Tuesday, May 13, 2014

Comentario 5/13 algo sobre la legitimidad


El tres de abril del (¿o de?) dos mil trece, Vicente Echerri publicó un artículo en “El Nuevo Herald” que he vuelto a leer un par de veces a lo largo del año que ha trascurrido desde su publicación. Hoy lo le he leído por tercera vez. Desde su primera lectura supe que debía escribir un breve comentario sobre el artículo de marras que lleva por título “La necesaria ilegitimidad del enemigo”. ¡Qué debía escribir!  ¿Por qué? ¿Qué distingue a este artículo? La manera que está enunciado la problemática cubana, la argumentación que esgrime para deslegitimar al proceso revolucionario cubano y la posible solución del drama. Del autor apenas sé que vive en el área de Nueva York-New Jersey y los que lo conocen y me conocen afirman, más o menos, que es un excéntrico, cualidad que para mí es más un elogio que un insulto. Admiro la forma que escribe, la secuencia lógica con que expone sus argumentos. He leído textos suyos sobre literatura, autores cubanos, cultura en general que son como limonadas frías al filo del mediodía cubano. En cuanto a la comprensión de la historia cubana reciente estamos en aceras opuestas, caminando en paralelo, sin convergencia posible. Al menos hay que reconocer que ha tenido el coraje y la decencia de llamar las cosas por su nombre con una honestidad devastadora: “no reconozco la legitimidad del gobierno de mi país ni de sus instituciones”, escribe y esa sola razón para no regresar a Cuba hace “superflua”, escribe Echerri, todas las demás. Así dice, o parece decir, Echerri, todas las demás razones que tengo para no regresar a Cuba palidecen frente al argumento de la legitimidad. Aquí se plantearían varias interrogantes y algunos comentarios: ¿qué le otorga legitimidad a los procesos políticos, a los gobiernos? El gobierno revolucionario cubano ha estado en el poder los últimos cincuenta y cinco años sin que se haya organizado una oposición estable, sólida, convincente, efectiva; por otra parte la población ha crecido cerca de un cuarenta por ciento en ese lapso de tiempo –cambio no solo generacional, sino ese que llaman los demógrafos sustitución de población con todo las consecuencias que eso significa. Este par de datos pueden usarse como factores de consenso entre la población cubana de la isla, consenso que otorga legitimidad. Suponer que la población cubana no ha se movilizado contra el gobierno cubano al que Echerri llama “un grupo de gánsteres de medio pelo que ha querido enmascarar su patanería con unos andrajos marxistas”, que no lo ha derrocado simplemente por miedo, incompetencia o impotencia, no solo es de un simpleza enorme  y absurda, sino un velado insulto al carácter de las personas que viven en la isla, una vileza inconfesable, y un “divinización del gobierno castrista” para ocultar frustraciones y resentimientos. Consenso no significa un asentimiento bovino, un acatamiento acrítico de la voluntad y las decisiones del gobierno. A decir verdad, durante, al menos, los primeros treinta, cuarenta años del proceso revolucionario cubano, la unanimidad y la falta de crítica eran desoladoras, fueron también los años de más intensa y abierta hostilidad por parte de los distintos gobiernos norteamericanos y de los exiliados de Miami y otras partes. La hostilidad y los planes de desestabilización no han cesado. La revolución cubana, que ha sido la misma desde mil novecientos cincuenta y nueve, nunca será digerida por los gobiernos norteamericanos y por cierto tipo de exiliado, porque para ellos la revolución, el gobierno, sus instituciones carecen de legitimidad, y esa carencia hace válida cualquier estrategia, táctica o plan para derrocarlo. Si después de la desaparición física del liderazgo histórico de la revolución cubana, los nuevos gobernantes, administradores y legisladores cubanos, con prontitud o con lentitud, de una manera abierta o velada, comienzan a moverse en dirección de los intereses norteamericanos es posible entonces que el gobierno de los Estados Unidos acepte algún tipo de negociación o acuerdo. Los exiliados como Echerri nunca aceptarían ningún tipo de negoción con el gobierno revolucionario –tendría que ocurrir una suerte de regresión histórica que recuerde más a la ciencia ficción que a la ciencia política. Si en el ínterin entre la desaparición de una generación y la emergencia otra sucede el “milagro” del petróleo en aguas jurisdiccionales cubanas, ni el más pulido argumento sobre la legitimidad política del gobierno cubano y sus instituciones detendrán a las grandes corporaciones norteamericanas de participar en el nuevo mercado… Pero esto también es un poco de ejercicio de la imaginación… Atenerse al presente, a lo que tenemos hoy, y con esto imaginar los posibles futuros, sin olvidarse del pasado, estudiar la historia, es la receta para una política realista, pragmática, que no se olvide del bien y de la verdad pero que, a la vez, no postergue la acción en virtud de esperar las “circunstancias ideales”. Ya, al final del artículo, Echerri postula una “manos que… desempolven y afirmen de nuevo la república”. Hay en esa frase un indudable trazo de la poética de Diego, y hay algo también que recuerda a Borges ahí… Es una pena que un hombre de tan buen escribir, que parece ser un conversador tremendamente ameno, que por lo que he leído de él mismo, debe cocinar muy criollamente, camine en la acera de enfrente… al menos para mí es una pena. Dice los que lo conocen y me conocen que Echerri escribe excelentemente bien. No lo dudo. Que alberga novelas y cuentos y poemas de excelente factura. Aspiro a que escriba sus memorias y las deje ahí, reposar… Puede que yo no las lea, que no me alcance la vida… pero otros sí, y, entonces, esas manos que él pide, quizás sean las suyas…

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