Saturday, December 17, 2016

Penúltimas impudicias

[La publicación en Patrias de un artículo de John Lee Anderson me motivó a escribir(le) una coletilla para, de un modo nada críptico, dejarle saber a ese escribidor que la impunidad tiene límites. Todos los enemigos, abiertos o solapados, de Cuba hacen de la muerte de Fidel el fin de la Revolución. ¿No aprenden? No aprenden.]


Desde el título hasta la última oración, el artículo de Jon Lee Anderson —The Audacious Funeral and Quiet Afterlife of Fidel Castro, The New Yorker, December 4, 2016— repite el mensaje que ellos —la (fallida) contrarrevolución y las (no menos fallidas) administraciones norteamericanas desde Eisenhower a la fecha—  han decidido se debe ser la "verdad", que Castro es (fue) un megalómano histrión. Esto lo repite Anderson usando un lenguaje que junta lo prosaico y el ingenio,  "From start to finish, Fidel’s funeral was choreographed with Big History in mind." (De principio a fin, el funeral de Fidel fue una coreografía que tuvo como trasfondo la Gran Historia.) Fidel Castro murió y ya nada será igual. El delirium tremens de la dipsomanía contrarrevolucionaria: el orden capitalista y la normalidad democrática, el mercado libre, la libertad y los derechos humanos demoraron un poco (casi sesenta años), pero ya vienen llegando, canta con renovado júbilo Chirino, el verdadero final de la historia, dice Anderson con disfraz de Fukuyama, y Andrés Oppenheimer puede descansar, su larga hora final ha acabado, su vaticinio se ha cumplido.

Jon Lee Anderson, es lo que suele llamarse un periodista serio, pero su lectura de la realidad es a partir de códigos prefabricados en la industria posmoderna de las letras y las artes, no hay un verdadero pensamiento independiente —a lo sumo podemos arrancarle algunas reformas para mejorar esto y mucha campaña política para el establishment liberal y sus candidatos, pero remedios radicales, nueva sociedad, cambio de estructuras socioeconómicas y de régimen de propiedad, no, nada de eso, eso es una quimera, un imposible metafísico, un cuento de camino. Pues, bien, ese cuento de camino los aterra a todos —republicanos y demócratas— y de todas partes disparan para acabar con el fantasma, para unos, y el espectro, para otros. 

Si en Cuba hubieran hecho un funeral a Fidel Castro con todo el fasto pasible, lo habrían criticado. Un funeral sencillo pero simbólico los ha insultado. Como murió diez años después que lo dieran por muerto, su muerte no le supo a gloria (amarillista). No hubo dramatismo. Hasta después de muerto los sorprende, porque fue consecuente. La consecuencia en los principios es algo que no es común por acá. Ahora resulta que el presidente electo, Donald Trump, no cumplirá ni un tercio de lo que prometió, algo que se sabía y la seria y libre prensa no dijo nada. ¿Cómo van a entender un proceso político y un liderazgo serios? Los cubanos saben distinguir a un mentiroso de un cojo tan rápido como otros un auto modelo tal de otro modelo tal cual.

Wednesday, December 07, 2016

Confusiones (II)


I
Entre las muchas perlas que ha publicado por estos días el periódico global “El País” de España a raíz del fallecimiento de Fidel Castro hay una que destaca con particular brillo de un tal Juan Cruz, “El miedo de Virgilio Piñera ante el líder”. Uno se pregunta cómo es posible que un periódico que presume de ser serio publique tamaña bobería salpicada de veleidades e inexactitudes. Comienza por referirse a “un texto magnífico, La rebelión en el jardín, que entonces parecía una broma”. Se refiere a una colección de crónicas —que aparecieron en El Excelsior y otras publicaciones— del escritor mexicano Jorge de Ibargüengoitia que en vano he tratado de encontrar bajo el título que cita Cruz; no obstante si se encuentra Revolución en el jardín, reeditado en 2008 con prólogo de Juan Villoro. Ya desde aquí se le comienzan a aflojar los clavos del rigor a Cruz: no existe tal La rebelión…, sino Revolución, y esta es una crónica —una más, la más larga— que da título al libro de marras, y sí la emprende contra la incipiente burocracia revolucionaria. Como lo han hecho otros, desde el cine documental, Santiago Álvarez, hasta Héctor Zumbado con sus columnas semanales en “Juventud Rebelde” o su libro, “Kitsch, Kitsch, ¡Bang, Bang!”, editado por la “oficialista” Letras Cubanas en 1988. Para lustre de Zumbado e ilustración de Cruz valga este (self-explanatory) fragmento: “Esos ejemplos que pone Slavov de la producción búlgara nos recuerdan demasiado a la producción cubana con sus temibles animalejos de yeso, las detestables jaretas, vasijas y cazuelas de barro y cerámica, los horribles diablillos y otras obscenidades «folclóricas» que no solamente agreden a los consumidores nativos, sino que también se venden en las tiendas INTUR a turistas extranjeros como exponentes de nuestra artesanía y nuestras cultura; y nos recuerdan también nuestras espantosas flores artificiales y otros adefesios, ¡contra los cuales en Cuba ni siquiera existe una campaña nacional! (p. 32) Ni Álvarez, ni Zumbado fueron silenciados, ninguneados o censurados.

Más adelante escribe sobre las “advertencias” que hiciera Guillermo Cabrera Infante pero que él, Juan, seguía empeñado en creer que “la revolución era lo que no era”. [Evidentemente, Juan tiene problemas con el ser. ¿Lector (mediocre) de Heidegger?] Ya el cenit del arrepentimiento, entre lágrimas y mocos tipográficos, confiesa que lo que lo convenció, lo que lo hizo abandonar toda esperanza fue el libro de Eliseo Alberto Diego, “Informe contra mí mismo”, esa joyita de la literatura de los noventa, y saber que Eliseo Alberto espiaba a su propio padre, Eliseo Diego. Casi a renglón seguido se despeña por el precipicio de la inexactitud. Juan comienza haciendo cabriolas con las palabras e imágenes, y escribe: “Pero el momento más esclarecedor de esa oscura noche (refiriéndose a la noche del 30 de junio de 1961) que Fidel Castro convirtió en interminable…”, ese “momento más esclarecedor” fue cuando Virgilio Piñera le dijo a Fidel Castro que tenía miedo [“Tengo miedo”, dice Juan que le dijo Virgilio a Fidel. Y lo creo. A Virgilio.] Según Juan —no el evangelista, sino el periodista del periódico global—, Virgilio le dijo eso a Fidel después de “la reunión de Fidel con los artistas cubanos tras el “caso Padilla”. Chúpate esa que es de frambuesa, decía un viejo sacristán en mi parroquia. ¿Que ya no queda nadie serio en ese periódico global?

II
En la misma cuerda de las joyitas del periódico global, aparecieron sendos artículos de Rafael Rojas e Iván de la Nuez que merecen ser comentados. Nota personal: entre toda la morralla que le salió a la Revolución Cubana después de la caída del muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética, entre tanto exdirigente de la UJC y el Partido, de la FEU y otras instituciones y organismos estatales, delfines de altos y medianos cargos militares y políticos, personalidades del mundo de la cultura o académico, Rojas y de la Nuez se distinguen por su capacidad intelectual y sentido ético, al menos eso quiero pensar todavía —sin ser amigo de ellos siento que pueden salvarse entre tanta basura que hace rato pasó a la más pura e histérica vulgaridad y está cómodamente instalada entre la indecencia y las excrecencias sin sentido alguno de la ética o, digamos, de una minima moralia. Pensé en escribir sus nombres, los de la morralla, pero no tiene sentido —son solo etiquetas impresentables, talking but not thinking heads. Los dos artículos que me ocupan están escritos tratando de contenerse en la corrección de lo político (Rojas) y de lo intelectual (de la Nuez), pero en ambos asoma el tufillo oportunista, apestan las inoportunas consideraciones del hombre que ha muerto en el ejercicio del retiro oportuno. Ninguno de los dos tiene la libertad de escribir la verdad, al menos la suya, la que es consecuente con sus vidas y sus conocimientos, porque no tendrían ni cátedra ni espacio periodístico. Los dos saben, o deben saber, lo que es hacer política de principios en un mundo carente de fundamentos morales, donde lo que cuenta, además del cash, es la habilidad de acumular cuanta pepita de oro, material o simbólica, esté regada por ahí. Creo en la necesidad y el deber de analizar e interpretar todos los fenómenos humanos y divinos, y filosofar sobre ellos, sin que nada quede fuera de la mirada crítica. Pero más aún creo en lo ético que conlleva la verdad y la responsabilidad. Y, desgraciadamente, sin gracia de la buena, no el vulgar charm que nos venden los mercados de celebridades y famosos, Rojas y de la Nuez se enfrascan en un discurso derrotado de antemano, el discurso de las multitudes adocenadas que recordamos dos veces en una misma semana: el día que entró Jesús en Jerusalén y el día que lo mataron por la verdad

III
Sigue la fiesta por acá, espejo roto, imagen inversa

IV
Comprendo, siento com-pasión, por tanto exiliado que vio su vida destrozada, sus propiedades embargadas, sus familias diezmadas, una larga permanencia fuera del hogar. Comprendo, a los pocos que quedan, a esos testigos de aquellos días tan duros como los años que lo fueron también. Comprendo el desahogo de esos pocos, de muchas maneras expresado el rencor que han sentido por tantos años, el sentimiento de redención ante la muerte de su verdugo particular. Entiendo que la industria de la contrarrevolución esté nerviosa y trate de apurar, en estas circunstancias que le parecen propicias, el final de la dictadura, aunque se quedan sin el “negocio” que tanto dividendo económico y político les ha proporcionado, aunque a veces tengo la sospecha que ellos han apostado a la supervivencia del “régimen”, porque de ella depende la suya. Puedo entender el entusiasmo de quienes pasaron largos años de cárcel. Pero el embullo cederista de tanto “exiliado” que no ha hecho otra cosa que parasitar a la sombra, primero del socialismo real y ahora del capitalismo tardío, me resulta tan incomprensible como repugnante

V
No hay quien hable de decoro, honor, respeto en la era en que la más alta magistratura del país será ocupada por lo indecoroso, el deshonor y la falta de respeto por todos y para todos (los que no sean como yo, añade el hombre con nombre de pato)

VI
El filme alemán, Das Leben der Anderen (“La vida los otros”), se convirtió desde su estreno en la película emblemática de los cubanos con pretensiones intelectuales, o sin ella, pero que en común tienen el “horror al régimen castrista” del que muchos vivieron y se aprovecharon a costa de los otros reales, de los que estaban fuera del círculo de privilegios que otorgaba ser familia, amigo, amante de alguien “conectado” con algunas de las emanaciones del aparato. ¡Cómo les gusta la película! Se ven retratados en ella, dicen con cara de compromiso, algunos hacen unas muecas que no se sabe si quieren sonreír o llorar o, simplemente, usar el retrete. La película de marras cuenta la historia de cómo en la Alemania Democrática el servicio de inteligencia del Estado, la Stasi, vigilaba de continuo a cualquiera que pudiera ser sospechoso, y todos eran sospechosos de algo; todas las fantasías voyeristas que hoy esos horrorizados cubanos satisfacen con sus cuentas de Facebook antes eran prácticas de la policía política. Estos son los mismos que antes soñaban con serpientes y ahora “sueñan” con matar a todos los castristas, acabar con aquello… Deberían escribirse su propia guion y ponerle por título “La muerte de (nos)otros”

VII
Vicente Echerri es un hombre de pasiones temibles como lo son tantos que se dicen amantes de la libertad y la democracia, los predicadores del “pistoletazo redentor” o lo de la “modificación biológica” para salir de Fidel Castro. Vicente Echerri acaba de escribir con relación al fallecimiento de Fidel: “Si hubiera naufragado en alta mar, si, por ejemplo, mi amigo Guillermo Estévez, piloto de la Fuerza Aérea de Cuba y acaso de servicio ese día, hubiera detectado el yatecito, con cuánto gusto lo habría enviado al fondo del Caribe con todos sus tripulantes.” A diferencia de otros que son tan soeces como la parisina egregia, Echerri se expresa con contención y elegancia. Echerri detecta ciertos vicios en la sociedad cubana actual y señala su causa: “Los modelos de refinamiento que distinguieron a la nación cubana –desde que se gestara en las obras y cenáculos de sus próceres fundadores del siglo XIX– se fueron al exilio o a la cárcel con sus clases más prósperas. Carentes de estos dechados, que habían funcionado desde la época colonial como marco de la convivencia civil, el pueblo se fue hundiendo en la barbarie, que el régimen segregaba como un veneno, hasta llegar a la desfiguración del presente: la tribu menesterosa y zafia, oportunista y cínica en que se ha convertido y a la que una gestión democrática tendría muy pocas probabilidades de reeducar.” Los “modelos de refinamiento” se enriquecieron con el trabajo esclavo y con los menesterosos guajiros precaristas; sus lujos y exquisiteces, sus estudios en Europa o los Estados Unidos, sus ropas de hilo o tafetán, sus posiciones de mando y holgura son el resultado de la “gestión democrática” del Occidente cristiano y civilizado. Es por eso que los procesos revolucionarios arremeten contra esos “modelos”, porque ellos hacen visibles los otros modelos, los de la explotación. Coincido en algo con Echerri: la civilidad de la vida social cubana ha perdido en cuanto a los buenos modales, las buenas maneras, el buen gusto —pero voy más allá, esa civilidad también se ha perdido en toda la sociedad contemporánea y abarca desde la música hasta las artes, desde la academia hasta la política, sino mire a quién se eligió como presidente de los Estados Unidos: lo peorcito, hombre chato en los modales, las maneras y el gusto, reflejo de la media poblacional, que se vio proyectada en él. Pero sí, hay una crisis de civilidad en la sociedad cubana que hunde sus raíces en las condiciones socioeconómicas en las que se ha vivido este último medio siglo y que son el resultado —no sólo, en eso también coincidimos— de la política de los gobiernos norteamericanos, así como de la ineficiencia de la burocracia cubana. Pero donde Echerri no puede evitar su repugnancia y su hiperbólico desprecio por el pueblo cubano es cuando lo trata de “tribu menesterosa y zafia”. Eso irrita, pero no a él; él vive apartado de la chusma; a él esa “tribu” no lo alcanza… Esa “tribu” sabe muy bien quién la puso en el camino de la emancipación y quien la quiere “acomodar” de nuevo como las patas de las mesas de los “modelos de refinamiento”. Creo que, si mira un poco en derredor, puede encontrar muy cerca de él a algunos menesterosos y muchos zafios, y otros que son menesterosos y zafios a la vez, dentro de esa ¿comunidad? de ¿cubanos? que “sufre” en Nueva York y Nueva Jersey

VIII
Si pasaran una “ley muda” que prohibiera a los cubanos de Miami participar en manifestaciones públicas o dar entrevistas a la radio o la televisión; si los que en algún momento de sus vidas (pasadas) tuvieron la más ligera connivencia con el “régimen de Castro” fueran obligados a callar, entonces Miami sería una ciudad a la medida de Bergman, just cries and whispers

IX
Recuerdo cuando anunciaron en el periódico “Granma” la muerte de Batista, no hubo manifestaciones de gozo, ni gritería en las calles, ni largos editoriales y artículos —una escueta nota de prensa; recuerdo también cuando anunciaron que Rolando Masferrer había sido asesinado en Miami, tampoco hubo manifestaciones de júbilo. Cuando el presidente Reagan fue víctima de un atentado tampoco hubo reacciones emocionales catárticas. No creo que cuando Más Canosa murió se realizaran manifestaciones y celebraciones. Con Ventura, tampoco. Y todos esos enlutaron a Cuba y a los cubanos de múltiples maneras: desde el asesinato al latrocinio, de la implementación de políticas para estrangular la economía del país a los planes de desestabilización. Eso de celebrar la muerte de alguien es típico sólo de algunos cubanos de Miami y de la prensa de esta ciudad que se permite publicar artículos de esa morralla y de los “voceros del exilio cubano” que han lucrado, todo el tiempo, con la “causa de Cuba”. Eso habla del raquitismo (pobreza es una voz tan bella que me niego a asociarla con esta gente) moral, de la indigencia política, del parasitismo de estos “exiliados”

X
Me apunto a eso de "canalla sin poesía", como Gael García Bernal llama al presidente electo sin la mayoría del voto popular, pero con la mayoría de la institución (más anti-democrática) que decide las elecciones, los votos del colegio electoral —ya no será más el "hombre con nombre de pato" (así escapo de la furia de los defensores de la integridad de los animales), sino el "canalla sin poesía"

Saturday, November 26, 2016

Confusiones (I)

Confusiones I
I
S me enseñó una entrada muy buena en twitter a propósito de la elección de DT: “No se eligió una “cara nueva”, sino que América —esa apropiación indebida de los estadounidenses— se quitó la máscara.” ¡Qué bien está eso! En pocas palabras, una vasta realidad.

II
En una situación normal jamás le habría dado mi voto a Hillary Clinton para ocupar la presidencia ni de este, ni de ningún país, ni para ocupar ningún cargo político, sobre todo por aquella risotada que soltó cuando le informaron de que El Kadafi había sido linchado —esa risotada dice por sí sola que sí, que es una nasty woman, como gusta llamarla DT. [Eso sin apuntar otras conocidas y no tan conocidas tropelías del clan Clinton.]

III
Debut y despedida: tras apenas unos meses en la Casa Blanca, la Academia sueca le otorgó al presidente Obama el Premio Nobel de la Paz; meses después el pacifista Obama envió cerca de treinta mil efectivos a Iraq. A escasos meses de dejar Obama el inmueble presidencial, la Academia sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura a alguien que no es precisamente un escritor —y dejemos a un lado la pendejada de que las letras de sus canciones son poesía, respetemos la poesía—, Bob Dylan.

IV
Siempre es un placer leer a Andrés Reynaldo. Recomendaría su lectura a todos, piensen lo que piensen del cielo y de la tierra, de lo divino y de lo humano, de política y de religión; leerlo es un (sano) placer lectivo, nocivo puede sea, porque sus opiniones y lecturas de los hechos son de un irrealismo impresionante que pueden provocar el mismo efecto que las lecturas de caballería en Alfonso Quijano. Si estuviera en mis manos, propusiera porque lo publicaran en “Juventud Rebelde”, los domingos haciendo de contrapeso a una imaginaria columna de su homónimo de apellido Taladrid que, entre sus muchos intereses, está el de los fenómenos paranormales — en “Granma” no, demasiado serio, y la columna en “P’alante” ya tiene dueño, Carlos Alberto Montaner. ¿Por qué me acuerdo de ellos si estaba escribiendo, o quería escribir, sobre el hombre con nombre de pato y las elecciones?

V
Llevo a L al catecismo, a una sesión especial de Catecismo, una clase de Catecismo privada, a make-up Cathecism class, porque resulta que L pierde algunas clases los sábados por sus juegos de pelota y, ¡ay!, una clase perdida invalida la posibilidad de que reciba el sacramento de la Confirmación en mayo próximo. Es viernes por la mañana, las oficinas de la iglesia están abiertas, el sacerdote me recibe, quince minutos más tarde de lo acordado (yo no puedo llegar tarde, no, es una irresponsabilidad, me espetó un día) y le pido que, por favor, me excuse porque tengo que ir a la farmacia a buscar una medicina para mi madre, que regreso en seguida, y qué me dice el sacerdote, que no, no puedo irme y dejar a L solo. Le digo que no está solo, sino con él y me dice que ese es el problema, que no puede estar solo con un niño, “son las reglas”, me dice, “pero, padre”, le digo, “la fe es confianza, yo confío en usted, ¿qué Dios usted le está enseñando a L? ¿cómo creer en alguien que no vemos, si no podemos confiar en alguien a quien vemos? Hay algo torcido aquí, y me dice este sacerdote que la gente deja la iglesia porque no conoce su fe, porque no sabe cuántas cuentas tiene un rosario, ni la diferencia entre pecado venial y mortal. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

VI
Acabo de escribir la entrada correspondiente al ocho de noviembre del diario (perdido) de Carlos Manuel de Céspedes en la que comenta sobre el proceso de deposición que la Cámara de Representantes siguió en contra suya, y anota: “asco, asco, asco”. El mismo asco que siento este día de elecciones. Tener que votar por la asquerosa de Hillary para que no salga el más asqueroso del candidato con nombre de pato. La abstención es la mejor opción. Me fui a casa de A y conversamos largo sobre su proyecto de escritura de un libro sobre fenomenología del que no entiendo mucho, pero parece interesante. ¡Fenomenología en la era del pato!

VII
Análisis (pseudo)leninista: el hombre con nombre de pato es el sepulturero del capitalismo, el Gorbachov de la economía de mercado y la democracia liberal. No es que el colapso del capitalismo, esté a la vuelta de la esquina, aunque la historia —ya lo sabemos, remember 1989—es mañosa y así como Alarico con sus hombre saquearon Roma en el 410, los sans-cullotes tomaron La Bastille en 1789 y Boris Yeltsin  se hizo con el Kremlin, aquí puede suceder así, pues la descomposición del sistema es evidente. El hombre con nombre de pato, por el que el establishment no daba un centavo político, se parapetó en un discurso antipostmoderno, antipostnacional, absolutamente convencido de la postverdad, y se llevó el consigo al sector más anti-democrático y racista de la democracia norteamericana, se hizo con los votos de los colegios electorales, y fue “democráticamente” electo, la “horrible noche” en que sucedió “este contra-evento, este desastre”, al decir de Alain Badiou. 

VIII
El ego de la señora Clinton fue su perdición —no se dio cuenta de la cama que le armaron, o ellos mismos, los Clinton, el establishment, se auto-armaron la cama con su arrogancia y desprecio por todo, la realidad y las personas. A quién se le ocurre pensar que, después de tener por ocho años a un negro en la Casa Blanca, van a dejar entrar de Supremo Inquilino, en este caso Inquilina, a una mujer. After a nigger, a bitch?, se dijeron los empobrecidos blancos del Midwest profundo, empobrecidos no por los negros y las mujeres y los latinos, sino por otros blancos, esos que tienen el dinero, todo el dinero y el poder. Quizás Bernie Sanders habría sido el candidato demócrata más viable, más racional, menos vulnerable. El desprecio por las mujeres en esta sociedad es profundo, concentrado, atávico. Mírese nada más la publicidad en el que la mujer es el objeto estrella, al que se apela para vender lo que sea.

IX
Los middle-age Cubans están un poco desconcertados con estos resultados electorales, avergonzados nunca –no hay lugar para la vergüenza. Hay un silencio en la blogosfera exmilitante de la UJC. Creo que se mudaron a facebook, y hasta allí, hasta esa granja en la que los animales no se rebelan, no tengo acceso. Quizás alguien pueda informarme. [Leí un texto de Iván de la Nuez. Un par de cositas. Una cosita, los “proletarios” de los que habla de la Nuez no son tales por la sencilla razón de que apenas quedan industrias en los Estados Unidos; a lo sumo podrían ser, según el argot marxista que bien aprendió en la Cuba anterior al período especial, obreros agrícolas. No fueron solo los proletarios ni los pobres, fue una colección de votantes blancos, pobres y ricos, misóginos, racistas e ignorantes todo, pero, lo sé, así no se habla desde la política ilustrada. Ciertamente, una bofetada al establishment que es uno solo, y del que es parte el hombre con nombre de pato, aunque no le guste, aunque reniegue, aunque todos digan que es un outsider. Otra cosita, y última. ¿Cuál izquierda? ¿Qué progresistas? Ni en las elecciones, ni en la vida política norteamericana hay derechas e izquierdas serias, con un discurso y una acción convincentes. This is a reality show, nothing else. Esto es una duda, no una pipa. ¿Qué es lo post-democracia?

X

Antes del día de las elecciones presidenciales, la prensa local publicó la foto de una joven que portaba un cartel en el que se podía leer: “Cubana y Católica, Voto por Trump”. No hubo una posición oficial de la Iglesia, pero si oficiosa —el sentir en las parroquias favorecía al candidato “pro-vida”. En Miami, el apoyo al hombre con nombre de pato era abierto y contumaz —me avergüenza esa ideologización de la “fe” de los cubanos de Miami. Me avergüenza, porque me siento engañado; ahora comprendo que jamás les interesó ninguna libertad, ni justicia, les interesaban sus intereses perdidos, su condición de propietarios intervenidos de víctimas colaterales de un proyecto emancipador. Me avergüenza, porque ni siquiera se dan cuenta de que apoyando a semejante personaje hunden a la iglesia en el lodo de la exclusión, los privilegios, la vulgaridad. Ya verán como les sale el “pro-vida”. [Tengo la sospecha de que las prácticas de esta administración serán tan inestables, soberanamente arrogantes, vacías de todo sentido ético como el personaje que “endorsaron” y por el que votaron.] Pero es “pro-vida”, se oirá como letanía de fondo.

Wednesday, November 09, 2016

Sin título

Poco antes que terminara el día de ayer, ocho de noviembre, me fui a dormir, tratando aparentar que no pasaba nada. Eran las once y media de la noche. Al acostarme sentía sienta intranquilidad, cierto nerviosismo que me hizo recordar el terror y la ansiedad que sentí el martes once de septiembre de dos mil uno. Unas dos horas más tarde, desperté y leí en The New York Times que Donald Trump había ganado, irremediablemente. Lo peor está ocurriendo. Estados Unidos está hablando, no sé si por primera vez, la verdad sobre su sistema político, su sociedad, sin afeites ni retoques: vivimos en una sociedad racista, misógina, de odio al inmigrante, demagoga, intolerante. Es el mentís de todo lo que pregona, a esos “valores universales” que imponen a sangre y fuego. Y ahí están todos, desde la población blanca, rural y pobre que salió a votar para recuperar la “América perdida” hasta los ricos y citadinos (y blancos) conservadores moderados que se esconden tras el velo de la corrección.

Ahí está David Brooke que escribió ayer, en las páginas de The New York Times, que se necesitaba un “tercer patriótico partido” que comprendiera que “el mundo se beneficia cuando América es una potencia líder y enérgica”. Una declaración a lo Trump, un trumpismo educado, pero lleno de la misma avasalladora ignorancia.

Muchos norteamericanos de los más diversos orígenes étnicos y socioeconómicos, conocerán hoy, por primera vez, la América profunda que los medios establishment de este país trataron de escamotear, con éxito, por tantos años, de la misma manera que se enteraron quince años atrás, el once de septiembre de dos mil uno, que había gente en el mundo que los odiaba. No lo podían creer, “¿nos odian? ¿a nosotros?”, se preguntaban.

Más allá de la metáfora y de las lecturas “intelectuales” que se puedan hacer de los hechos, la persona Donald Trump, esa que no se ha escondido para mentir, el extremista, el delirante, el déspota, será el inquilino de la Casa Blanca por cuatro años. Tengo miedo y asco. Pero sobre todo me preocupan mis hijos, los hijos de mis amigos y de los que no lo son tantos, los hijos de todos nosotros, que verán a lo más venal y vulgar (y miserable) de este país implementar unas políticas domésticas e internacionales que no traerán más que pesar y desasosiego. Paul Krugman no lo puede creer, escribe hoy en The New York Times y se pregunta, “Is America a failed state and society? Me temo que sí, míster Krugman, aunque quisiera pensar lo contrario por los mismos que temo en este día que apenas comienza y que es tan triste y desolador como aquel martes, once de septiembre de dos mil uno.

Friday, October 14, 2016

In memoriam [de los tres]

La pena y la incredulidad no han cedido. Pareciera que va a salir a lanzar, que se prepara para el día inaugural de la próxima temporada, que su madre y abuela lo miman. Pero nada de eso es real. La realidad, terca como ella sola, es que no habrá más temporadas para José Fernández, ni con José Fernández. La emoción ha cedido, eso sí. Ahora puedo ver con más claridad aristas de este accidente evitable. No me adscribo ciegamente a los dictados de un azar inapelable, “cuando las cosas van a suceder, suceden”. No creo griegamente en el destino. Invocar la providencia como la última responsable de los avatares de la vida es de un facilismo ramplón. En cierto modo es anular la libertad humana, esquivar la responsabilidad.

En el desafortunado accidente murieron además de Fernández, dos jóvenes más: Eddie Rivero y Emilio Macías. Muy poco se sabe de esos otros dos jóvenes. Apenas se habla de ellos. Rumores en las redes sociales. La celebridad de José opaca la muerte de Eddie y Emilio. No todos en Miami lloran al pelotero cubano. La familia de esos otros jóvenes, aunque no se han pronunciado públicamente pudieran estar molestos, además de sentir la muerte de los tres, trágica e inoportuna. El tiempo que lo aplaca todo irá sacando de la noche y del mar algunas reflexiones difíciles de aparejar con toda la narrativa cuasi hagiográfica y melodramática que se ha elaborado a partir de estos sucesos.

Llama la atención que apenas seis horas después del accidente, las autoridades declararan que el bote no era propiedad de Fernández y que no había indicios de que el alcohol o las drogas fueran causantes de este. Este tipo de declaraciones exculpatorias no suelen hacerse. Tampoco incriminatorias. Se pide tiempo para investigar y producir todo tipo de evidencias que aclaren hasta donde es posible los hechos. Conociendo cómo se comporta el mercado legal en este tipo de caso, el manejo de los seguros en este tipo de eventos y personas involucradas, la mercantilización de la vida social, no es improbable que se estuvieran echando las bases para evitar demandas y cobrar seguros. De hecho, esas declaraciones fueron desmentidas: el bote era propiedad de Fernández y todavía se estaban efectuando pruebas de toxicología. Dos semanas después aún seguimos sin saber los resultados de esas pruebas y algunas preguntas incómodas comienza a aflorar: José tiene una discusión con tu novia, se sube al bote, se lleva a dos personas que apenas conoce y visita una marina donde expenden comidas y bebidas hasta altas horas de la noche, después se vas a pasear, en medio de lo más cerrado de la noche, a la más alta velocidad, para combatir el estrés. De la lectura de esos hechos se infiere inmadurez e irresponsabilidad. Lamentablemente las vidas perdidas no se pueden recuperar, el dolor producido en familiares y amigos no se podrá mitigar en mucho tiempo, quizás nunca. No es necesario proceder a la inculpación de alguien. Tampoco es justo que se evadan las responsabilidades y el análisis serio, desprovisto de melosas metáforas y engañosos giros.

Este lenguaje tan predecible y gris que nos hemos inventado para sortear las precariedades y el vacío en que la sociedad moderna, o postmoderna, nos ha metido, un lenguaje deslucido y esquemático, este lenguaje en su deriva legal prescribe lo que en inglés se conoce como wrongful death, o muerte injusta, que pudieran usarse para describir los sucesos del pasado 25 de septiembre. Siempre quedará la duda sobre si esas muertes fueron el resultado de un comportamiento negligente e irresponsable de uno de ellos o de los tres —eso nunca lo sabremos. Sabemos que fue una muerte a destiempo y resultado de un accidente que nunca debió suceder.

Varias pensé que alguna vez comentar, el día que José Fernández llegara al Baseball Hall of Fame, que lo había visto desde sus comienzos, desde el mismo día que los Marlins lo firmaran en el draft del 2011. Pensé verlo lanzar en finales de series mundiales, romper todos los récords posibles para un pitcher. Era una alegría y una seguridad de victoria cada día que lanzaba. Ya nada de eso será, sino un recuerdo amargo.

Monday, September 26, 2016

In memoriam

Inmemoriam
Difícil de creer. Una vez aceptado el hecho, más difícil aún de aceptar: la vida joven y talentosa de José Fernández se estrelló contra las rocas en la isla de Miami Beach. Un accidente trágico, como lo son todos, especialmente cuando pierde la vida de cualquier persona. El efecto multiplicador de los medios de información y las redes sociales, y el hecho que se trataba de una figura pública, joven, talentosa y carismática, ha esparcido esta sombra de dolor sobre el sur de la Florida, donde José era, y seguirá siendo por un buen rato, una figura reverenciada.

El béisbol es el único deporte que realmente me apasiona. Durante la temporada, un fin de semana sin un partido de beisbol es inusual; en el offseason están los canjes, la llegada de nuevos peloteros, nuevos jugadores cubanos, cada vez más jóvenes, los dimes y diretes que preceden al entrenamiento de primavera y el comienzo de otra temporada. José Fernández en sus pocas temporadas con los Marlins fue una de las pocas razones para asistir al estadio, seguir al equipo, entusiasmarse. Su muerte imprevista —desatinada— marca, de alguna manera, la decadencia de la franquicia por algunos años. 

Lamento tanto su muerte, y el dolor de su familia, que he preferido quedarme en casa hoy. Y pensar. Y escribir esta breve nota. Sobre él. Y sobre el inaplazable destino que a todos nos espera. Y sobre la imprudencia de usar argumentos políticos que no hacen otra cosa que desacralizar el momento, evidenciar la falta de virtud de quienes lo hacen. Y sobre la doblez de los que se obstinan en usar argumentos religiosos como píldoras contra el dolor. Me quedo con la alegría y el deseo con que Joseíto jugaba a la pelota. Como si estuviera en un piten del barrio.

Wednesday, August 03, 2016

Nota del Consejo Editorial de Patrias. Actos y Letras

Patrias. Actos y Letras (www.patrias-actosyletras.com) está de nuevo en línea, tras varios días durante los cuales el sitio dejó de ser accesible y, de hecho, de existir.

El pasado 25 de julio, la administración de Patrias recibió del servidor de nuestro sitio web la siguiente notificación:

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La cuenta de Patrias. Actos y Letras fue, en efecto, bloqueada y los cargos conexos reembolsados. Afortunadamente, se pudo recuperar en su integridad los datos y el contenido del sitio, que ahora son de nuevo accesibles en nuestra nueva dirección: www.patrias-actosyletras.com.

El Consejo Editorial de Patrias. Actos y Letras ignora si detrás de la decisión de la OFAC de instruir al servidor de Patrias que bloqueara nuestra cuenta y desactivara nuestro sitio pesó algo (o alguien) más allá de meras consideraciones jurídicas, que, aunque no compartamos, respetamos en tanto ley del país en que residimos.

Cualquiera que haya sido el caso, y realizadas las gestiones correspondientes ante la OFAC por intermedio de nuestro servidor, Patrias. Actos y Letras está de nuevo en línea y su nueva dirección es www.patrias-actosyletras.com.

Wednesday, July 27, 2016

Y si después de tanta historia

Tomado de:Diario de a bordo, el blog de Patrias

Es justo y necesario comentar, aquí, en Diario de a bordo, el blog de Patrias, que no todo está perdido, que hace ya bastante tiempo, en los primeros años de los noventa del pasado siglo, que se publicó por primera vez el Diario perdido de Carlos Manuel de Céspedes, edición cuidada por el historiador de la ciudad, Eusebio Leal, y a la que le han seguido sucesivas ediciones hasta esta de 1998, que se dice corregida y aumentada, y que Patrias. Actos y Letras considera importante y pertinente publicar ahora en sus páginas, en la sección “Presencias”, donde también apareció ese otro texto fundacional de la lengua y de la patria que es el Diario de campaña de José Martí.

Es menester apuntar que Patrias. Actos y Letras se propone publicar, una entrada por día, en la fecha correspondiente, los diarios de aquellos que unieron su vida al destino de una idea, una causa, o una entidad, en este caso la patria. Una entrada por día, como para reproducir el tempo en que se escribieron esos diarios, porque Patrias. Actos y Letras es sitio no solo de compromiso político con una idea de la Patria como realidad natural y legado material, histórico, intelectual, ético y estético, sino también de voluntad de recoger e impulsar, renovándolo, ese legado. En las condiciones actuales, la mera preservación de la memoria de ese legado, su mera supervivencia, en lo material, pero sobre todo en su capacidad de resonancia en lo contemporáneo, es ya un esfuerzo de renovación espiritual.

El gesto de publicar en Patrias. Actos y Letras el llamado Diario perdido de Céspedes emana de ese compromiso y se inscribe en esa voluntad. Desde de la infancia, los cubanos aprendemos que Carlos Manuel de Céspedes y Quesada es el Padre de la Patria. Sin embargo, poco o apenas nada sabemos del padre, salvo que comenzó la revolución de independencia en su ingenio de La Demajagua, gesto que conocemos como el Grito de La Demajagua, y que les dio la libertad a sus esclavos, y, quizás, lo asociamos con el incendio de Bayamo, esa epopeya numantina, y con el himno nacional, junto a Perucho Figueredo. De ahí que la reproducción digital, por vez primera, de las páginas del Diario perdido del padre nos parezca de una valía y significación especiales, en estos tiempos de amancebamiento intelectual y económico de parte de tantos con los vecinos del norte, en cuyas tierras y con los recursos tecnológicos de aquí, este diario sale a la luz imprecisa, pero larga de la llamada Red.

Dicen que Cuba es una invención. La inventaron Colón y Velázquez, Morell de Santa Cruz y el obispo Espada, Agustín Caballero y Varela, Mendive y de la Luz, Céspedes y Martí, Mella y Villena, Lezama y Piñera… ¡qué buena invención! Y por esa invención han ofrendado sus vidas, en un campo o en otro, equivocados o no, muchas cubanas y cubanos. Entonces desde las cátedras o las azoteas, vienen y nos sueltan eso de que Cuba es una invención, y una invención, además de fracasada, peligrosa, porque es una de ínfulas teleológicas, como para desmovilizarnos política e intelectualmente, moral y, tarde o temprano, hasta culturalmente, y uno los lee o los escucha y cree leer o escuchar a alguien que está cavando su propia fosa. Pero la academia y las agencias les permiten esa perogrullada disfrazada de discurso académico o político, porque en la imaginación popular una invención es algo imaginario, irreal, y el gran aliado de la academia y de las agencias en su nada encubierta lucha por descolocar y hacer fracasar todo proyecto emancipador es la imaginación popular, “conquistar” la imaginación popular es abrir(se) mercado para sus golosinas y sus valores. Porque, ¿qué no es una invención? Estados Unidos es una invención: de las trece colonias a los cincuenta estados es un invento de los founding fathers que, a su vez, echaron mano de otros inventos franceses e ingleses, que los franceses llevaron de la mano del terror y de la guillotina a la historia. Entonces Francia es un invento de Voltaire, Montesquieu, Rousseau y Víctor Hugo, digamos. ¿Y quién inventó el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte? Sus inventores serían Chaucer, Malory, Milton, Shakespeare (quien, dice Harold Bloom, inventó lo humano, y nadie ni en las academias ni en las azoteas se pone bravo o discursivo, o discursivamente bravo) y Johnson. Y a Alemania, ¿quién la inventó? ¿Goethe o Bismark? ¿O ese otro gran demiurgo, Heidegger? O quizás fue Adorno, quien en el amanecer del veintisiete de noviembre de mil novecientos sesenta y siete anotó: Woke up with a proverb that seemed very profound at the time: ‘Only when the dogs are fierce will the inhabitants be loyal.’ ¿Será la India una invención de Tagore y de Ghandi? ¿Y quién invento Japón, Basho o Kurosawa? Y, así, ad infinitum. Entonces, estos intelectuales postmodernos predican lo de la invención de Cuba como un desmovilizante para desmontar el proyecto de emancipación cubano, y las academias les ofrecen becas y cátedras, y las agencias, foro. Y una y otras les hacen eco, como si ya estos cipayos fuesen mayoría, o voz de la mayoría, “gobierno espiritual” esperando, en su cabeza de playa, que lo corone el pasado vestido de promesa.

Vengo del mundo de la fe —creo en la invención de Jesús, de sus dichos y sus hechos. Si renunciara a esa invención, (más) vana (aun) sería mi vida. Para otros es la poesía, el arte, un oficio, valores… ¿Cómo podríamos vivir sin la invención, sin inventarnos a nosotros mismos? [Los cubanos se pasan la vida inventando, eso dicen para, con razón o sin ella, o con algo de razón, describir las dificultades cotidianas de los cubanos]

Este es uno de los pecados originales[1] de la institucionalidad del proyecto de emancipación cubano, dicho en simple y llano español, de las autoridades políticas y civiles cubanas, la estrangulación constitucional y práctica de cualquier formulación trascendental, el culto del materialismo más vulgar y ordinario… ¿Cómo una revolución que nace y se nutre de Martí, Varela, Guiteras, Mella, Villena… pudo renunciar, en el día a día, a la dimensión trascendental del ser humano? Fueron prácticas políticas concretas, sancionadas por el uso y el consentimiento de que todo lo que no fuera reductoramente materialista era contrarrevolucionario. La constitución cubana reformada en 1992 desterró el sinsentido de “estado confesionalmente ateo”, quizás una concesión de la dirigencia revolucionaria cubana a los del Partido Socialista Popular que le brindaron a la joven e inexperta revolución de 1959 la estructura de un partido y la experiencia política de cuadros a los también jóvenes e inexpertos revolucionarios de ese momento. Cuando en 1901 algunos constituyentes cubanos quisieron no incluir a Dios del preámbulo de la constitución que redactaban para la Cuba republicana que saldría de allí, Manuel Sanguily se preguntó, y preguntó a la asamblea, bueno ¿y si no invocamos a Dios, a quién invocamos? Dios, para los independentistas cubanos, para el mambisado, era representado por la Iglesia y la Iglesia era parte del poder colonial, había que barrer todo lo que real o simbólicamente refiriera a la colonia. Pero Sanguily vio más lejos y pensó, y nos hace pensar, si legitimamos un estado de cosas que aliene la idea de lo trascendente, ¿adónde vamos? La desidia y la indolencia encuentran su caldo de cultivo más propicio en aquellos cuyo horizonte se reduce a la chata realidad y en los que su desdén por la invención no es otra cosa que la expresión por otras vías de la nostalgia de lo otro. Aquí no hay voluntad psicoanalítica alguna ni barata metáfora. Otra invención, según estos redescubridores del vacío, de la nada, es José Martí. Ellos mismos, los redescubridores, un invento de las agendas empeñadas en orfandar la diferencia.

Puedo leer con igual fervor una glosa de San Juan de la Cruz que un poema de César Vallejo. Ambos apuntan hacia la zarza ardiendo. Puedo leer con igual emoción esta glosa de San Juan,

El que de amor adolesce
de el divino ser tocado
tiene el gusto tan trocado
que a los gustos desfallece
como el que con calentura
fastidia el manjar que ve
y apetece un no sé qué
que se halla por ventura.

que estos versos de Vallejo

¡Y si después de tanta historia, sucumbimos,
no ya de eternidad,
sino de esas cosas sencillas, como estar
en la casa o ponerse a cavilar!
¡Y si luego encontramos,
de buenas a primeras, que vivimos,
a juzgar por la altura de los astros,
por el peine y las manchas del pañuelo!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo, desde luego!
Se dirá que tenemos
en uno de los ojos mucha pena
y también en el otro, mucha pena
y en los dos, cuando miran, mucha pena...
Entonces... ¡Claro!... Entonces... ¡ni palabra!

Para eso Patrias. Actos y Letras publica el diario perdido del padre de la patria, para servir al amor… de… divino ser tocado y para evitar sucumbir no ya de eternidad [después de tanta historia], sino de esas cosas sencillas, como estar / en la casa o ponerse a cavilar!

26 de julio de 2016
[1] Nunca debí escribir el adjetivo "original". Fui injusto. Una de las trampas de la adjetivazión es que nos delata. La Revolución Cubana nunca tuvo, originalmente, ningún componente ni ateo ni anti-religioso. Fueron las circunstancias y cierta interpretación sectaria del marxismo las que instituyeron esa equivocada práctica de exclusión que la contrarrevolución supo aprovechar para sumar otro agravio.

Friday, July 01, 2016

La tierra del mambí y una reminiscencia

La tierra del mambí 

Samuel Beckett (re)escribía pasajes enteros de la Biblia como ejercicio literario y, quizás, quién sabe, espiritual —recuerdo haber leído esto en “Damned to Fame”, de James Knowlson

Durante el mes de mayo de este dos mil dieciséis, re-escribí entradas del diario de José Martí De Cabo Haitiano a Dos Ríos para Patrias. Actos y Letras. Escritura como lectura, sentía la escritura de Martí —pude ver los lugares, las plantas, las comidas, los hombres y las mujeres, los juicios y los ajusticiamientos, los ríos, los campamentos abandonados, los bohíos, el cielo, las estrellas, y pude ver a Martí, sentado en la hamaca, escribiendo sus notas, aquella nota de mayo y trece, en la que apunta: “Aquí fue, cuando esto era monte, el campamento de Los Ríos, donde O'Kelly se dio primero con los insurrectos, antes de ir a Céspedes.” ¿O’Kelly? No recordaba este nombre de mis lecturas anteriores. Entonces me puse a buscar a O’Kelly, y allí estaba, como casi todo ahora, online, su The Mambi-land, Adventures of a Herald Correspondent in Cuba publicado en Filadelfia en 1874. Martí lector y Martí líder político—en José Martí, el dirigente que se educa que quiere saberlo todo acerca de la causa a la que le va a dedicar su vida, porque para él el ejercicio político no es una carrera, sino una misión.

Buscas una copia, porque quieres leerla, quieres saber que pudo ver el irlandés, parece que curtido en estas gestiones de la guerra. Miembro de la Legión Extranjera, fue a México, y de allí salió como bala por tronera ante la posibilidad de seguir la suerte de Maximiliano; fue O’Kelly miembro, también, de la Cámara de los Comunes del parlamento británico, un pedigrí no muy alentador, me dije. En Cuba estuvo como corresponsal del New York Herald y escribió un extenso reportaje que después fue el libro que arriba cito. Al fin la copia –en Amazon, para comprar, o en Google Books para descargar, o en Florida International University (FIU), en Miami, para consultar. Y me decido por consultar en la biblioteca del campus principal de la universidad floridana el libro original, guardado con el cuidado que se le otorga a un enfermo terminal o, al menos, muy delicado, en una sala especial. Hacia allí,  FIU, voy, hacia allí me encamino, y llego al edificio de la biblioteca y pregunto a la recepcionista y me señala los elevadores y me dice, muy coqueta, fourth floor, Special Collection Room. Salgo del elevador y entro por puerta estrecha, como corresponde a todo lo especial, al special collection room y no veo a nadie. A los poco minutos, una voz amable, a mis espaldas, May I help you?, la formulita de la amabilidad americana que echo de menos cada vez que dejo territorio nacional. Indago, pido, le doy la ficha bibliográfica, asiente ella, se retira, entra en una sala rectangular de la que solo alcanzo a ver unos cuantos anaqueles y un papel marcado en rojo y pegado en la puerta de entrada, que te previene entrar, y piensas —cómo no pensar— en las puertas del infierno, en Dante, que te prometiste como lectura este verano para paliar este calor con ese otro de eterna duración, al menos con el consuelo de las bellas letras. Espero, retraído, y viene ella, toda sonrisa, librito con tapa de pasta, rojo viejo, en las manos que después se van a maquillar, se van a poner makeup, tratando de disimular, de encubrir, las huellas del deterioro o de lo verdadero… Me siento y hojeo y tomo fotos de las páginas viejas, y leo.

[Aquí sentado, ahora, en la sala de Special Collection en FIU, escucho que una voz educada le dice a la de la voz amable que alguien de Cuba está de visita y que es un alto funcionario de la Biblioteca Nacional de allá; me doy cuenta de que trama una encerrona al Dr. Eduardo Torres-Cueva, el alto funcionario, parece que de visita en la ciudad. Quiere reunir a todos los bibliotecarios que atienden, así dijo la voz educada, libros, documentación, misceláneas, escritos sobre Cuba, para demostrarle a Torres-Cueva, que lo que ellos —ya sabemos que ellos son los de allá —no han sabido hacer en más cincuenta años, nosotros lo hemos hecho aquí. Dice incluso que está encabronado, eso dice la voz educada.]

La lectura y la escritura de las páginas del último diario de José Martí me regalaron este momento —estar en la sala de esta biblioteca—, además de la lectura, sesgada, del librito de O’Kelly, durante varias mañanas, en este verano del dieciséis; y pude no menos que pensar, que no recordar, sino pensar, en otras dos bibliotecas y otras tantas mañanas de verano, montones de años atrás, cuando no se hablaba —o no se escuchaba— de cambios climáticos, calentamiento global, desastres ecológicos, economías emergentes y todos esos discursos irregulares que encubren la verdad que se mostraba, en toda su crudeza, en el conflicto abierto y frío, entre capitalismo y comunismo, que la asimetría no está sólo en los conflictos bélicos, sino también en la beligerancia ideológica.

Reminiscencia

Dos bibliotecas situadas en dos extremos de una misma avenida, Reina; once cuadras que conectan la tradición con la modernidad —desde la calle Amistad hasta la calzada del Padre Varela, más conocida por Belascoaín. En el extremo este, Reina y Amistad, el Instituto de Historia de Cuba, otrora el Palacio de Aldama, uno de los salones decimonónicos más concurridos de la ciudad; en el otro extremo, el oeste, la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús y San Ignacio de Loyola —Iglesia de Reina, como parroquianos y vecinos la conocen—, en Reina casi esquina a Belascoaín. Una biblioteca en cada extremo de la geografía  ideológica del país, —la del Instituto de Historia, anexa al Consejo de Estado de la República y la de la Iglesia, regentada por los sacerdotes de la Compañía de Jesús; así era el país de entonces, del que este de ahora, si no nos apresuramos, se nos convierte en caricatura, como nos pasó con la primera República, que a treinta años de guerras de independencia tan dolorosas, tan costosas, tan patricias, le siguió la chatura, la vulgaridad, el mimetismo; y no que todo fuera así —frustración en lo político—, porque está la República de Eliseo Diego, y esa es otra cosa, y está la República de Orígenes, y la de Mella, y la de Guiteras y el ABC, y la de Mañach, y la de Fidelio, y la de las retretas dominicales en los parques de los pueblos y la de la juventud del Centenario. Esas dos bibliotecas situadas entre esos dos extremos, son parte del patrimonio sentimental de mi pasado, en el que ahora pienso, no recuerdo, porque uno recuerda lo muerto y piensa lo vivo —recuerdo a mis amores y pienso en el amor, ethos y pathos. Pienso en las mañanas en la Biblioteca de Reina y en las mañanas en la Biblioteca del Instituto de Historia. En ellas, dicho con todo el candor e inocencia posible, fui feliz, en las salas de esas dos bibliotecas, porque, caigo ahora en la cuenta, eran cifras del destino incumplido. La biblioteca de Reina estaba en el cuarto piso de la Rectoría, con vista a los distintos niveles de techo de la iglesia y otras edificaciones aledañas; desde ellas se podían observar azoteas y pequeños tejados, así como los hermosos ventanales con deslumbrantes vitrales representando la vida de Jesús, la Virgen María, pasajes de la vida de Ignacio de Loyola y de algunos santos jesuitas. La biblioteca consistía en una sala larga y estrecha, con anaqueles adosados a las paredes y mesa rectangular al centro, máquinas de escribir (¡oh! tesoro de aquellos tiempos), lápices, bolígrafos, papeles, olores que iban de lo viejo a lo foráneo, ¡todo tan distinto de allá afuera! Clasificar fue lo que me pidió el p. Felicísimo, por entonces el bibliotecario, hiciera, clasificar los libros y las revistas, crear las fichas en unas pequeñas tarjetas con los datos generales del libro o la revista y después esas tarjetas o fichas se depositaban en unos muebles estrechos y altos con dos columnas de gavetas que parecían diminutas bóvedas. Mañanas enteras con la luz del verano entrando por las semiabiertas ventanas de la biblioteca del cuarto piso. Autores, lugares, títulos, palabras, silencio y yo, con los libros en la mesa leyendo escribiendo los títulos, los autores, los lugares de publicación y leyendo en la contraportada el resumen del contenido del libro. ¡Cuánto pesaron esas mañanas en mis años de formación! (¿Cuándo comenzó la deformación?) Paseaba por Roma, Madrid y Barcelona, Tubinga, Viena y Berlín, Lovaina, París y Boloña, los grandes lugares del catolicismo europeo, imaginaba mil posibles historias, adoptaba tantos nombres que el mío propio me pareció improbable para el gran evento de la autoría. Mañanas en las que las turbulencias de la adolescencia, amainaban y el deseo por el conocimiento aumentaba. En la biblioteca del Instituto de Historia, sólo un verano en los meses de julio-agosto de mil novecientos ochenta y cinco, durante el mes de producción que cada año debían servir los estudiantes universitarios con el doble propósito de ser útiles y entrenarse en campos afines a sus especialidades. Al final del primer año de estudios en la Facultad de Filosofía e Historia, me asignaron a trabajar allí para mi sorpresa y regocijo: un católico en una dependencia del gobierno, el enemigo adentro. [Vale aclarar que la administración de la Facultad no sabía lo de mi filiación religiosa, porque al momento de mi matrícula le dije al estudiante que procesaba mi solicitud de admisión, que resultó ser Iván de la Nuez, sobre mis creencias religiosas, a lo que él respondió, con una inusual como desacostumbrada tolerancia, que eso no era relevante, creo recordar que me dijo que él no me había preguntado eso, gesto por el cual siempre le estaré agradecido]. Allí estaba yo, aquel verano, al otro extremo de la calle Reina, al otro extremo ideológico de la biblioteca de Reina, entre legajos y documentos y libros, caminando por pasillos limpios, amplios, austeramente cuidados. Me asignaron recopilar toda la información aparecida en la prensa cubana de la época sobre el incendio del Reichstag en 1933. Algunas colecciones periódicas no estaban en el Instituto de Historia, sino en el Instituto de Literatura y Lingüística, cruzando Belascoain, en la Avenida de Carlos III. Por primera vez, sentí que tenía una vida normal, que el ojo chismoso y el dedo acusador, no estaban por allí, persiguiéndome, anunciando mi deserción de la utopía. Esas mañanas de verano en esas bibliotecas que guardaban más simetrías que oposiciones todavía guardan su callado entusiasmo en mi memoria; las horas de soledad tan acompañadas en esas bibliotecas todavía hoy me resguardan de lo excesivo. La cartografía y la temperatura de esas mañanas me salvan, geografía y temperatura emocionales, acompañadas de una coreografía en la que ejecuto la caminata de un punto a otro —de casa a Reina, de casa al Instituto de Historia, de casa al Instituto de Literatura, de casa a Reina al Instituto de Historia, de casa al Instituto de Historia al Instituto de Literatura, siempre de vuelta a casa.

La tierra del mambí (cont.) 

De la escritura de las páginas del diario de Martí y la lectura de su entrada en mayo trece de mil ochocientos noventa y cinco al nombre de O’Kelly y el libro de tapas rojas en la biblioteca de FIU; y estas mañanas del verano de dos mil dieciséis, y esas otras mañanas en aquellas otras dos bibliotecas, en otra geografía, otra historia, otro trazado espacial, otra temporalidad, y aquella geografía emocional que rescata esta otra. Hoy todo parece como amontonado y la tarea es separar la paja intrascendente del trigo permanente, para hacer espacio al tiempo que nos va quedado.

Friday, June 10, 2016

A Stanford Crime

[junio 10, 2016]
Hace pocos días, un juez sentenció a seis meses en una cárcel condal —a county jail is not a prison, at all— a un joven de veinte años hallado culpable de tres felonías de asalto sexual y violación. Este noticia llamó mi atención y pasé a leer el artículo. ¿Cómo alguien que ha sido hallado culpable de violación puede recibir sanción tan leve? En el artículo de marras se puede leer la siguiente declaración del padre del violador convicto: "his son should not have to go to prison for 20 minutes of action”. ¿Qué se puede decir, escribir, pensar, sentir después de leer algo así? ¿Violar a una persona son algunos “minutos de acción”? El juez dice que el acusado estaba ebrio y que eso disminuye su responsabilidad moral. ¿Dónde ocurrió esto? ¿En un país gobernado por una banda de forajidos insensibles en el que la ley se aplica según el capricho de los poderosos y las mujeres son meros objetos que dispensan placeres a la orden? No. Ocurrió en Santa Clara, California. El violador es Brock Turner,  exestudiante de Stanford University. Blanco. Aventajado nadador. Ciertamente da asco. No sigo leyendo. ¡Tanta hipocresía!
Una organización que coordina la participación ciudadana —MoveOn— envió un correo electrónico con una petición para sacar de su puesto al juez que dictó tan ridícula y ofensiva sentencia. Firmé la petición, claro está, pero antes quise saber más detalles del caso y de los involucrados. Encontré una declaración de la víctima, un detallado, valiente y bien escrito alegato contra —aunque esto no está explícitamente dicho— el sistema de justicia de este país, que cada vez pierde más su sentido y vocación de árbitro imparcial, por encima de diferencias de clases sociales y económicas, diferencias étnicas y religiosas. Si un joven blanco, estudiante de la Universidad de Stanford —una de las más prestigiosas del país—, cuya familia contrata a poderosos abogados e investigadores privados recibe un trato tan leve en comparación con el delito, ¿cuál es el significado, el mensaje, que este juez está estableciendo con su imprudente e injusta sentencia y con sus más que imprudentes e injustas valoraciones? Todo esto sucede en medio de la controversia sobre el trato discriminatorio que la comunidad afroamericana recibe de los cuerpos policíacos y en el mismo sistema de justicia penal. ¿Qué sentencia este juez habría dictado si el acusado hubiera sido negro o latino, pobre? ¿Dónde está Trump? Porque este violador no es mexicano, es un blanco que estaba borracho. Una cosa es segura, si un negro o un hispano hubieran sido los responsables de este crimen, la sentencia sería otra.
Vale la pena reproducir el párrafo en el que la víctima relata las preguntas a la que fue sometida, no para que esta demostrara su inocencia, sino su culpabilidad:
“How old are you? How much do you weigh? What did you eat that day? Well what did you have for dinner? Who made dinner? Did you drink with dinner? No, not even water? When did you drink? How much did you drink? What container did you drink out of? Who gave you the drink? How much do you usually drink? Who dropped you off at this party? At what time? But where exactly? What were you wearing? Why were you going to this party? What did you do when you got there? Are you sure you did that? But what time did you do that? What does this text mean? Who were you texting? When did you urinate? Where did you urinate? With whom did you urinate outside? Was your phone on silent when your sister called? Do you remember silencing it? Really because on page 53 I’d like to point out that you said it was set to ring. Did you drink in college? You said you were a party animal? How many times did you black out? Did you party at frats? Are you serious with your boyfriend? Are you sexually active with him? When did you start dating? Would you ever cheat? Do you have a history of cheating? What do you mean when you said you wanted to reward him? Do you remember what time you woke up? Were you wearing your cardigan? What color was your cardigan? Do you remember any more from that night? No? Okay, we’ll let Brock fill it in.” 
Lo más importante no es establecer las mentiras del otro; no es defender un grupo atacando otro; no es expandir la cultura del odio y la intolerancia. Lo más importante es decir la verdad y asumir las consecuencias de la verdad. Vivir en la verdad es tan doloroso que cada día, de alguna pequeña, a veces invisible, manera, renunciamos a ello. Pero esa renuncia no nos excusa de intentarlo de nuevo.  

Sunday, June 05, 2016

De insultos y tonterías: el solar que se lleva dentro


[junio 5, 2016]
Hace unos días, el pasado veintiocho de mayo, la escritora cubana Wendy Guerra publicó un artículo en la prensa de Miami titulado “Cuba y el otro CDR que se lleva dentro”, en que se queja, con razón, de los vituperios y las críticas malsanas de que es objeto por parte de ciertos sectores de cubanos que viven fueran de Cuba. No he leído ninguna novel o cuento de Guerra, sólo unos pocos artículos suyos en el periódico español "El Mundo". Aunque, a decir verdad, creo que solo he leído uno —una entrevista o conversación que tuviera con un amigo mío. Sin embargo, el artículo al que me refiero anteriormente me anima a escribir unas breves reflexiones sobre el tema y sobre cómo este es abordado.

Lo que en inglés llaman character assassination no es una enfermedad cubana, es parte de la condición humana. Lo primero que llama la atención de los ataques y vituperios contra los que Guerra levante su indignada voz en "El Nuevo Herald" —en el que una vez más, con tanta pereza como fatiga, usa los gastados argumentos de los desmanes y las consecuencias de estos “por parte de los hermanos Castro” desde 1959, tarjeta retórica que hay que marcar si no se quiere levantar sospechas de complicidad con “el régimen”— es la obsesión con hacer endémica de Cuba cualquier cosa: la pobreza, el hambre, las injusticias, el deterioro, las ruinas, el chisme, la envidia y, así, una larga lista de vicios, corrupciones y males, y todos ellos, efectos “del régimen”. Aburre, pero vale insistir en esto: la costumbre de usar recursos ad hominen para oponerse a la agenda o las propuestas de alguien es de vieja data, en Cuba y fuera de ella. En los Estados Unidos es casi una práctica aceptada en el mundo de la política y de las celebridades, que no es lo mismo, pero es igual. 

Como norma y principio, rechazo la descalificación personal, el uso oportunista de posiciones de poder, el insulto y, mucho más, cualquier alusión a cuestiones éticas o morales que puedan herir a la persona y su entorno de familiares y amigos. En este caso está el agravante de la condición de mujer de quien es objeto del insulto. La caballerosidad y el respeto a las mujeres debe ser parte de nuestras maneras y modales —eso hace el mundo más amable. Por demás, los cubanos tenemos ahí, de referente, otra vez, al Maestro: “La mujer no es como nosotros, sino como una flor, y hay que tratarla así, con mucho cuidado y cariño, porque si la tratan mal, se muere pronto, lo mismo que las flores”. Examino mi vida y encuentro muchos momentos, más de los deseados, en que no he estado a la altura ética de lo que el Maestro, con sencillez y delicadeza única, nos pide. Cierto es, también, que la corrección de lo equivocado es parte de la vida humana. Cierto es, también, que cuando una persona traspasa el ámbito de la privado y se convierte en una persona pública, el escrutinio, mejor o peor llevado, será un sambenito que la acompañará por siempre. 

Poco antes de que leyera este artículo al que hago alusión, alguien me pasó otro en forma de carta, o una carta para ser publicada en la prensa (El País, 28 de mayo del corriente) de Guerra, en el que la escritora se dirigía a Obama de una manera tan ingenua, tan llena de esa coquetería tropical que me hizo recordar, súbitamente, a la Wendy Guerra de "A Capella", aquel programa de la televisión cubana de los años ochenta, cuando leía poesía o se refería, con candor sin igual, al "El Principito" ¡Ah, qué tiempos aquéllos! Si Wendy escribe esa carta, pues debe esperar que no le siente bien a unos, que otros la aprueben, que comenten, pública o privadamente, que se formen juicios, casi siempre apresurados e injustos. Creo que ella, según se puede colegir del artículo en la prensa de Miami, no estaría enfadada con esto, sino con que se la ofendiera en su dignidad de persona o mujer. A mí, por ejemplo, la carta me parece una rotunda tontería, una ñoñería, a la que no le he concedido más de dos minutos de lectura y otros dos para referirme a ella aquí, ahora. La carta-artículo de "El País" no pasará la prueba de seriedad y objetividad periodísticas exigida por la prensa que se respeta a sí misma, pero cuando se trata de darle una estocada a Cuba, como quiera que sea, la gran, seria y libre prensa occidental publica cualquier cosa y otorga cualquier premio.

El artículo publicado en la prensa de Miami tampoco da para mucho análisis —está lleno de esos lugares comunes y presunciones rociadas con una gramática esquiva que espantan la lectura y el comentario. Sin embargo, me siento solidario con la molestia de Wendy ante las ofensas e infamias de que puede haber sido objeto.

Tuesday, May 24, 2016

Los nuevos perros para el mismo collar

Los reportes que llegan de Cuba no son nada halagüeños —las bodegas llegaron ya, y llegaron bailando reguetón… La propiedad privada de ciertos servicios es un mal necesario en una sociedad en transición—ni el nuevo estado tiene los medios para ser eficiente, ni la conciencia política ha alcanzado la madurez necesaria para asumir la socialización de los medios de producción y servicios. El modelo que a fuerza de hierro y marketing quieren imponer es el de anular el Estado en nombre de las corporaciones, reducir el gobierno a una pura agencia de redistribución de las migajas que deja caer el “uno por ciento” y control del “noventa y nueve por ciento”, y convertir a la ciudadanía en consumidores modelos, en roedores insaciables, en conejitos copuladores… En cuanto al poder político,  ya tuvimos a Aznar en España con bigotito y todo, y a Berlusconi en Italia, y Francia casi se gana a Dominique Strauss-Kahn, solo que lo sorprendieron, literalmente, con las manos en la masa y casi que termina en el talego. Entonces, ¿por qué desanimarse? Trump está ahí, al doblar de la esquina. ¿Y qué tiene que ver todo esto con Cuba, y las bodegas, y el reguetón? Bueno, un guiño teórico a lo que sucede en Cuba en materia de transformaciones económicas, un intento de pensar más acá del ensordecedor ruido de las bocinas con reguetón. Lo dicho, los reportes que tengo de Cuba distan de ser halagüeños…

Este domingo, de visita en casa de E., pude ver un programa de Anthony Bourdain, recientemente filmado en Cuba. He visto muchos de sus programas reportando de lugares distantes, la exótica imaginería culinaria local, pero este tenía ese sabor agridulce que le produce a todo buen norteamericano hablar de Cuba, acercarse a Cuba. Por un lado, se dan cuenta de que los han estado engañando, en el caso de Bourdain, toda la vida —nació en 1956—, que el cuento del monstruo asesino, de las ergástulas y el sufrimiento sin par del pueblo cubano es puro humo —es verdad que no llegó al cielo, pero está muy lejos del infierno: lo sabe muy bien, ha viajado mucho. Del otro lado, tiene, Bourdain, a sus interlocutores cubanos, artistas, empresarios, artistas-empresarios, gente común, intelectuales, fanáticos de los automóviles, que tratan de venderse por todos los medios como gente “normal”, sin una agenda, sólo adecuarse a los nuevos tiempos, comentarios, aquí y allá, mucha deliciosa comida y mucho ruido y mucho charm y mucho sol y mucha naturalidad y una seguridad que no se lo puede creer y, entonces, de ahí viene ese sabor agridulce, del contraste entra la propaganda y la realidad. Este programa de Bourdain sobre Cuba no me llenó de sano orgullo ni el deseo legítimo de regresar…, este programa me embargó de tristeza, porque detrás de ese discurso neutro, “normal”, de esa comida deliciosa y ese ruido, detrás de ese charm y ese sol y esa voluntad explícita de seducir está el rendimiento por cansancio, está el convencimiento de que, ya que todos no somos tan iguales, seamos lo más diferente posible… Entonces, como de pasada, la cámara toma rostros viejos y cansados, solos y apartados, y edificios en franca fase de demolición, y pienso que esos rostros fueron los del sacrificio de ayer, los jóvenes más o menos voluntarios de la agricultura y la construcción, y las misiones internacionalistas, y que los que se beneficiaron de su sacrificio, hoy se los sacuden de arriba, y no los invitan ni a la Fábrica de Arte, ni a ese patio de caldosa y cervezas frías, y rumbita de Kelvin Ochoa y diseño de Los Carpinteros… Esos rostros viejos y cansados alguna vez sonrieron imaginando su futuro y el de sus hijos, y la historia les jugó la mala pasada de detenerse, justo cuando debía continuar.

En cada una de las secuencias del programa se ve, por la rendija que se abre entre la gente y las cosas, que el bien habitó entre nosotros, que la utopía halló espacio para anidar… En el programa se ve lo que los más desesperados intentos de ocultar no pueden, que hay más cosas que defender y proteger de la que los mismos cubanos se dan cuenta. De algo pueden estar seguros, si el gobierno cubano en un acto de irresponsabilidad y lesa traición abriera el país, y sus recursos, y su mercado, tal cual se lo piden y exigen el gobierno norteamericano y los petimetres —nunca mejor dicho— locales y del exilio, la institucionalidad del Estado cubano y el incipiente sector no estatal desparecerían en nada, y este último, con su discurso de “normalidad”, primero. El sector estatal y el no estatal de la economía cubana no tienen ni los recursos, ni el capital, ni la tecnología, ni la rapacidad, ni la maldad del mundo corporativo norteamericano que desembarcaría en Cuba con la maleta de golosinas delante, las golosinas de la libertad de expresión y asociación, las golosinas del pluripartidismo y la iniciativa privada, y esos ciudadanos cubanos, ese pueblo cubano por el que tanto advocara Obama durante su visita a Cuba, serían desplazados, descolocados, despedazados para hacer espacio para la nueva realidad, la realidad real, que dice un amigo.

Aunque los reportes que me llegan de Cuba no son muy halagüeños y el programa de Bourdain me halla entristecido, tengo la secreta esperanza, casi la certeza, de que la responsabilidad y la seriedad de las instituciones cubanas que tienen que ver directamente con el funcionamiento del día-a-día del país están comprometidas con la estabilidad y la seguridad de la ciudadanía y el pueblo, así como con la soberanía del Estado cubano.


Como no pudieron a la fuerza, quieren probar con la “diplomacia”, pero para que ésta le funcione tienen que volver a aislar a Cuba, esta vez no con diplomacia (Punta del Este, 1962), sino a la fuerza, por eso están propiciando la desestabilización de todos los gobiernos progresistas de la región para que a Cuba, aislada otra vez, no le quede más remedio que caer como la manzana madura que siempre nos han considerado. En este contexto no hay discurso neutro ni normal, no hay equidistancias. La única posibilidad de Cuba es su realidad de hoy. ¿Perfectible? Sí. Revolucionaria siempre. El mundo de hoy es muy diferente al mundo de hace veinticinco años atrás, cuando la Unión Soviética colapsó. Las tecnologías de la información y de la comunicación han alterado considerablemente la relación espacio/tiempo y la forma de relacionarnos. La responsabilidad de los países más poderosos debe ser tan global como los intereses y las ganancias. Cuba, desde su condición de país pobre y subdesarrollado, ha demostrado que se puede vivir con dignidad y compartir, pero solo dentro de un proyecto de país informado por los valores que le son consustanciales como nación y esos son, lo sabemos todos, los ideales de justicia y libertad que nacieron entre las paredes del Seminario San Carlos y San Ambrosio, se desparramaron por los salones de las ciudades y las soledades de los campos, se consolidaron en la manigua, se cultivaron en los hogares cubanos, escalaron la Sierra Maestra y, desde entonces, tratan de colocarse definitivamente en la mente y los corazones, en el ser  y en el quehacer, de los cubanos.

Thursday, May 19, 2016

Ya, tarde en la noche, velando...

A C., que no olvida a Martí

No puedo y no quiero que termine el día sin anotar algo sobre este día difícil pero necesario. El Maestro cruzó el arroyo de la sierra. Reproduzco un artículo de Maria Zambrano recordando el cien aniversario que se acercaba. En esos momentos, en algún punto de la geografía cubana, otros se aprestaban a continuar la guerra necesaria...

Martí camino de su muerte

Por María Zambrano

SUELEN dividirse los hombres que han dejado memoria de sí en aquellos que hacen y aquellos que cantan o piensan sobre lo que otros hicieron o simplemente sobre lo que pasa en su torno: poetas y aún filósofos -si por filósofo se entiende el que se siente obligado a dar cuenta del Mundo que encuentra, a la luz de una idea que lo juzga e ilumina-. Y no es frecuente que ambas cosas, la acción y su comentario, el hacer y la expresión se reúnan en un hombre solo. El hombre de acción, se ha dicho, piensa después de haber actuado y rara vez lo cuenta y menos aún, echa sobre sí la penosa tarea de descifrarlo. El hombre de acción suele destacarse por su mutismo.

Diríase que el hombre de acción y el poeta viven tiempos distintos y que mantienen una distinta relación con lo más decisivo de la vida, con la muerte. Al hombre de acción la muerte parece llegarle de improviso, le sobreviene como a un cazador cazado. A todo el que no medita o poetice, la muerte le llega de sorpresa. Mientras que al poeta y al meditador aunque no le hayan dedicado sus pensamientos, la muerte les llega desde adentro, de un modo íntimo, como la madurez natural de un fruto logrado, pues no se trata de un proceso de la conciencia, sino de la intimidad; y del modo en que se vive el instante, vaciándolo de su sentido recóndito, descubriendo su relación con el remoto instante ya ido, anticipando el porvenir. Poetizar es recordar; meditar más bien anticipar o anticiparse, viviendo de antemano, proyectando. Y es este doble movimiento de la intimidad el que parece crear ese modo de ir hacia la muerte, haciéndose amigo de ella, como la finalidad de la vida y no su brusco término.

No parece haber huella de presentimiento, ni la más leve preocupación ante la muerte en esas últimas páginas que Martí escribiera el Diario de Cabo Haitiano a Entrerios. Quizás él no imaginaba que iba hacia su fin, o quizás no quiso transcribirlo, mas la existencia misma delDiario, su tono y una específica calidad como de misterioso temblor del alma ante las cosas que parecen herirle, hace que sea un testimonio de los más preciosos y raros que un hombre puede dejar, más que un testamento, cosa del pensar; un itinerario de su morir, cosa del ser.

Es la cercanía de la muerte gran reveladora; no hay además de ella sino esa angustia de la culpa para hacer que el fondo secreto de la persona salga a la luz, se manifieste, en esa acción que es la Confesión, la simple confesión literaria. Más los autores de Confesiones lo han hecho desde una conciencia ganada por la angustia, empujados por el anhelo de darse a comprender.

Cuando no se siente esta angustia de la falta, y la muerte se deja sentir desde adentro, es porque algo ha sucedido; algo que devuelve el estado de inocencia -esa inocencia que suponemos en el niño-, un candor que es desnudez del alma que se deja herir por toda cosa, que vibra despidiéndose sin saberlo; y una paz profunda en ese adiós.

Es lo que el Diario de Cabo Haitiano, de José Martí, trasmite a quien lo lee; va desnudo y sin secreto, sin sombra de máscara casi, como si hubiera muerto ya… y estaba vivo; viva, sin defensa alguna, toda su sensibilidad que recoge la imagen de cada árbol, de cada mata, de cada gesto y figura viviente: la jutía degollada para el condumio, la taza de café con que les acogen los amigos y seguidores. Y aquellos forajidos fusilado el uno, salvados por él los otros dos -"aconsejé y obtuve el perdón". Percibe la diferente forma que el terror toma en cada uno de ellos. Nada se le escapa, ni el color de unas flores ni las nubes que pasan por el cielo, ni el vestido de una niña, ni la actitud remisa de algunos hombres esclavos del salario. Quizás él no supiera claramente dónde iba o no quisiera -por pudor ante el misterio último saberlo- pero sí sabía de dónde venía, aunque apenas lo deje entrever. Pues ¿qué le ha pasado a un hombre que se deja herir con tanta paz y que alcanza tiempo para escribir esas miles de heridas que todas las cosas le infieren? Diríase que ha ido más allá de la esperanza, que la ha dejado atrás.

¿De la esperanza? No dudaba del triunfo de la causa a que se había entregado; lo sabía cierto, inevitablemente cierto, más allá de los combates que faltaran por dar, cierto en virtud de la necesidad histórica, la sabía cierta quizás porque había cumplido… ¿Qué le había pasado, pues?

Hay algo que cuando se cumple deja al protagonista como en la orla de la vida; el sacrificio. Difícil palabra, imposible casi de usar, por el abuso que de ella hizo el romanticismo y por algo más grave aún: porque el sacrificio es la acción que vence a la ambigüedad en que se debate siempre la vida de todo hombre y más aún la del hombre de acción. De sacrifico suele revestirse toda ambición desmedida. Y hay cosas que solo de otro pueden decirse que cuando se dicen de sí mismo: sacrificio, humildad, suenan a falso. ¿Se entiende acaso que alguien diga: "yo que soy tan humilde"? Deja de serlo en ese mismo instante; así el que sabe que se sacrifica de modo consciente, torna ambigua, dudosa esta acción que necesita, para ser cumplida, ser inocente.

Ser realizada en la inocencia, no quiere decir no ser sentida. Pero el sentimiento es tan íntimo y total que no deja lugar a la elocución. No puede ser declarado; se siente, pero no se sabe.

Iba hacia su muerte, la suya; pues solo alcanza una muerte propia, aquel que ha cumplido hasta el fin. Quien ha realizado su hazaña pasando por todos los momentos esenciales que hacen humana la vida del hombre: angustia, amargura vencida a fuerza de generosidad; soledad, esa soledad en que el ser se siente a sí mismo temblando y como perdido en la inmensidad del universo y también la compañía de todas las cosas, las más altas y lejanas y las más humildes y próximas. Quien ha realizado el doble viaje: el descenso a los infiernos de la angustia y el vuelo de la certidumbre. Martí había recorrido la órbita de un hombre que asume total, íntegramente su vida: por eso teme su muerte propia, íntima, que le esperaba como el signo supremo de su ser.

Se había vencido a sí mismo -que tal cosa es sacrificarse-. Nacido poeta tuvo que ser hombre de acción. Y toda acción es de por sí violenta. Todos los dones que había recibido -dones y castigos al par que hacen de un hombre poeta- habían de tirar de su ser para llevarle a una aventura íntima, a una de esas aventuras que se llevan a cabo apartándose del mundo y de todo lo que es lucha. No quiso. Y se le siente y se le ve revistiéndose de su condición terrestre, imponiéndose el deber de ser hombre; cumpliendo como en sacrificio ritual de la virilidad, el entrar en la violencia. Al hacerlo así, apuró su destino de hombre: pues no tenía vocación guerrera y fue a la guerra -laberinto de violencias- por destino. Pertenecía a esa clase de seres a quienes la simple violencia que es todo vivir, el de todos los días, le es un cilicio y hasta una cruz. Su destino no le estuvo dictado por su temperamento, ni por un deseo de evasión; se hizo a sí mismo en contra de sí, de sus gustos. Por amor a la libertad vivió en una absoluta obediencia. Y eso es el modo más alto y noble de ser hombre.

La Historia nos presenta a lo largo de las épocas personajes de una rara calidad que los separa de todos los de su rango. En el Imperio Romano es Marco Aurelio, quien deja sentir su tormento de ser emperador, de tener que mandar, que ser inexorable, él que hablaba a solas consigo mismo, en largos insomnios de la conciencia en vela. Y es Hamlet en el mundo de la ficción, -tan real- que habiendo nacido para soñar y meditar tuvo que hacer por su mano la justicia. Son "los débiles" que por una paradoja de la condición humana han de ser los más fuertes, y lo logran.

Y aun en la vida que no quedará escrita en la historia, en la vida anónima, la paradoja viene a ser la misma, son los llamados débiles quienes alcanzan la suprema fortaleza. Pues en esto no hay diferencia esencial alguna: es la moral única que podrían enunciarse en una forma valedera para cualquier condición humana: Toma tu Cruz, vale decir "asume tu destino", por mucho que contraríe a tu deseo, a tu placer, y aun a los dones que recibiste por la naturaleza. Lo cual lleva, cuando se hace, a tener que inventarse a sí mismo, a tener que crearse a sí mismo, rehaciéndose en cada instante, viviendo con la conciencia desvelada todos los menudos incidentes sobre los que los demás resbalan. Así José Martí a lo largo de su vida; escribir su biografía sería escribir la biografía de un puro sacrificio.

Y solo así se explica esa inocencia poética que le acompaña en todos los momentos de su acción y que se hace nítida en el extremo de la pureza que es la simplicidad, cuando va camino de su muerte. Había llegado a esa etapa final de la perfección moral que es el desasimiento: ¿qué podía temer si nada tenía que ambicionar? Se había ido reduciendo a sí mismo hasta quedarse en el esqueleto y menos y más aún, en ese fondo último de la persona, en algo intangible. El mismo lo dice en esas páginas como suelen decirse las íntimas verdades refiriéndolas a otro: El no quiere gente a caballo, ni lo monta él, ni tiene a bien los capotes de goma, sino la lluvia pura sufrida en silencio.

La lluvia pura sufrida en silencio… es el mismo Martí quien la sufre y la ha elegido como el elemento de su ser. La intemperie. El trabajo incesante de los hombres ha sido desde siempre el hacerse una casa y una casa es también la Cultura, las Leyes, la Historia… y hasta el Arte. Pero ha habido hombres que han querido vivir a la intemperie, para sentir hasta calarles los huesos esa lluvia incesante que siempre cae, sin protección, sin albergue. La lluvia pura del destino aceptado como algo celeste. Soportar la inclemencia que viene del cielo, de lo que está sobre nuestras cabezas. Es la forma de ser habitante del Planeta, de vivir un destino humano sobre la Tierra. Y esto para dejar una Casa hecha para los otros, para todos.

Por eso Martí no podía dejar de ser universal, de sentir universalmente el trozo de historia que le tocó vivir. Pues que su acción brotó del amor y fue mantenida por la conciencia en vela. Dejó esta acta de nacimiento a la Nación Cubana: haber nacido, no de una ambición partidaria y particularista, -de un afán de escisión-, sino de un anhelo de integrarse en la Historia Universal. Por ello, la idea de Libertad fue el eje y el último argumento de su obra, pues la Historia Universal es en el fondo la Historia de la Libertad.

Y la universalidad no excluye, sino que exige para conjugarse con ella la intimidad más entrañable. En un repliegue del campo cubano le esperaba la muerte, la suya, esa que solo alcanzan los limpios y humildes de corazón. Y él describe este lugar donde cayera: …El bello estribo de copudo verdor, dónde con un ancho recodo al frente se encuentran los dos ríos: el Contramaestre le entra allí al Cauto… allí hay arboleda oscura y una gran ceiba.

Y junto a la ceiba, ese árbol que pudiera ser la más pura expresión de la tierra y del cielo de Cuba que parece tocar con su copa, habría de caer para levantarse en una doble existencia: allí donde ya no hay más lluvia que sufrir y aquí, como un desvelado guardián de su pueblo, pura voz para ser oída en el silencio. A su muerte podrían aplicársele aquellos versos del poeta Antonio Machado -alguien que obtuvo su muerte propia por el sacrificio-: Y cuando llegue el día del último viaje -y esté al partir la nave que nunca ha de tornar- me encontraréis a bordo, ligero de equipaje -casi desnudo, como los hijos del mar.

1ro. de febrero de 1953