Friday, March 16, 2018

Litúrgicas (16)


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De la primera lectura del cuarto lunes de cuaresma del profeta Isaías (2018)

«voy a crear un nuevo cielo
y una nueva tierra:
de las cosas pasadas
ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento
»
¿Qué más añadir a esta profecía en cuanto conocimiento de la vida eterna, si aceptamos la vida eterna desde la fe? Esta es una de las angustias del hombre, su finitud, su mortalidad, el dolor de la muerte y el dolor en el morir, la violencia de ese hecho, la violencia con que ese hecho puede precipitarse. Las religiones han sido explicación del mundo natural y promesa de otro sobrenatural, protección contra el mal en esta vida, promesa del bien eterno —no hay civilización, cultura, grupo humano que haya escapado a la religión o la haya soslayado, estará ahí siempre, no importa los altos niveles de desarrollo material y y conocimientos científicos, la pregunta siempre está ahí, la duda. Desde la fe decimos, "viviremos, sí, pero cómo". Entonces, se nos regala esta profecía hermosa como lectura de lunes, a pocas semanas de las celebraciones más importantes del calendario litúrgico romano —pasión, muerte y resurrección de Jesús, triduo pascual, revelación del kerigma
Si queremos saber cómo es la vida eterna, ahí está en pocas y hermosas y claras palabras lo que es —sin esoterismos baratos, ni misticismos ni arrobo, ni lágrimas ni carcajadas, ni new age o feng shui, o budismo o hara krishna, o meditación yoga con barniz cristiano [que la oración cristiana es lectiva, porque nace de un libro que contiene muchos libros, y es histórica, porque narra hechos y dichos, lectiva e histórica]
Pascal dixit: «La inmortalidad del alma es una cosa que nos importa tanto, que nos interesa profundamente, que es fuerza haber perdido todo sentimiento para permanecer indiferente sobre saber lo que es. Todas nuestras acciones y todos nuestros pensamientos deben tomar una ruta tan diferente, según que podamos esperar o no bienes eternos, que es imposible dar un paso en la vida con buen sentido y juicio, como no sea reglándolo según las ideas que se tengan sobre ese punto, que ha de constituir nuestro supremo fin.» [L’immortalité de l’âme est une chose qui nous importe si fort, qui nous touche si profondément, qu’il faut avoir perdu tout sentiment pour être dans l’indifférence de savoir ce qui en est. Toutes nos actions et nos pensées doivent prendre des routes si différentes, selon qu’il y aura des biens éternels à espérer ou non, qu’il est impossible de faire une démarche avec sens et jugement, qu’en la réglant par la vue de ce point, qui doit être notre dernier objet]
El cuerpo muere: la materia se transforma: veintiún gramos
Hace unos meses, asisto, virtualmente, a misa diaria. Una parroquia madrileña. Un sacerdote que incluye siempre en las preces una muy especial por la terrible situación en Venezuela. Y nada más. Ningún otro ruego —es como un guión. La fácil, y conveniente, conversión de los efectos (tan promiscuos) en causa tan transparente. O la satanización de la mentira cuando la verdad es ardua. Casi en todas sus homilías repite que existe la vida eterna, la resurrección de Cristo es un hecho histórico. Dice que existe la vida eterna con la convicción de alguien que ha visto y oído y palpado, con la fe del discípulo que vio y creyó (Juan 20, 8)
Wittgenstein preguntó si no era la vida eterna tan enigmática como la presente
Es difícil aceptar que de las cosas pasadas ni habrá recuerdo... Difícil por lo que hemos amado aquí, que siempre pesan más esos instantes dichosos que la desdicha. ¿No hay ahí un exceso de celos divinos? La eternidad a cambio de la memoria

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