Andrés Reynaldo (AR) apenas escribe ya para las páginas de opiniones de El Nuevo Herald -cuando lo hacía en el pasado era uno de los escasos consuelos que los damnificados lectores de la abominación periodística de Miami tenían. Leo el periódico en español de la ciudad sólo para confirmarme en la certidumbre de que la idiotez humana es ilimitada. En cuento a los artículos de AR, suelo leerlos un par de veces, la primera vez para disfrutarlo –la mayoría de las veces hay en ellos un aliento literario tremendo, no siempre; la segunda no sólo para discrepar o disentir, sino para tratar de entender los mecanismos o los resortes que llevan a un escritor de su talento a incurrir en lugares comunes que no dejan otra alternativa que pensar en el oportunismo. A propósito de su último artículo, pensar que “las damas de blanco” son “unas mujeres vestidas de blanco empecinadas en ir a misa” no es una convicción política, es una perversión política, una desviación, o perturbación, del orden de las cosas.
A veces imagino que las letras cubanas pudieran dar un Bernhard, un escritor contra el estado, contra la imbecilidad humana y los lugares comunes. A veces pienso que AR pudiera regalarnos una obra parecida, al menos en el talante. Mas, la cotidianeidad impone su registro y sus cuentas. Mientras sigo leyendo a Bernhard (et al) a punta de café y cigarrillos, y cuando aparece un roncito Havana Club.
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