Litúrgicas (11)
Libros sobre mi "mesa de trabajo", que lo mismo está en el
aula donde enseño, en el comedor de casa, o en el estudio. Mi "mesa de
trabajo" son los libros que leo o consulto, o consulto mientras los leo y
llevo de un lado a otro, libros nómadas, sin residencia fija. Cuando han sido
leídos o consultados, los devuelvo al estante donde reposan su pertinencia hasta
que los vuelva a extrañar, que es mi peculiar manera de necesitarlos, y los
rescato de su silencio al mío, de su letra escrita a la mía por escribir.
Libros sobre mi "mesa de trabajo", que abro, ahora, y leo. He aquí
algunos pasajes,
Pirrón.
Al espíritu extremo se le acusa de locura
como de un defecto extremo; únicamente la mediocridad es buena: esto ha sido
establecido por la mayoría y es ella quien muerde a quien se escapa por el
extremo que sea. No me obstinaré, admito con gusto que se me coloque allí, y
rehúso estar en el extremo inferior, no porque sea inferior, sino porque es
extremo, pues del mismo modo rechazaría que se me situase en el superior.
Salirse de la humanidad es estar fuera del mundo medio.
La grandeza del alma humana consiste en
saber estar ahí; tanta falta hace que la grandeza consista en salirse de este
punto, que consiste precisamente en no salirse. [Este es el Pascal que confunde a quien busca en
su escritura una lectura edificante. En Pascal, el desafío sin irreverencia.
Tanto quieren obligarme a que piense (y sienta) la mismo (que ellos) que,
pensándolo, pienso distinto, porque el solo hecho de que lo haga desde la
consistencia conmigo mismo, me diferencia de ellos y no me ubica ni en el extremo inferior ni en el superior, sino en el medio, para que la grandeza explote de
tanta medianía.]
I have already considered the Gospel in
connection with the development of attestation. These documents are in the
nature of testimonies: the accent is on historicity [...] The
'density' (so to speak) of the Gospel's duration is like that of human life,
not the same from star to finish. At first monotonous and full of repetions, it
quickens its tempo from the going up to Jerusalem, and still more during the
Holy Week. In the Resurrection it attains its sublime climax. All leads up to
it. [The Problem of Jesus, Jean
Guitton. La paradoja es que un libro que intenta desacreditar la historia de
Jesús, de desacralizar la historia de Jesús, me lleva a buscar textos que apuntalan,
desde el reconocimiento de la persona
y de la misión de Jesús, los dichos y los hechos que nos narran los evangelios.
Así, este libro de Guitton como antídoto a El
Reino de Emmanuel Carrère. Lo que importa de este fragmento es lo que dice
de esos documentos y su conexión con
lo histórico, y su apunte sobre la "densidad" de los mismos, su semejanza,
en eso, a la vida humana. Esos documentos
como atestaciones de aquellos que conocieron a Jesús, o de aquellos que
escucharon a otros que lo conocieron a Él. All
leads up to it—Todo conduce a eso,
a la Resurrección, a lo que la modernidad (los modernos), y más aun su post, combaten sin dar tregua con todas
sus fuerzas, mente y corazón. Porque es
con la Resurrección (de la carne, como reza el credo católico y el ortodoxo)
que lo histórico alcanza su plenitud o, para decirlo con Guitton, su climax sublime, pero la modernidad
reduce toda la trascendencia a ese "espíritu" que revolotea dentro de
la historia y se devora a sí mismo y se recicla en múltiples ideologías;
entonces lo histórico pierde su trasfondo transcendente, y queda confinado a lo
eventual inmanente.]
Si el cristianismo posee realmente un
significado universal, hemos de afrontar esta paradoja: por una
parte, el cristianismo trasciende toda definición histórica de lo que podríamos
llamar la esencia de la fe cristiana; por otra parte, esta esencia a su vez
sólo podrá encontrarse en determinadas realizaciones históricas [...] es
imposible identificar la esencia del cristianismo exclusivamente con una forma
histórica o con una determinada definición de la fe cristiana. [...] De aquí se
sigue que el cristianismo se mantendrá vivo y será verdadero si cada época se
pronuncia nuevamente a favor de Jesús de Nazaret partiendo de su propia
relación con Jesucristo. [Jesús.
Historia de un viviente, Edward Schillebeeckx. La última oración de la cita
se refiere a la misma persona de dos maneras diferentes: una histórica, Jesús
de Nazaret, y otra religiosa, Jesucristo, y lo que para cualquiera es una
dualidad, aquí es unidad que se alcanza sólo en, y con, la fe. ¿Qué significa
pronunciarse a favor de Jesús? Significa
aceptar su proyecto de Reino que se explica en las bienaventuranzas y en la
narración del joven rico que se acercó a Jesús a preguntarle lo que debía hacer
para obtener la vida eterna. En la aceptación de esa propuesta de vida, el
compromiso (del) cristiano se realiza históricamente—sale de la sacristía y se
instala en la plaza. Pero la aceptación de una propuesta así conlleva una
radicalidad que se puede alcanzar sólo desde un acto de fe. Es decir, la
renuncia a las aspiraciones incluso más legítimas, desde un punto de vista meramente
humano, necesita ese impulso, esa convicción, que se alcanza sólo desde el
convencimiento más profundo de que la realidad que nos rodea no es el último
acto, desde el reconocimiento de que aquello que no conocemos, pero avistamos,
es real. Esa relación entre historia y fe es fundamental para comprender este
hoy, este presente tan irreal, en que
el proyecto de sociedad y de persona está claramente delineado como un proyecto
de consumidores de bienes cada vez más virtuales, más vacíos de realidad. Hoy
la historia se enseña como anécdota, no el corpus
en que vivimos y que tenemos que ajustar a las necesidades de los seres
humanos, a las necesidades materiales y a las exigencias éticas, a la preeminencia
de los valores morales. Vivimos en un mundo dogmáticamente pragmático, en que
la fe que se "practica" ha sido condensada en una receta para el delirio de la felicidad, una fe que
descompromete y desconecta, una fe privatizada y monopolizada, sujeta a la
oferta y la demanda, y como no puede ser distribuida justamente provoca
neurosis—una sociedad neurótica, ajena, caótica. ¿En cuáles realizaciones históricas podremos
encontrar la esencia de la fe cristiana?
Al azar: (Sobre qué clase de poesía vivirá.)
Sólo lo que se allega, (apega?) a lo permanente es perdurable: o al espíritu humano, o al espíritu de la
Naturaleza.—Eterna poesía lírica.—Ciencias, artes, costumbres—pues esas son
notas vivas y graciosas, meros realces de color,—lo que las telas viejas,
armaduras para los pintores.—Tómese de cada época lo peculiar y saliente que ella dé, y lo que la caracterice, pero como vestidura de lo permanente.— (...)Siento
que todas las nubes de la tierra descienden sobre mi corazón.—Ni mi cuerpo ni
mi alma pueden ya resistir este combate por la limpieza en mis afectos que
parece imposible de lograr.—[Cuaderno de apuntes 11, Tomo 21, Obras
Completas, José Martí, edición de 1975,—Ni que fuera necesario indicar el autor
de esos apuntes del mejor de nosotros,
que supo ver en el hoy lo permanente. Apunte que necesitaría de
una exégesis exhaustiva y competente para adentrarse
en la significación profunda de cada sentencia... Dilucidar, por ejemplo, lo permanente y esa insistencia en el espíritu humano o de la Naturaleza en un hombre que, de tan peculiar, impregnó toda una cultura con esa peculiaridad, que ya no podemos abandonar, renegar, a pesar de
tanto esfuerzo por "deconstruirlo" y, “deconstruido” él, "deconstruir"
no ya una nación o un proyecto de sociedad, sino aquello en lo que la una y lo
otro se asientan—un modo de ser y de vivir, una cultura que se quiere proponer
como civilización, con unos valores que de tan viejos son siempre nuevos,
siempre inalcanzables en su natural
pertenencia al reino de la justicia y de
la verdad.
Libros sobre mi "mesa de trabajo"—algunos de modo permanente.
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