Friday, February 07, 2014

Comentario #1/14


No voy a ceder a la tentación de escribir sobre un amigo muerto hace un mes. Amigo odiado por unos pocos en esta ciudad, que se ha convertido, por muchas y muy cubanas razones, en el asentamiento definitivo para un gran números de cubanos. El amigo en cuestión fue sacerdote católico y después de su fallecimiento se ha escrito tanta bobería, como diría él mismo, que es preferible abstenerse de participar en ese rosario que abarca desde panegíricos llenos de pietismo  al estilo de “nos veremos, Padre Carlos…” hasta envenenados y atorrantes comentarios. Para no variar, el artículo de Andrés Reynaldo es distinto, su estilo es más cuidado, nada patético. El artículo de Andrés Reynaldo sobre la muerte de Carlos M. de Céspedes y García-Menocal refleja el desamparo ético de Miami, la escandalosa pobreza moral de sus élites, su desapego de la historia y la verdad. La opinión que Andrés Reynaldo expresa es la variante refinada de la opinión que se expresa en Miami y que tiene en común la misma tesitura: nada que venga de Cuba, nadie que viva en Cuba, y no se adscriba con meridiana fidelidad, a los postulados, bien conocidos, del exilio tradicional es honrado, honesto, valioso. Claro, Andrés Reynaldo sabe como adscribirse sin perder el aire literario. Esta línea lo hubiera salvado del anatema: “Cualquiera que fueran sus motivaciones o, si prefieren, sus estrategias, no alcanzan a explicar la perversa lógica de algunas de sus acciones.” Pero él prefirió decir más y escribió que el sacerdote en cuestión asistía a cocteles oficiales pero no defendía a los opositores, que escribió sobre ese asesino que fue el Che que mató a la crema y nata de la juventud católica y, ya en el colmo de la hipocresía, lo acusa de apartar a la iglesia del camino de “ser piedra de resistencia, manantial de creadora verdad, ejemplo de sacrificio” frente a la dictadura castrista. De nada le valen los giros borgianos a su escritura para disfrazar el deschabe ético que esa, su escritura, trasluce. Ser anticomunista, anticastrista, anti fidelista, de derechas, firmes creyentes en la economía de mercado, todo eso es legítimo y debe tener su espacio en una sociedad civilizadamente organizada en torno a la verdad y el respeto. Pero, diría yo, que muchos que debieron ser “piedra de resistencia, manantial de creadora verdad, ejemplo de sacrificio” se mudaron al Miami real o al Miami simbólico que todos los cubanitos llevamos dentro. Para infortunio, de muchos cubanos y cubanas honradas y emprendedoras, la legítima desaprobación, disidencia y oposición a la revolución cubana y su gestión ha sido usada para satisfacer vendettas personales y ayudar al peculio de unos pocos. Cuando las causas políticas nobles se usan para dirimir asuntos que no conciernen ni contribuyen al mejoramiento de situaciones convulsas, se tuerce su sentido histórico, se minan sus asideros morales. Andrés Reynaldo en una muy lograda línea en su artículo revela el carácter de su pensamiento: “Ahí podemos leer sus finales panegíricos, acarreando el agua de la ambigüedad y la cobardía al molino de unas reformas que, así en su realidad como en su promesa, eleva a la Cuba de Fulgencio Batista a un nostálgico precedente de igualdad, oportunidades y derechos.” El fragmento que subrayo es el que interesa: pensar que las reformas que se están produciendo en Cuba puedan desembocar en algo tan horrible, tan defectuoso, tan malo que pueda hacer palidecer a la realidad cubana bajo Batista, en cuanto crímenes y atrocidades, es de un contrasentido histórico que es inconcebible en personas serias y educadas. Pero, bien, como él mismo dice al final de su artículo, Algún día sabremos por qué.

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