Saturday, December 17, 2016

Penúltimas impudicias

[La publicación en Patrias de un artículo de John Lee Anderson me motivó a escribir(le) una coletilla para, de un modo nada críptico, dejarle saber a ese escribidor que la impunidad tiene límites. Todos los enemigos, abiertos o solapados, de Cuba hacen de la muerte de Fidel el fin de la Revolución. ¿No aprenden? No aprenden.]


Desde el título hasta la última oración, el artículo de Jon Lee Anderson —The Audacious Funeral and Quiet Afterlife of Fidel Castro, The New Yorker, December 4, 2016— repite el mensaje que ellos —la (fallida) contrarrevolución y las (no menos fallidas) administraciones norteamericanas desde Eisenhower a la fecha—  han decidido se debe ser la "verdad", que Castro es (fue) un megalómano histrión. Esto lo repite Anderson usando un lenguaje que junta lo prosaico y el ingenio,  "From start to finish, Fidel’s funeral was choreographed with Big History in mind." (De principio a fin, el funeral de Fidel fue una coreografía que tuvo como trasfondo la Gran Historia.) Fidel Castro murió y ya nada será igual. El delirium tremens de la dipsomanía contrarrevolucionaria: el orden capitalista y la normalidad democrática, el mercado libre, la libertad y los derechos humanos demoraron un poco (casi sesenta años), pero ya vienen llegando, canta con renovado júbilo Chirino, el verdadero final de la historia, dice Anderson con disfraz de Fukuyama, y Andrés Oppenheimer puede descansar, su larga hora final ha acabado, su vaticinio se ha cumplido.

Jon Lee Anderson, es lo que suele llamarse un periodista serio, pero su lectura de la realidad es a partir de códigos prefabricados en la industria posmoderna de las letras y las artes, no hay un verdadero pensamiento independiente —a lo sumo podemos arrancarle algunas reformas para mejorar esto y mucha campaña política para el establishment liberal y sus candidatos, pero remedios radicales, nueva sociedad, cambio de estructuras socioeconómicas y de régimen de propiedad, no, nada de eso, eso es una quimera, un imposible metafísico, un cuento de camino. Pues, bien, ese cuento de camino los aterra a todos —republicanos y demócratas— y de todas partes disparan para acabar con el fantasma, para unos, y el espectro, para otros. 

Si en Cuba hubieran hecho un funeral a Fidel Castro con todo el fasto pasible, lo habrían criticado. Un funeral sencillo pero simbólico los ha insultado. Como murió diez años después que lo dieran por muerto, su muerte no le supo a gloria (amarillista). No hubo dramatismo. Hasta después de muerto los sorprende, porque fue consecuente. La consecuencia en los principios es algo que no es común por acá. Ahora resulta que el presidente electo, Donald Trump, no cumplirá ni un tercio de lo que prometió, algo que se sabía y la seria y libre prensa no dijo nada. ¿Cómo van a entender un proceso político y un liderazgo serios? Los cubanos saben distinguir a un mentiroso de un cojo tan rápido como otros un auto modelo tal de otro modelo tal cual.

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