahora con embullo, a lo mejor se apeaba con algo contra el embargo o contra la actual política de regulaciones de viajes de los EE. UU hacia Cuba. Quién sabe. Después de mostrar sus simpatías y comprensión hacia la comunidad homosexual, cualquier cosa es posible. Además, tanto Bill Maher como Robin Williams dijeron pestes de George W. Bush, se burlaron de él, lo cocinaron a base de chistes y descalificaciones, y ella reía, se carcajeaba de lo lindo, y movía su cabecita como diciendo “qué gente esta”.

Dos comunidades, dos discursos. Hacia la comunidad cubana: uno bien duro, sin sonrisas, como de duelo siempre, con la cara contrita y la palabra libertad usada como interjección evangélica. Ser republicanos, conservadores y católicos, asistir a misa dominical, ayudar a los exiliados siempre que reciten el credo anticastrista (compuesto por Monseñor Román y ratificado por la cofradía de líderes espirituales del exilio), repartir el tiempo entre un desembarco imaginario y un micrófono abierto, esas son algunas de las contraseñas del verdadero exiliado, del exiliado histórico, del exiliado que representa tan dignamente Ileanita en el Congreso federal. Quisiera saber qué dirían sus votantes si la ven en ese programa de televisión. Pero ella, consumada y astuta política, sabe que sus votantes no saben inglés, por lo general, y que no ven televisión por cable porque no les alcanza lo que le da el social security ¡y las medicinas están muy caras, mi’ja! Hacia la comunidad anglo, se pueden hacer algunas condescendencias, al final, ellos son los dueños de la plaza; tienen, piensa Ileanita, una mente más abierta, menos acomplejada. Y así nuestra combativa representante federal se presentó en la televisión americana, abierta, desacomplejada y hasta con cierto sentido del humor. (Si los compañeros de la Mesa Redonda la ven, hasta la podrían felicitar). Toda esa seriedad y contrición, ese apego a las tradiciones democráticas, ese perfumado trasiego de rostros equívocos, de bondades como sonrisas efímeras, no son más que entelequias para mantener anestesiado a este cuerpo desgajado que caduca entre el analfabetismo político, la falta de imaginación y la contumacia.

III

Otros brochazos

· Hace casi un mes una radio emisora de Miami, WQBA –que ha pasado de ser La Cubanísima a La Voz de Miami-, y que en su vida de cuarenta años ha tenido como locutores a lo que más vale y brilla de la sociedad de la comunidad radiofónica exiliada, dio un notición de última hora en la voz de su más amarillo presentador de noticias, Daniel Torres, con su acostumbrado bocadillo de “la única emisora de Miami (…) con precisión y detalles”. Según Torres, una de las últimas joyitas de la prensa exiliada, mil doscientos médicos cubanos destacados en Bolivia habían pedido asilo político (todavía oigo esa musiquita de fondo en las noticias de última hora, como un martilleo regular: tara ta, tan, tara ta, tan), lo cual resultó falso a la postre. Pero nada de disculpas, ni de rectificaciones. Lo dejaron todo así, como si nada. Total se alimentó la fantasía anticastrista de una deserción masiva de los esclavos de la isla (huevos a la anticastrista) y nadie resultó lesionado. ¿Qué la verdad, la realidad? y ¿quién le preocupa eso?

· Estamos a una semana de las elecciones legislativas de noviembre (2006). Hay que oír la radio de por acá: babaliconería en bandeja: del peor gusto a la mentira mas flagrante. Hombres y mujeres dedicados y entregados a servir el prójimo, buenos muchachos, chicas bien casadas, incansables y honestos servidores públicos son algunas de las lindezas que se auto-dedican estos apóstoles de la democracia. Estoy por comunicarme con el Prefecto del dicasterio romano que tiene que ver con la introducción de causas de canonizaciones y comunicarle la gran cantidad de candidatos que bien pudieran merecer que les echen una ojeadita; Benedicto XIV no sabe el enjundioso traspatio de santos y beatas que tiene en Miami. (No hay más que escuchar a Radio Paz y a su director el cute P. Alberto Cutie –seguro que si lee este comentario exclama entre patético y comprensivo, “Si hablaron mal de Nuestro Señor…” y deja escapar un largo suspiro mientras que a su mano derecha se le dibuja una bendición con dedos caídos y todo).

· Un artista norteamericano -cuyo nombre me interesa aprenderlo menos que aprender a pronunciar correctamente, en inglés, Popeye- acaba de concederle al exilio cubano en la persona del denodado luchador anticastrista Carlucho una estatua de Fidel Castro para que la incineren –una vez más, ni siquiera imaginación simbólica tienen. Resulta que este artista esculpió la estatua de Fidel para que los residentes de Harlem la expusieran en el Parque Central de Nueva York y honrar así al presidente cubano como campeón de los derechos civiles (idea que no me satisface, no porque crea que Fidel Castro no merece reconocimientos, sino porque me disgusta esa cosa americana de campeón de esto, campeón de lo otro, una suerte de infantilismo que lo recorre todo, lo vulgariza todo). Carlucho -quien reveló que ésta había su primera experiencia de democracia, aleluya, gloria a Dios- micrófono en mano inició esta cruzada, con su vocecita atropellada, concitando a sus oyentes a llamar y éstos llamaban y explotaban en llanto o en insultos que para cierto tipo de cubano es lo mismo cuando se refieren al país donde nacieron. Y el artista norteamericano, conmovido, quiere que incineren su obra en Miami. Para él es un final glorioso: su obra en llamas, un performance en sí mismo. Para los cubanos de Miami otra escenita de celo patriótico, otra perreta.

Wednesday, October 04, 2006

Dos coincidencias cubanas y una perogrullada


Coincidencia primera


Ayer dos de octubre (2006) me entretuve leyendo en La Jiribilla, revista digital cubana, algunos de los trabajos sobre Bola de Nieve, Ignacio Villa, que conforman el dossier de esta edición. El texto de Sigfredo Ariel, “El sonido Bola de Nieve”, escrito con llaneza pero sin chatura, con simpleza pero sin ramplonería, devela fechas, eventos, anécdotas, de y sobre Bola de Nieve que hacen de su escrito uno de lectura interesante y fácil.

Hacia el final del artículo, Ariel escribe de un modo sencillo pero convincente que “El 2 de octubre, durante el sueño, en casa de unos amigos mexicanos, Bola de Nieve dejó de respirar”. En previas oraciones, Sigfredo nos dice que “Como otros años, ofrece su recital de medianoche en vísperas del 26 de julio del 71 en el antiguo Auditorium —ahora Amadeo Roldán— y el 20 de agosto en el mismo teatro participa en un homenaje a Rita Montaner.”, lo cual quiere decir que ese mismo año, 1971, pero con fecha dos de octubre, Bola de Nieve, nacido Ignacio Villa en Guanabacoa, cercanía de La Habana, en medio de la noche mexicana, fue visitado por la siempre esperada, siempre inusitada, muerte. Ayer mientras leía a Sigfredo Ariel, dos de octubre de 2006, Bola y lo eterno, al menos en la memoria, la única forma de eternidad probable, cumplían treinta y cinco años de mutuo encuentro.

No puedo recordar a Bola de Nieve. No pude haber asistido a ninguno de sus conciertos ni a sus descargas en el Monseñor. No puedo incluso haberlo visto en televisión, pues para esa fecha en mi casa no había ninguno. Pero tengo la gratísima impresión de haberlo visto muchas veces; crecí, creo, con su presencia como algo casi cotidiano; su rostro aniñado y su sonrisa son parte de las imágenes de mi infancia. Recuerdo, y esto sí con bastante exactitud, un documental de un Noticiero ICAIC Latinoamericano sobre él, el Bola, Ignacio, de la villa de Guanabacoa.


Coincidencia segunda


También ayer, más tarde, en Barnes & Nobles, en un acceso de consumismo irrefrenable, compré una edición corregida y aumentada, según anunciaba una cinta roja alrededor de la carátula, de “Mea Cuba”, la colección de artículos y ensayos que el difunto Infante, Guillermo Cabrera, escritor cubano residenciado en Londres, publicara por primera vez en el año 1992. Esta edición, de 1999, tiene nuevos escritos del prestidigitador que convirtió el habla urbana de La Habana en un idioma literario; nuevos textos, nuevos ensayos, viejos resabios, el mismo encono. Una respetable edición ésta, sencilla, sin pretensiones.

Resulta que, ya en casa, repaso el libro para tratar de identificar los textos añadidos y me encuentro uno, muy corto, el último del libro, un párrafo intitulado “Mi fin es mi principio” en el que se lee una inverosímil, pero bella declaración de amor “Todos llevamos a Cuba dentro como una música inaudita”. (Inverosímil por lo de música inaudita). Muy al comienzo del libro se lee en “Éxodo”, esta vez un párrafo de una sola oración, puntual ella, que obra la coincidencia, “Salí de Cuba el 3 de octubre [un día como hoy, pero aquella vez] de 1965.

Leí a Guillermo Cabrera Infante estando ya fuera de Cuba, como corresponde. Primero, exiliado, los funcionarios de la Cultura no lo publicaban. Después, no quiso que lo publicaran. Así que la única manera es leerlo fuera de Cuba o de contrabando -él disfrutaba ambas. La lectura de “Tres Tristes Tigres” y “La Habana para un Infante difunto” son un reflejo, una mirada hacia atrás a una geografía cercana, a un pasado lejano. Su obra fue uno de los dibujos más detallados y escrupulosos de la vida en una época determinada, de la relación de un individuo y una ciudad. Amó tanto a Cuba que se entregó, por completo, a La Habana, porque lo que sentía Guillermo Cabrera Infante por Cuba era una pasión habanera.


Una perogrullada


El día de la Patrona de Cuba unos cuantos periodistas de Miami amanecieron con su nombre pegados, a las malas, en los periódicos. Periodistas de origen cubano de Miami fueron denunciados por recibir pagos del Gobierno norteamericano mientras ejercían como profesionales en diversos medios de prensa del sur de la Florida. El caso más discutido fue el de tres periodistas de “El Nuevo Herald”, Pablo Alfonso, Wilfredo Cancio Isla y Olga Connor. Los administradores de ese periódico y de “The Miami Herald” hablaron de ética periodística, conflicto de intereses, independencia de las instancias de gobierno, y atajo más de las “verdades de la prensa libre”.

Para que la incidental cubana no faltara se insinúo que el gobierno cubano estaba detrás de esos despidos, de esa campaña difamatoria, porque en un programa de la “Mesa Redonda” de la televisión cubana, el periodista de institución, Reinaldo Taladrid, cuestionó que algunos periodistas del Miami cubano estaban recibiendo pagos de agencias gubernamentales norteamericanas. (Esto a propósito de la última gran aventura del gran Cao cuando Fidel Castro visitaba la Argentina para asistir a una reunión del MERCOSUR. El intrépido y sagaz Cao increpó a Fidel sobre la retención en Cuba de la Dr. Hilda Molina y Fidel le preguntó quién lo pagaba a él para hacer esas cosas. Se indignó Cao. Dice Cao que a él no le paga nadie. Será que trabaja de gratis y con donaciones privadas financia sus viajes y reportajes.) Taladrid dijo algo como que si investigaran un poco verían cómo algunos periodistas de Miami reciben dinero de agencias federales, etc. Días después vendría el artículo de los periódicos “The Miami Herald” y de “El Nuevo Herald” y el consiguiente despido de los periodistas antes mencionados, entre otros hasta la cifra de diez.

Pablo Alfonso y Wilfredo Cancio Isla son de los mejores periodistas del periódico en español de la ciudad de Miami, dicho así sin sorna y en breve. Me sorprendió que acusaran a tan populares personas del ambiente cubano de Miami de hacer algo escondido, secreto, en contra de las normas establecidas por sus empleadores. Regularmente, las normas en Miami se rompen a la luz, clara y armoniosa, del día o, si es de noche, entre las luces veladas y románticas de los restaurantes de Coral Gables. ¿Qué los periodistas en Miami son pagados para que hablen mal de Cuba, del gobierno cubano, de la Revolución? Nada más alejado de la estricta verdad. (Taladrid quiso medir a los profesionales de Miami con las normas del periodismo de los EE. UU. ¿Es que no se ha enterado Taladrid que Miami es un lugar muy especial de los EE. UU.?)

Aquí, en Miami, en la capital del exilio, se habla y se escribe mal de Cuba, del gobierno cubano y de la revolución de gratis, pro bono como los abogados en el caso de Elían González. (Curiosamente uno de ellos fue elegido alcalde Miami y se ha hecho millonario con el negocio de los bienes raíces y las constructoras y todo ese sólido negocio que esta cambiando a Miami).

En Miami, la vocación anti-castrista es connatural a su ciudadanía. o al menos se asume eso. Usted no está pagado por el gobierno de los EE. UU., no. Usted está luchando por la libertad de Cuba. Usted puede escribir en el periódico local siempre y cuando su pensamiento y escritura coincidan con el sentimiento de “las víctimas de Castro y del comunismo”; Ud. puede inscribir un non-profit corporation y montar una oficinita de ayuda a la oposición interna y le llegaran fondos del gobierno para pagar salarios, costos, alquiler, envíos de materiales y dinero a Cuba, llamadas telefónicas, viajes, desayunos, almuerzos y cenas ¡de trabajo!, telefonía móvil, autos, gasolina, seguro y otras cositas.


Esto ha sido una opereta de mal gusto, un sainete que deja al descubierto cómo es la cobertura noticiosa, y de opinión, con respecto a Cuba en Miami. Es de común dominio que los invitados de Radio y TV Martí son pagados por sus intervenciones. La ecuación es al contrario. Uno puede trabajar para un medio noticioso cualquiera, publicar artículos como colaborador contratado o de manera independiente, en una simple oración: Ud. puede ser periodista en Miami si se atiene estrictamente a la doxa dominante, si repite ciertos slogans, si no cuestiona aspectos fundamentales del modus vivendis et operandis del exilio, si mantiene sus narices alejada de ciertos asuntos, de hacer ciertos análisis, de contar ciertos cuentos. Un periodista en Miami es un vocero de la “comunidad cubana”. Después que cumple con todo esos requisitos, usted es un periodista o alguien publicable e, incluso, invitarle a Radio o TV Martí y le mandan un chequecito del departamento de Estado. No. Usted no ha sido pagado por el gobierno de los EE. UU. El gobierno de los EE. UU escoge a sus invitados y a quién le da su dinero.

Me alegro que dos buenos periodistas estén de nuevo en “El Nuevo Herald”. El periódico puede mejorar su cobertura ahora que ciertas presiones se han liberados. (Hay un columnista que está diciendo cosas atrevidas; había otro que las decía pero se cansó, o lo cansaron. Veremos qué pasa.) Quizás ahora sigan invitando a correligionarios de causa a comparecer en Radio y TV Martí pero no le paguen. El negocio en torno a la problemática cubana en Miami es prospero, éste ha sido un percance menor.

En Cuba, no deben temer: en Miami los periodistas son rehenes de ellos mismos; son víctimas de sus circunstancias históricas, materiales. Nunca escribirán la verdad, ni de Cuba ni de Miami. La verdad no es negocio, no da. En Cuba, la verdad tiene un costo social. O lo que usted cree que es la verdad y querer decirla, o escribirla, tiene un costo social. La entereza y la honradez le animan a vivir con su verdad allí o a irse con ella. En Miami, la verdad no tiene costo social alguno, tiene precio y con ese precio usted vive o no. Y ni la entereza ni la honradez le ayudan a pagar sus cuentas.

Wednesday, September 20, 2006

Resumen de verano (casi en otoño)

A principios de los años ochenta tuve una catequista que nos decía, cada vez que iban a comenzar las vacaciones de verano, que el verano de los cuerpos era el invierno de las almas. Sobrada razón. Ni siquiera he sentido ese escozor en las manos que se siente cuando aprieta el deseo de escribir. Mi auto prometido comentario semanal se ha ido a bolina este verano. Pero K está de vuelta, paulinamente consciente de que hace lo que no quiere y deja de hacer lo que quiere; el binario ignaciano, Freud mediante.



A un año del paso del huracán que desbarató una ciudad, New Orleáns, la administración Bush hace cada vez más patente su incapacidad para administrar, gobernar la nación: los más desfavorecidos están en una situación de desespero, los más vulnerables están más al descubierto, la parte de la población que necesita de la intervención de las autoridades federales y estatales para paliar sus ya extensas penurias y agonías está abandonada. La administración Bush no administra, engulle todo posible privilegio y ventaja que encuentra a su paso para consumo suyo y de sus conspicuos asociados –ellos todos pueden ser acusados de peculado, de infligir lesiones duraderas en el destino de los habitantes de este país.

Mas la susodicha administración también ha jugado su papelazo en el escenario internacional. Debe ser reconocido de una vez que este país nació, creció y va a morir, historia mediante, sin vocación para ese tipo de escenario, sin aptitud ninguna para actuar en el escenario y concierto universal de las naciones, los estados y la cultura, ni siquiera como primus inter pares. El imperialismo norteamericano es expresión de la brutalidad y la codicia en su estado puro, de ese imperialismo no quedará siquiera una pretendida y discutible huella cultural, como ha sucedido en el pasado con otros de su misma intención y calaña. El más reciente descalabro de estos imperialistas de pacotilla fue en el Medio Oriente. El estado sionista agredió al Líbano. Su intención era desbaratar ese estado, debilitar a sus autoridades, asegurarlo como punta de lanza de la política regional del imperialismo norteamericano. La administración Bush siendo consecuente con su proverbial desfachatez, admitió que no presionaría a las autoridades sionistas para que cesara su indiscriminado y desproporcionado bombardeo del Líbano. La cortesana Europa, al final, logró convencer al mandamás para que respaldará una resolución de la ONU, escasa cierto pero necesaria, para evitar más muerte y destrucción en ese pequeño y sufrido país. Aún después del alto al fuego, el ejército sionista ha bombardeado al Líbano dizque para evitar el reabastecimiento militar de las guerrillas de Hezbolá. Me pregunto qué pasaría si los libaneses abrieran fuego contra los aviones o barcos norteamericanos que suplen al estado y al ejército sionistas de recursos y medios militares que lo hacen ser una potencia de vitrina pero peligrosísima para la paz en esa abatida región del planeta. Los objetivos políticos y militares del imperialismo norteamericano y del estado sionista no se cumplieron –Hezbolá y la resistencia libanesa resultaron tenaces y el gobierno de ese país, aunque debilitado, no se desmoralizó. Otro fiasco más de estos aprendices de imperialistas con una desenfrenada vocación ranchera.



No sé si fue la noticia más importante del momento, o si The New York Times le hizo el regalo de su primerísima plana, sucedáneo letal de la realidad, o si a muchos le interesó o no. No sé. Pero el 31 de julio de este húmedo y raro verano, pasadas las nueve de la noche, el jefe de despacho del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz anunció la delegación temporal de los poderes de éste como jefe militar, de estado y de gobierno de la República de Cuba a siete altos funcionarios del gobierno cubano. Esta delegación de poderes, prevista en la Constitución cubana, y el anuncio de un grave padecimiento gastrointestinal de Fidel Castro cambiaron la percepción y la prospectiva sobre la realidad cubana o, al menos, deben haber cambiado.



Hace más de un mes que Cuba funciona sin la presencia en los asuntos de gobierno sin Fidel Castro. Se ha visto a un Fidel Castro convaleciente, primero. Después ese mismo Fidel ganando en vigor y capacidad de gobierno. Los cubanos han visto a quien suponían invulnerable, enfermar y recuperarse y, lo más importante, la dimensión humana de Fidel reivindicada frente a tantos esfuerzos de sus enemigos por endiosarlo y otorgarle más poderes de los que, históricamente, ha adquirido. Han tratado de endiosarlo para justificar sus fracasos, para endulzar un poco, aunque sea, la amargura de su intrascendencia y miopía.

Un verano tortuoso para los bullangueros de Miami y sus afiliados de la diáspora, el exilio (de terciopelo gastado). El casi cadáver que quisieron, ha vulnerado sus espejismos, los ha desnudado en sus pasiones más bajas e inacabadas y, para sorpresa y desasosiego, aún persiste, fantasma de Hamlet redivivo, para recordarles, martianamente, que la muerte es mentira cuando se ha cumplido bien la obra de la vida. Vergüenza y decoro, en una sencillísima palabra, ética de la que siempre han carecido.

Los observadores y estudiosos, lo scholars y los encuestadores, los periodistas y los intelectuales, todos deben haber aprendido la lección: Cuba sin Fidel es posible, la obra de la Revolución no morirá con Fidel, el pueblo no tiene aspiraciones de “liberarse” según la receta de los “demócratas”, hay estabilidad en el país, funcionan sus instituciones de gobierno y e todo tipo, Fidel es querido y respetado. ¿Aprenderán eso? ¿Dejaran entrar en sus sesudas ecuaciones tan sencillas verdades? Creo que no. La soberbia y la rectitud de de juicio no hace buenas migas.

Un [mal] día morirá Fidel. Lamentablemente. Como moriremos cada uno de los que hoy vivimos. ¿Cómo le haremos frente a ese inevitable acontecimiento? Si tenemos el corazón recomido de odio y de resentimiento, de frustraciones y deseos impotentes, en fin, un corazón impío, por más que lo disfracemos de incienso o de inteligentes y jocosas frases, moriremos sin paz ni gracia, siquiera sin ese calmado desconsuelo que tienen los que no han sido asistido, en este valle de lágrimas, por el regalo de la fe pero han vivido rectamente, de acuerdo a su conciencia. Un [mal] día morirá Fidel. Pero lo importante es saber que él simboliza la Revolución pero no la cifra, no la reduce a su estatura humana. Los que odia a Fidel y saltan, bulliciosos, no odian a Fidel, y no lo saben, –lo necesitan, y mucho. Realmente odian un orden social, una nueva reordenación social en la que los valores éticos que la humanidad ha hecho propios son necesarios e imprescindibles para sobrevivir como especie, para vivir como seres humanos, llamados a la solidaridad, la paz, el respeto, la generosidad.



El verano despuntaba caliente, en llamas. Un ex directivo de la (verdadera) Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), Llamas de apellido para más señas, “se botó, [literalmente], para el solar”. Se paró en algunas esquinas mayameras y comenzó a repartir volantes en los que acusaba a sus amigos “fundadores” de estafarle la friolera de un millón no sé cuántos miles de dólares, durante una operación militar montada a principios de los años noventa para acelerar “la caída de Castro”.

La FNCA juró y perjuró su compromiso por una salida no violenta, política, a lo que llamaban “el problema de Cuba”. El ahora difunto chairman, y todo su entourage, habían cambiado las guerreras militares por el cuello y la corbata, los pantanos de los Everglades por los pasillos del Congreso en Washington, incluso el chairman aceptó una diatriba de mentiras contra un hombre [de La Habana] televisado. Cuando las autoridades cubanas acusaban a la FNCA de terrorista, de organizar un grupo paramilitar para cometer acciones violentas contra objetivos civiles, económicos y militares de la isla, el chairman se rasgaba las vestiduras, chillaba, maldecía, daba puñetazos (que sonaban huecos a causa de la mala factura de los muebles en la ciudad), profería amenazas develadas “contra Castro y sus espías de Miami” y terminaba asegurando que los verdaderos terroristas estaban en La Habana. (Quizás se refería a los del team infiltrados por órdenes de Santiago Álvarez que pensaban volar el Tropicana a la hora del show). Ellos, los fundadores, impolutos en sus guayaberas blancas de hilo y sus pantalones gris hacendado, estaban comprometidos con las acciones de tipo político, las presiones económicas norteamericanas para asfixiar al régimen, el cabildeo, aunque no desautorizaban, ni criticaban a “ningún cubano digno” que decidiera tomar las armas. ¡Qué buenos muchachitos!

Pues, resulta que uno de los más cercanos colaboradores, arruinado, por los empréstitos que hizo a fin de comprar las armas y los medios necesarios para el brazo armado, y secreto, de la Fundación ha confirmado las denuncias del gobierno cubano: la FNCA, al menos aquella FNCA, era un grupo terrorista, que alentó y pagó acciones terroristas y subversivas, que se disfrazó de oveja pero no pudo ocultar por mucho tiempo sus colmillos.



Quedan muchas otras noticias por comentar. Pero no se trata de establecer un record de todos los eventos veraniegos, sino de resumir esos meses de ausencia, anotando los que considero más relevantes. Es éste un texto de respiración entrecortada, fragmentado en su concepción y en su desarrollo, expositivo en su forma y, deliberadamente, agresivo en su contenido; quizás para espabilarme de la decadente (pero deliciosa) somnolencia estival, quizás para espantar la sombra de conformismo que amenaza con arrebatarnos la lucidez. En todo caso, el verano está llegando a su fin y la recta final de este año comienza. Hay signos, augurios, evocando cielos nuevos, tierras nuevas desde este enjambre de estupor y estulticia que insisten en llaman realidad global.

Sunday, June 11, 2006

Para un amigo y lector

Un buen amigo, quizás mi único lector, al menos el más dedicado, me urgido, retado debo escribir, a que escriba un texto sobre las recientes elecciones peruanas. Hay mala leche ahí: este amigo quiere que exponga de manera concienzuda por qué Humala perdió o, dicho all the way around, por qué la derecha votó por Alan Garcia. Bueno, he ahí la respuesta: la derecha no es suicida y saben muy bien que con Alan se puede negociar. Mas, antes de continuar con el tema quisiera, querido amigo y lector, me permitiera una digresión.

[Antes de sentarme a escribir este texto quise saber sobre la realidad y sintonicé CNN (todo el mundo sabe que CNN es la realidad y Fox News su alternativa). La noticia primera en el informativo del mediodía era que los mercados de valores se habían disparado, porque Abu el Zarkawi había muerto en un ataque de la aviación norteamericana. Así de fácil funciona la economía del país más poderoso del planeta: muere un hombre y mejoran las cosas. Si no fuera por lo serio y complicado del problema movería a risa semejante muestra de irracionalidad e infantilismo. Un país de instituciones, de complicadas operaciones económicas, de seriesísimos tipos que manejan multimillonarias sumas de dinero, descansa sobre sensacionalismos tan opacos y triviales que asusta; asusta que el destino de la humanidad esté, de una manera u otra, conectado con lo que estos individuos se les antoje decir o hacer. Han envenenado a tal punto la realidad que se hace difícil dilucidar si nos movemos y existimos en un barato decorado de Broadway o en un plató de Hollywood.]

Volviendo a las elecciones peruanas. Hay poco que añadir al tema: la formación política de Humala es la bancada mayor en el Congreso del país, así que legislativamente vistas, las elecciones son de los seguidores de Humala. Alan Garcia tiene que decidir si gobierna en concierto con ellos o busca alianza con la derecha y otros partidos minoritarios para gobernar; la alianza que se forme va definir la gobernabilidad del país. La elección de Alan refleja el miedo de la derecha, algo así como si los prelados católicos admitieran que el celibato no está reñido con el sacerdocio ministerial, que las mujeres pueden ser presbíteras y que las prácticas abortivas no son de suyo opuestas a las enseñanzas de la Iglesia para ganar feligresía. El presidente electo Garcia es, Dios lo quiera así, el último respingo de una burguesía tan opresiva, discriminatoria y rapaz como todas las burguesías pero ésta con el elemento adicional que se ha creado sobre el dolor y el olvido de millones de indígenas.

Lo que logró Humala y su partido en poco más de un año, si acaso, de gestión política coordinada es ganancia: ningún observador serio pondría en duda esto. Unir cientos de miles de voluntades políticas diezmadas por siglos de explotación y de mentira, coordinarlos en un movimiento patriótico y revolucionario, convocarlos a creer que usando las débiles herramientas de esta democracia soliviantada por el dinero y la corrupción se puede acceder al cambio social, “justo y necesario”, y ganando la más importante cuota de curules en el cuerpo legislativo del país es una victoria inmensa. No debemos olvidar cuánto hubo de esperar Lula en Brasil para ganar una presidencial y Evo en Bolivia también. Hay que espera a ver como Alan se decide a gobernar: si con la derecha el país se va a volver ingobernable y de ahí a elecciones adelantadas no hay más que un mínimo paso; sin con las fuerzas del cambio, las de Humala, se habrá puesto en movimiento algo que nada podrá detener y es el acceso de los desposeídos a ser sujetos de su propia historia. Ollanta Humala debe seguir preparándose para ejercer un liderazgo más efectivo y viable, debe continuar profundizando su conciencia revolucionaria despojándola de toda esquirla contraproducente, debe trabajar duro en la organización de un aparato político legítimo y capaz.

La revolución, caro amigo y lector, no es un problema de marketing, nace de necesidades históricas que las contigencias no pueden socavar. La muerte es pérdida en el horizonte del marketing, a veces es ganacias como la de al Zarkawi ha mostrado. La muerte en el horizonte de las revoluciones no es pérdida ni ganancia es, cuando se ha cumplido bien la obra de la vida, mentira. Así que el hombrecito de paja que la derecha peruana se ha construído puede que resulte su enterrador inmediato, puede que no, pero ya no hay viabilidad política para ellos a no ser que acudan a sus más ilustres aliados, la violencia y la mentira.

Thursday, May 18, 2006

Nota de lectura (II)

En el número de Babelia, suplemento cultural de El País, correspondiente al sábado 21 de junio de este año (2003) apareció lo que los editores del magazine literario dieron en llamar un “extracto de la introducción de Thomas Pynchon a la nueva edición de 1984 (…), publicada recientemente en la colección Fiftieth Anniversary Plume, de las ediciones Penguin.” 1984 escrita por George Orwell y publicada a fines de los años cuarenta ha sido considerado un texto anticomunista. Lo importante es que lo publicado en Babelia refleja la opinión de un autor norteamericano, que por muchas razones, puede considerarse un outsider, alguien que está al margen de las instituciones y de las corrientes intelectuales de moda. Thomas Pynchon, autor de novelas y artículos, autor para pocos lectores, autor que conoce su país y la sociedad de éste con sutileza y en profundidad, apunta una serie de ideas que son de una importancia extrema para los que vivimos en Estados Unidos.

Thomas Pynchon comienza por señalar algo que la mayoría de los entendidos en literatura ya saben, que 1984 no es una novela sobre los regímenes comunistas de Europa oriental, que ésta no es una novela que sigue a Rebelión en la granja, temáticamente hablando, sino que con esta novela el autor aspiró a reflejar su visión de la sociedad futura, sin que el signo político fuera lo más importante, sino las condiciones en que el ser humano estaba predestinado a vivir en el futuro si las maquinarias de poder se salían con la suya de ningunear al ciudadano en virtud de la acumulación desenfrenada de riqueza y la dosis de impunidad que ella crea. Parece como si George Orwell, comenta Pynchon, previera estos días nefastos que vivimos en que un grupito de halcones enloquecidos ha puesto al mundo a bailar con su desentonada música.

Hay un tema que Thomas Pynchon pone a consideración del lector: el fascismo. Ese monstruo, que tanto ha preocupado a pensadores y políticos durante buena parte del siglo veinte, está vigente, es actual, contemporáneo, y si se disfrazó de antisemita en la Alemania de los años treinta y cuarenta, desatando una guerra horrorosa, hoy se viste de defensor los “amenazados” valores de la democracia y ve enemigos en cualquier lugar. La visión exclusivista que la modernidad introdujo prevalece hoy más que nunca. Donde antes las diferencias culturales se consideraban riquezas, hoy son inaguantables torpezas antidemocráticas. El mundo, según esta superstición, tiene que ser ajustado a las recetas del Occidente cristiano que ha dejado bien atrás sus supercherías y demagogias hasta convertirse en el paradigma único de “supervivencia”.

El fascismo, como orden de cosas que privilegia lo virtual sobre lo real, resulta de la visión más alucinada y adocenada del sector más retrógrado de la burguesía. El fascismo es totalitario per se y se propone “universalizar” ese orden de cosas en aras de hacer más efectivo el control de las riquezas y de los medios para producirlas. El mundo que supuestamente dejó atrás la “guerra fría”, se ha adentrado en uno que repta en la sombra y confunde la paz con la aquiescencia de todos para con uno, obedecer sin resquicios.

El fundamentalismo cristiano como factor ideológico de punta: ese es el fascismo a que asistimos hoy. El fascismo como aproximación a lo temperadamente gris del conocimiento vacío de pasión y de crítica. No es posible pensar, consigna el fascismo, ni siquiera vivir con la esperanza de regurgitar algo propio: una ácida, amarillenta, secreción de adentro. El mundo que presenta el fascismo es uno muy colorido, joven, sensual y exitoso: no hay espacio para lo antiguo, lo que acumula tiempo y pasión. Ese es el mundo que se propone diseñar el mundo corporativo transnacional, los intereses que se anudan una corbata al cuello y abren sus computadoras portátiles en vuelos de primera clase para seguir el “desarrollo” de las acciones en Wall Street. No queda otro remedio que pensar de nuevo a Dimitrov, “el fascismo es la dictadura del capital financiero internacional”, para entender cómo se alzado con todo el poder y toda la mentira un sector de la burguesía norteamericana desprovisto de la más ligera noción ética.

Thomas Pynchon, so pretexto de un ensayo que sirviera de introducción a 1984, desnuda la sociedad de hoy y advierte al lector-que-piensa-mientras-lee de la semejanza entre lo descrito por Orwell en su premonitoria novela y las realidades políticas y sociales en las que el ciudadano de hoy está inmerso. Las tecnologías de la información y de la comunicación no han hecho otra cosa que aislar al hombre, reducirlo a una soledad de animal unicelular. Romper todo vínculo social, toda solidaridad, es la meta primera y exclusiva del fascismo de hoy. Destejer el tejido social es la obsesión de los facinerosos que hoy tratan de modelar el rostro de los Estados Unidos y del resto del mundo.

La ciudadanía norteamericana está amenazada de muerte cívica. El síntoma no puede ser más definido y la prognosis de la sociedad norteamericana y, por ende del resto de la sociedad occidental, indica que la postración y el pánico serán los estados habituales en que viviremos. Será, entonces, más fácil controlarnos y hacer que decidamos comprar toda suerte de gadgets que el mercado nos ofrezca. La fuerza y la seguridad que provee el ser propietario virtual de algo que no tiene importancia es vital para este orden de cosas que asesina lo real y lo simbólico para la que la vida humana transcurra en el mundo de los fantasmas y de las semejanzas. Muerto el vínculo social y aniquilado el sentido humano de pertenencia a un género, la ciudadanía desaparece para que surja lo que con temor (y temblor, apunto yo recordando a Kiekergaard) Orwell describiera en 1984.

Mas el sector que provoca que este estado de cosas no está por encima de la humanidad, no es inmune a su propio veneno. Ese sector cree que son todopoderosos, y de ese sentimiento les nacerá la convicción de que son intocables, inmortales. Como una escena romana: lujo, sensualidad barata, sexualidad prostituida a flor de túnica; y al final Roma en llamas y la cicuta o la bañera y las venas abiertas, y nada brota y nada sale, porque hace rato estos fascistas, estos iluminados por el capital, estos halcones, están muertos y sólo la inercia de su egoísmo los hace parecer vivos.

Agradezco a Thomas Pynchon que escriba desde el retiro, porque esa soledad que él se ha impuesto no ha sido por asco ni insolencia, sino para comprender mejor, pensar con claridad y hablarnos con su escritura, clara, precisa, comprometida.

Nota de lectura (I)


Milosz casi al final de su libro Milosz’s ABC’s, escribe que éste pudiera ser “en vez de una novela, en vez de un ensayo, en vez de una memoria”, una manera de escribir todo eso, añadiría yo, de acercar los elementos de la ficción, de lo mirada crítica y de las remembranzas, de yuxtaponerlos. Es la escritura de uno de los últimos grandes poetas y ensayistas del siglo veinte, que testimonia con su obra es siglo en toda su extensión. La vida de Milosz atraviesa una centuria que fue testigo del acelerado paso de un estado de cosas en la que aún las individualidades, el martilleo de la máquina de escribir, el ruido de la pluma sobre el papel y el empeño de lucha por la utopía tenía un peso propio e irremplazable a otra en la que el anonimato, las formas más agobiantes de colectivismo y despersonalización, inducidas por el despelote tecnológico, se han establecido como cotas incuestionables del desarrollo.

Milosz acude a listar sus obsesiones, sus paisajes, recuerdos y personas para dejar constancia del mundo de los vivos y de los muertos, aunque como él mismo destaca “la línea que divide ambos mundos no es muy clara”. Este es también su personal tributo a quienes coincidieron en el espacio que habitó, una clara alusión a que los temas fundamentales de la vida se esconden tras los aparatosos montajes de la fama circunstancial y de los intereses mezquinos.

Milosz pudiera ser considerado como el último de los poetas católicos que dio aliento fundacional a la poesía del siglo veinte. Es por esto, y por ser polaco, que se extraña la ausencia de su comentario sobre Karol Wojtila, polaco como él, responsable de un papado muy controversial pero, sin duda alguna, decisivo para el final del segundo milenio cristiano y estreno del nuevo. ¿Será esta una exclusión “caballerosa”? Entre ambos hay una comprensión de la “polonidad”, su historia y misión, que difiere en perspectiva y argumentos. No deja de resultar curioso que ambos se preocupen de la lengua y de la literatura: los dos consumados conocedores y amantes del polaco. Pero a la visión integrista y hagiográfica del Papa, Milosz presenta la mirada de un católico que no evade los retos de la modernidad y su sucedáneo de esquivos perfiles, la post-modernidad. Milosz piensa en términos seculares un mundo que percibe lleno de la presencia divina; no le teme a la crítica, porque ama la verdad y vive en ella, no de ella. Así el poeta lee, en su más amplia acepción, la literatura contemporánea y la clásica, las corrientes de pensamiento que atraviesan recintos universitarios y los estilos de vida de la sociedad actual, el impacto de las nuevas realidades tecnológicas, y todo eso sin dejar de señalar, y revelar, su propia identidad y valores.

Este es un libro que se lee sin prisa, porque está escrito para el testimonio de lo pequeño, de lo íntimo, tan devaluado en estos días. En el tiempo de las grandes construcciones supuestamente teóricas, de los complicados sistemas que codifican y decodifican la vida, Milosz presenta una prosa que recorre el siglo con sigilo y tersura, revelando las escaramuzas que se le tienden al que busca la verdad, las complicidades diarias que hacen más llevadero este destierro, la variedad de personas, situaciones y emociones ante las que desfilamos a lo largo de nuestras vidas.

Milosz resolvió marcharse el catorce de agosto de 2004 llevándose con él toda la sencillez, el cariño, la entereza que traspasa su obra pero nos queda la solidez de la misma, el testimonio escrito de unos textos que son pan y vino, palabra dicha, escuchada, escrita para alegría de algunos.

Wednesday, May 17, 2006

A propósito de un conato de censura

[Sé que muchos van a reventar con este inicio; a algunos se les recomerá el hígado y a otros, otras partes de esta frágil anatomía que el Señor nos ha regalado, quién sabe si como penitencia o consuelo.]

El diez de mayo pasado, la Mesa Redonda de la televisión cubana se dedicó a discutir sobre el transplante coclear en Cuba. ¿Qué es esto? Un programa médico que afecta a pacientes, niños fundamentalmente, con padecimiento de sordoceguera o sordera severa a los que se le colocan por cirugía un dispositivo interno que se conecta con una especie de microcomputadora externa que permite captar el sonido del medio ambiente y traducirlo en impulsos electrónicos sobre el nervio auditivo. Cincuenta y tres niños cubanos se han beneficiado de esta cirugía, niños que después necesitan de un período de rehabilitación que puede durar años y en el cual intervienen especialistas de diversas disciplinas. Lo más novedoso e interesante es el sistema diseñado para identificar el paciente, hacerle las pruebas médicas correspondiente para determinar la aptitud del mismo para ser sometido a la operación y el tratamiento postoperatorio. Novedoso porque pocos países del área llamada “Tercer Mundo” disponen de una red de servicios médicos y sociales que permitan este tipo de monitoreo e interesante porque revela la voluntad política del gobierno y el estado cubano de destinar los recursos necesarios para implementar el programa.

[El estado cubano es el único que durante un período de crisis económica (tan grave como la que asoló el país después de la desintegración de la Unión Soviética y el campo socialista, principales socios comerciales de la isla) aumentó el gasto social. Según un informe de la organización no lucrativa, Oxfam America, “Durante la década de 1990, la proporción del producto interno bruto cubano destinado a programas sociales se incrementó en un 34%”[i]. Si ponemos en contexto estas políticas gubernamentales en tiempos de crisis resultan inéditas. La tendencia “natural” de los organismos financieros internacionales es aconsejar a los gobiernos privatizar y reducir los servicios sociales. “Hay indicadores significativos que apuntan a que los dirigentes cubanos no tratarán de lograr la eficiencia mediante la reducción de los servicios o su privatización”[ii], escribe el citado informe sobre de Oxfam America. Los que se ocupan de observar, comentar, escribir sobre los procesos sociales saben que hay una relación directa entre las políticas gubernamentales de servicios y el incremento o no de los mismos. Si los gobiernos recortan los presupuestos destinados a servicios sociales para paliar las crisis o estimular las economías, estos, lógicamente, se resienten. Lo tenemos aquí mismo: los compasivos, desde que llegaron al poder, es recorta y recorta más: los impuestos a la ganancia de capital (los más ricos) y los fondos a los programas de asistencia social (destinados a los más pobres). Vamos a una última cita de este informe: “Cuba ha elegido el camino más duro: la transformación del marco general y de la distribución de los servicios”[iii]. Cambiar un modelo y una manera de distribuir los servicios sociales que no funcionan a la misma vez que no se sucumbe a las exigencias de una economía cada vez más insegura, más basada en medir la eficacia a partir del consumo, menos justa.]

Días atrás, una infantil controversia entre avezados políticos locales, radicales comentaristas radiales y de la prensa plana y escrupulosos padres sobre un libro para niños (cuyo título es sí mismo casi una violación de las regulaciones de viajes de cubanos y cubano-americanos asentados en los Estados Unidos a Cuba, Vamos a Cuba) hizo a k interesarse sobre la situación de la niñez y visitó la página oficial de la UNICEF[iv] para conocer algunos datos sobre este delicado asunto a nivel mundial. Sólo reproduciré un dato de especial y sensible importancia entre la población: en mortalidad infantil, Cuba ocupa el lugar 159 de un total de 192 países listados, el único detalle que puede mortificar al democrático lector de Miami es que esta lista está organizada en orden descendente, por lo tanto Cuba ocupa el lugar treinta y tres en esa lista. Pero, eso, eso está manipulado por la inteligencia castrista. Allí, allí le quitan la leche a los niños a los siete años, después que se… mueran. Vamos a ver, ¿existe algún estado que garantice a toda la población infantil un litro de leche desde el momento de su nacimiento hasta los siete años de edad? Eso sucede allí (y todo el mundo sabe que cuando los cubanos de Miami dicen allí se refieren a Cuba).

Estoy de acuerdo: ese libro no refleja la realidad de Cuba, debe ser retirado de las bibliotecas de las escuelas públicas y en su lugar poner otro que refleje, sin complejos, los beneficios, los derechos, la seguridad social que tienen los niños cubanos. Hay niños con problemas, niños enfermos, niños que sufren las consecuencias de arbitrariedades, niños que no son amados, protegidos, celebrados por sus padres. El socialismo cubano no es la supresión de la debilidad, del dolor, de la enfermedad y de la muerte, es el intento de crear una sociedad en la que las estructuras sociales no potencien “el lado oscuro”, irracional del ser humano, sino que sea efectivo en la creación de una sociedad solidaria. Y sólo se puede ser solidario en una sociedad en que la ganancia y el interés privado no sea el criterio de valor supremo. Por eso, insisto en que ese libro (Vamos a Cuba) debe ser retirado de las bibliotecas de las escuelas públicas; en su lugar, se debe colocar otro que diga en un lenguaje claro y distinto, cómo viven los niños cubanos, en qué tipo de sistema social viven y cuáles son las diferencias con el sistema en el que viven nuestros hijos.

[La redención, la liberación, son temas que han obsesionado siempre a la humanidad. El marxismo habla de la emancipación del trabajo enajenado, de la liberación del trabajo de la tiranía del capital. No es la apropiación individual de la ganancia, sino la distribución equitativa de la misma lo que debe signar a la nueva sociedad que debe reemplazar a este capitalismo sin salida que crea las contradicciones más aberrantes: es capaz de crear la mayor cantidad de riquezas nunca soñada mientras poblaciones enteras son diezmadas por el hambre y la falta de atención médica básica; ante el avance descomunal tecnológico se deben mejorar las condiciones de trabajo pero el número de desempleado crece, las condiciones de vida se deterioran. Todo esto es el resultado lógico de un sistema de producción y distribución que tiene como condición sine qua non la rentabilidad de las empresas en términos del interés privado y la ganancia.]

Entre los cubanos hay ciertos moderados, reformistas, que quieren un capitalismo renovado (a reborn capitalism, dirían los neoconservadores, compasivos ellos), en el que ciertos valores sociales se respetasen, ciertos derechos; en el que el individuo no se imponga como el bien supremo, como la medida última. Estos moderados, reformistas, que afinan su puntería ideológica desde las azoteas de las iglesias o desde cualquier ideología de beneficencia, descuidan un detalle casi insignificante: el maquillaje no altera sustancialmente el rostro, oculta, disimula, hace parecer que, pero la sustancia es la misma. Las verrugas siempre están ahí.




[i] Cuba, La Política Social en la Encrucijada: Manteniendo las Prioridades, Transformando la Práctica. En: http://www.oxfamamerica.org/pdfs/cuba-politica_social.pdf
[ii] Idem
[iii] Idem
[iv] Organización de las Naciones Unidas dedicada a los niños. www.unicef.org.

Monday, May 15, 2006

Una notita (democrática)

Hoy en la mañana, en la edición matutina del noticiero de una radioemisora local, condujeron un sondeo (“no científico” como explican sus locuaces locutores) en el que los radioescuchas debían responder con un o un no a la pregunta ¿cree usted que el presidente Bush se ha excedido en sus derechos constitucionales? Claro que no se referían a los derechos constitucionales que el Presidente tiene, así como cualquier otro ciudadano. Se referían a lo que la ciencia política en Estados Unidos denomina “presidencial powers” o las cosas que le están permitidas hacer al presidente por la Constitución y la tradición. Un par de ejemplos. Primer ejemplo: La Constitución le permite al presidente nombrar jueces y funcionarios de su gabinete pero estas nominaciones deben ser confirmadas por el Senado. Este presidente acostumbra nombrar a ciertos funcionarios que no serán confirmados por el Senado. ¿Qué hace, entonces? Pues, los nombra cuando el Senado está de vacaciones de invierno o verano y así usa un privilegio presidencial que le permite mantener en el cargo al nominado por un año hasta presentar su nominación al Senado el siguiente. (Cfr. Otto Reich, un cubanito de la Bacardí, como Sub-secretario Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado). Segundo ejemplo: Tradicionalmente, los jefes de la central de inteligencia norteamericana (CIA) no han sido escogidos de entre los distintos cuerpos armados del país, sino que han sido civiles ligados a la comunidad de inteligencia. Ahora, el presidente Bush acaba de nombrar a un general en activo para jefe de la CIA. Así pues, vemos como éste presidente tiene esa tendencia a romper con todo, es un modernista, un innovador, un iconoclasta. Recordemos aquella protuberancia ideológica en su discurso de campaña del 2000, lo del conservadurismo compasivo, las irregularidades electorales en el Estado de la Florida (2000) y Ohio (2004), las escuchas telefónicas, las nominaciones y nombramientos de impresentables candidatos y personas para agencias gubernamentales [¡Cómo olvidar al ex Director de FEMA (Federal Emergency Management Agency), sin experiencia en el manejo de situaciones de desastre, ex coordinador de espectáculos equinos que fue también despedido de la empresa privada, un pelele[1]]. El presidente de turno es uno con verdadera capacidad para hacer una lectura muy suya, bajo los divinos efluvios de (san) Karl Rove y Cía., de la Constitución y de la tradición política norteamericana.

Pero no disgregue más, K. Háganse a un lado todas estas explicaciones y divagaciones y vayamos al resultado del sondeo “no científico”. A la pregunta si el mandatario estadounidense se había excedido en sus prerrogativas como presidente. Quince cubanos (sí, cubanos, nuestro acento no nos traiciona, un poco desfachatado, superlativo, concluyente) votaron que no, que el presidente no se había excedido, dos votaron que sí que se había excedido, un cubano y otro latinoamericano. La comunidad cubana, no científicamente representada en este sondeo, terminó por darle un apoyo totalitario a Bush; algunos pedían más intromisión en la vida de los individuos, varios repitieron esa frasecita tan socorrida de “el que no la debe, no la teme”; así que mister Bush, escuche cuantas llamadas pueda y quiera y pídale a esas grandes corporaciones telefónicas que le pasen el registro diario de las comunicaciones de sus clientes. [Si hubiera sido el gobierno de Castro. ¡Ay Dios mío! Bush escucha, Castro espía. Algunos catetos de por acá, micrófono en ristre, se la pasen hablando de teléfonos intervenidos, cortados, etc.] Y he aquí que los defensores del gobierno pequeño, de que el gobierno intervenga lo menos posible en la vida social, económica y familiar de los ciudadanos, los defensores de los valores morales y familiares, los conservadores compasivos, se comportan como unos verdaderos “big brothers”; el gobiernos norteamericano y ciertos cubanos de por acá son la excrecencia de su propia doctrina, la malformación de esa opinión recta que dicen representar. Este mismo compasivo, conservador, fervorosamente religioso gobierno le dice a los cubanos quién es su familia, cuántas veces puede visitarla, qué religiones son verdaderas y quiénes son o no sinceros practicantes. Todas estas medidas son parte de un plan peligrosísimo para tumbar a Castro, para liberar a Cuba, que incluye un ministerio de colonia con ministro de bíblico nombre, Caleb.

La sociedad norteamericana ha hecho agua con el gobierno de Bush. Las encuestas dicen que lo quieren poco y mal, y los cubanos quieren más Bush, más control, más mano dura, menos contemplaciones “para que meta en cintura a todos esos que atentan contra este gran país”. ¡Qué cercanías psicológicas entre estos patriotas verticales e intransigentes y los come-candelas de los sesenta y los setenta en Cuba!

Los cubanos de Miami, por lo general, son la contradicción de cuanto valor democrático y de justicia dicen representar. Al menos, lo que se puede oír y leer de los cubanos de Miami es así, salvo los justos de siempre que evitan que la ciudad sea barrida, incendiada, por la ira de un dios que se aparta cada vez más de estos sepulcros blanqueados, de esta raza de víboras.
[1] Brown pushed from last job: Horse group: FEMA chief had to be `asked to resign' by Brett Arends. BostonHerald.com. Saturday, September 3, 2005

Friday, May 05, 2006

Montaner, sicofante

Carlos Alberto no cesa de escribir y de calumniar –dominicalmente, cual fervoroso monaguillo. Montaner, escritor y calumniador, editor y cipayo, tiene en su currículo profesional montones de artículos de prensa (y otras lindezas como novelas, ensayos y ¡hasta poemas! sí, poemas) que siempre tratan un mismo tema con dos caras (ninguna de las dos ocultas): Estados Unidos, por un lado, representa la civilización y Latinoamérica, por el otro, la barbarie. Es él un émulo pedestre de Facundo Sarmiento; éste sería infeliz si pudiera leer la baba ideológica (a mister M se le cae literalmente la baba con los Estados Unidos) del facundus petit maître.

El pie forzado de mister M para evocar la grandeza norteamericana es Fidel Castro y Cuba, en ese orden –cualquier texto periodístico suyo es de eso y de lo mismo; no importa que quiera escribir sobre la Conchinchina, Fidel y Cuba aparecen en cualquier esquina, de cortelazo. Pero ¿qué le gusta escribir sobre ésta su obsesión dominguera? Mister M adivina –es el Walter Mercado de la política cubana pero con poco, poco amor. Me lo imagino, tipo jueves en la noche, sentado a la mesilla ataviado con un albornoz punzó, disponiendo pequeñas cantidades de cualquier azúcar dietética en un humeante te con su mano derecha, mientras que la izquierda tamborilea sobre el teclado de su laptop. Cavila mister M, trata de penetrar los oscuros dominios castristas: a mister M le encanta el role de prestidigitateur. El futuro de Cuba tras la muerte de Castro, ese es su fuerte y, por supuesto, hablar mal de más de medio mundo (con alguna condescendencia para los europeos occidentales) y bien de los eficaces, creativos, austeros, eficientes, generosos, comedidos, racionales, cívicos, tolerantes y democráticos americanos. [Y aquí vale una incidental: cuando mister M escribe “los americanos” no se refiere a los americanos desplazados del poder y de la riqueza como consecuencia de las fuerzas y tendencias del mercado globalizado; ni a los millones que no tienen seguro médico o a los millones que, aún teniendo, pagan unas altísimas cuotas en los servicios médicos y medicinas; ni a los que agonizan en las factorías mientras él sofoca el calor de Miami en sus refrigeradas oficinas; ni a los millones que han sido y son víctimas “colaterales” de la guerra contra las drogas que el país más poderoso del mundo no ha podido ganar; por cierto, una guerra asimétrica como la que desataron contra el terrorismo iniciándose este siglo (¡qué curioso!, no han podido vencer ni al terror ni a las drogas, por el contrario esas “guerras” han tenido efectos multiplicadores de ambos males). No, mister M, cuando escribe “los americanos” se refiere a los 2,220,000[1] de millonarios norteamericanos y más afectuosamente al gobierno de este país y sus agencias.]

Los dominicales de mister M son eso, artículos conjeturales sobre lo que pasará en Cuba una vez Fidel Castro pase a retiro definitivo, artículos en los que los latinoamericanos pagan una vez más la cuota de ser bárbaros que no quieren imitar a sus ilustres vecinos para educarse, artículos en los que narra, febrilmente, lo tortuosa que ha sido la revolución castrista. Todos los artículos de mister M exudan ese su inconsolable complejo de culpa por ser quien es y transparentan lo arrepentido que está por ello. Pero cual evangelio de exiliado, uno debe proclamarlo todos los domingos, dejarse arropar con su mortaja ideológica, después de todo el tipo es presentable, es moderno, de maneras suaves y un Midas: todo lo que toca lo convierte en dólares, hasta a las personas.
[1] Sources: Merrill Lynch / Gemini Consulting, World Wealth Report 2000, Figure 3, and Merrill Lynch / Cap Gemini Ernst & Young, World Wealth Report 2001

Wednesday, April 26, 2006

Mister I, las trampas de credulidad

El Nuevo Herald siempre intenta de sorprender, agradablemente, a sus lectores todos los días pero de manera muy especial los viernes. El viernes pasado, fiel a ese hábito que terminará por imponerse en el periodismo local, regaló un artículo firmado por uno de sus calumnistas, Emilio Ichikawa, que hizo las delicias del respetable: Gianni Vattimo: las trampas de la diferencia. Algún despistado lector se entregó quizás a la lectura pensando encontrarse datos picarescos sobre la vida íntima de algún cantante o artista italiano y terminó, para su disgusto, confundido, con que se trataba de un agente castrista que había servido, también, en los servicios de inteligencia alemanes y le gustaba las producciones de Hollywood, así como visitar Disney. Pero, claro, eso es peccata minuta comparado con el tremendo provecho intelectual que los lectores de El Nuevo Herald puedan sacar de ese artículo.

Míster Ichikawa nos escribe sobre Gianni Vattimo, un filósofo noritaliano (esta precisión geográfica es reveladora) que recibió un grado académico en La Habana. Mister I nos introduce en cómo la filosofía de este noritaliano llegó a La Habana allá por los años ochenta y nos dice, además, que la “propuesta filosófica… [de Gianni Vattimo, el noritaliano] fue leída como un cuestionamiento a las opciones ideológicas ''duras'' del castrismo, el marxismo y el nacionalismo radical con formalidad antiamericana.” El avisado lector neoheraldian obvia lo de “propuesta filosófica” y añade tres tragos de alegría a su rencor: el tipo, léase Vattimo, se opuso al castrismo, al marxismo y al nacionalismo antiamericano, y este Lector, que es la cifra de todos los lectores del periódico más importante publicado en español en los Estados Unidos, es anti-castrista, antimarxista y nacionalista americano. Aquí está que desde la bellísima Italia, un filósofo apoya al exilio radical de Miami pero el filósofo-tipo ahora recibe un reconocimiento del gobierno dictatorial de La Habana: ¡un infiltrado! Ya bien lo escribe mister I: “Vattimo había propuesto (…) una doble actitud de crítica y piedad sintetizada en el lema de “pensamiento débil’”; con su “doble actitud” se confirma la sospecha del Lector de que el noritaliano es un espía y con lo del “pensamiento débil”, esa concesión de aceptar un premio castrista, manchado de sangre. Pero mister a I le gusta la improvisación, es un salsero de la intelligentsia e improvisa, suelta, de repente, sin que le tiemble el pulso, sin ton ni son, un sorbetazo: “El castrismo es una forma perversa de anticubanismo”. Y K frente ante tamaña pericia, frente a ese golpe de efecto periodístico guarda debido y respetuoso silencio. Pero el Lector, el Lector goza y, ahora, jura un prolongado fasting de productos italianos (¡cero pastas!) para castigar a los italianos (y de paso bajar de peso).

[Permítale a K, mister I, una incidental a propósito de esta afirmación suya, quizás malograda por un error tipográfico. Usted escribe: “Vattimo ha entendido en La Habana que no es la disidencia cubana ni la heterodoxia de sus artistas e intelectuales lo que está en consonancia con su filosofía, sino precisamente el discurso ''holístico'' y ''anti-diferente'' de Fidel Castro.” Vamos a ver, ¿no será que Vattimo entendió correctamente? La disidencia que usted (d)escribe cubana y los heterodoxos artistas e intelectuales están, de hecho, del lado de la opinión dominante, no tienen ningún cuestionamiento al orden impuesto por los intereses del capital internacional, son muy pero que muy obedientes a la batuta que se blande desde Miami o Washington, y eso los descalifica para ser disidentes o heterodoxos. En el mejor, y más generoso, de los casos son representantes de la oficialidad global. El gobierno y el estado cubano son la disidencia. Cuba es el eterno ¡No! a las propuestas norteamericanas de globalizar el mundo a su imagen y semejanza. Cuba es la negación de las tendencias más egoístas del capitalismo, que el finado Juan Pablo II gustaba calificar de salvaje. Cuba es la negatividad frente a ese enconado positivismo en el que vivimos, nos movemos y existimos tomando prestado el decir paulino; frente a esa “tendencia a valorar preferentemente los aspectos materiales de la realidad”; frente a esa “afición excesiva a comodidades y goces materiales”, tal y como define el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española el término “positivismo”. La Habana es la disidencia.]

Pero volvamos con el reflexivo artículo de mister I. En el máximo del paroxismo filosófico, mister I avergüenza a Vattimo y le restriega en la cara su verdad. Leámoslo, no dejemos de leerlo: “Si Vattimo de verdad quisiera ser ''antiimperialista'', debería empezar por emanciparse del imperialismo alemán y no del norteamericano. No son Emerson o Thoreau, Hollywood o Disney quienes han doblegado el pensamiento de Vattimo, sino la aplastante ontología alemana, la cual glosa y traduce desde su tesis de juventud.” ¿Qué les parece? El colonialismo filosófico alemán. ¡Abajo Leibniz, Kant, Fichte, Schelling, Hegel, Nietzche, Wittgestein y, por supuesto, Marx! Pero mister I quiere seguir subiendo la parada y escribe, así como el que se orina y no lo siente: “No es Estados Unidos quien evangeliza, sino esa capital europea que impone su manera de pensar y escribir, de producir y financiar.” Allá va eso. Re-leí, intrigado, el artículo y sólo pude encontrar tres ciudades mencionadas en el mismo: La Habana, Turín y Heildelberg; descarto Heildelberg, porque no es capital; La Habana, porque no está en Europa; y Turín, porque aunque está en Europa no es capital. Pero en realidad, ese gazapo es poco importante comparado a la afirmación que desde “allí”, desde esa capital que está en Europa, se “impone [la] manera de pensar y escribir, de producir y financiar.” No desde Estados Unidos, no y mil veces no. Aquí estalla en sollozos mister I y escribe que el antiimperialismo es una trivialidad europea, que el núcleo de profesores que introdujo el pensamiento de Vattimo en Cuba hizo “las cosas cuando tenían que hacerlas.”y ahora éste les traiciona. Y que Vattimo “adulando a Fidel Castro” se parece a Schelling aceptando “la invitación del emperador Federico Guillermo IV” para suceder a Hegel en su cátedra en Berlín. Creo que Vattimo y Fidel salen bien parados de esa comparación.

Mister I no entiende que la filosofía no cabe en un periódico, es decir, que su enjundiosa filosofía no cabe en El Nuevo Herald. La brevedad hace débil su pensamiento y lo precipita a una serie de aporías evitables si pensase antes de escribir.

Tuesday, April 25, 2006

La muerte española de Fidel Castro.

Fidel Castro está a punto de morir. Lo dicen, esta vez, los servicios de inteligencia españoles. La prensa radial de Miami transmitió como noticia lo que es en realidad un pequeño artículo de opinión del diario español ABC: “Castro está muy grave y le queda poco tiempo de vida”[1]. Para Miami sería una pérdida irreparable: su último peldaño de acceso a la realidad.

Los cubanos de Miami han tenido como su principal (pre)ocupación la construcción del mito de invencibilidad e inmortalidad de Fidel Castro: el hombre que ha inundado a una ciudad norteamericana con agentes y espías, que ha logrado la hazaña de desinformar y manipular al gobierno norteamericano y a sus más destacadas agencias y unidades élites, que ha construido un sistema de propaganda que ha sido capaz de ocultar los asesinatos en masa en Cuba, las detenciones arbitrarias, los experimentos para desarrollar armas químicas y biológicas al mundo. ¡Ha confundido al mundo! Fidel es, siempre según los cubanos de Miami, el innombrable, un híbrido entre Molloy (tropical) con semidiós griego. Sí, para los cubanos de Miami, la gloria de Fidel radica en su condición de semidiós –hasta sus orígenes son oscuros, indeterminados, se sabe que nació del linaje de Lina pero ¿y el padre? Estos cubanos de Miami han sido pródigos y meticulosos aedas, edificadores de mitos y excelentes storytellers -transmisión oral en la era de la información digitalizada.

Fidel en Miami es una presencia real, acostumbrada; sin él Miami sería una anónima ciudad del sur de la Florida, con un balneario una vez famoso, plagado de estrellas de cine venidas a menos y gángsteres retirados. Presencia real en los medios masivos de comunicación: ¡cuántas carreras profesionales, de negocios, cuántas fortunas a él debidas! Y los cubanos de Miami saben ser generosos, lo han retribuido con una presencia constante, un reconocimiento que no cesa y que ha alcanzado la categoría de culto. ¡Ay de ti, Miami! El día que el oráculo de La Habana enmudezca, la tristeza enmascarada de brindis y cláxones en las calles barrerá con tus pocos vestigios de existencia. Entonces Miami recobrará la normalidad perdida, su adormilado paisaje de ciudad pequeña, su condición subsidiaria de otras ciudades, incluso de La Habana. Miami reencontrará, después del suceso que todos esperan con ese nerviosismo de novia-dejada-al-pie-del-altar, su pobre, escaso destino. El primer síntoma de la normalidad se reflejará en la próspera industria de los bienes raíces: las mansiones de papel-cartón, los edificios de condominios que no aguantan un viento platanero, las urbanizaciones del suroeste para nuevos ricos comenzaran a deteriorarse, a despoblarse de sus esperados ocupantes, a venderse a precios irrisorios (comparados con los precios de venta), a desmoronarse. Miami no será más la ciudad en la que los newly-arrived cocinen sus sueños al fuego de los barbecues y apaguen su sed con Heineken.

Fidel Castro está a punto de morir. En Cuba, la gente se desplaza con anodina complacencia unos, trepidantes otros, esperanzados pocos –la esperanza ya no es de este mundo- pero casi todos con la certeza que casi todo será igual en el tiempo por venir: la inminente muerte española de Fidel Castro pasa desapercibida. Los cubanos diarios tienen preocupaciones diarias y la muerte de Fidel Castro aparece como algo excepcional. Con la muerte de Fidel Castro el país, y su gente, habrán dejado atrás la edad de los héroes y se adentrarán en la edad de los hombres (leer [a Vico] es aprender). Desde 1959, la sociedad cubana ha vivido un proceso de cambios sociales tan profundos y radicales que ni el colapso temporal de las estructuras revolucionarias en Cuba podría revertir. Cuba no volverá al status que los cubanos de Miami quieren; el sentido de independencia política y los beneficios sociales no podrán ser ya extirpados de la conciencia social cubana. La clase política cubana del futuro no podrá obviar lo que con machacona insistencia se conoce como la obra de la revolución: la universalización de los servicios médicos, educativos y de seguridad social. Los políticos cubanos de mañana no debieran parecerse en nada a sus decadentes émulos del “peladero” de Miami, ni siquiera debieran posar con ese aire "globalizado" de la anodina y alegre claque de nuestros modernos intelectuales exiliados. Después que Fidel muera y su muerte, al menos simbólicamente, cierre otro ciclo heroico de la historia cubana, los cubanos de la isla quedaran atrapados entre la certidumbre, siempre nostálgica, del pasado y la incertidumbre del futuro. Algo tendrán claro y es que medio siglo de historia no se borra y es a partir de esa experiencia que se puede proyectar el futuro del país, no a contrapelo de ella.

Fidel se está muriendo, y nosotros también. Para los cubanos de Miami es inconcebible el futuro después de Fidel; para los de la isla el futuro arranca siempre del presente y el país persistirá en dibujar sus señas de identidad, su manera de asimilar y ser asimilado y su cantidad (hechizada o no) de energía para seguir con ese pesado (e inevitable) fardo que es la historia.
[1] ABC. Viernes, 7 de abril de 2006. “Castro se muere”, por Rafael Bardají.