marginalia
Demos cracy, a-dieu!
Make no mistake: la validez y viabilidad del sistema político y económico norteamericano se discute dentro de las reglas del mismo sistema -Occupy Wall Street es la evidencia social de lo anterior. Después de dos meses en Zuccoti Park, la policía de la ciudad de New York desalojó a los protestantes en nombre del bienestar público y la empresa privada. Occupy se extendió a las principales ciudades del país y fue usado por la clase política y los medios de comunicación como expresión del “espíritu de las leyes” de la democracia representativa occidental. La respuesta del sistema ha sido siempre la misma –tolerar con disgusto, mediatizar los reclamos y disolver las protestas por las vías más expeditas y eficaces posibles, cuales quieran sean estas.
Después de la caída de la Unión Soviética y los países socialistas de Europa central y oriental, los reclamos de justicia e igualdad han vestido diferentes trajes; el más común es la lucha por la preeminencia de los intereses comunitarios sobre los intereses del mercado mundial. Individuos y líderes comunitarios ven la globalización como la concentración de la riqueza y la distribución de la pobreza; los discursos políticos tradicionales se han quedado al margen de las realidades socio-económicas y la tribuna ha sido ocupada por intelectuales transnacionales y postmodernos cuyo poder de convocatoria es escaso y la capacidad de influir en los cambios radicales que la sociedad contemporánea necesita está limitada a ser una maniobra intelectual de los mismos. La academia ha reemplazado el ágora.
Desde Seattle, 1999, las campañas de protestas en las cumbres de los países más ricos han expresado inconformidad con el paradigma de mercado libre, economía global. Mercado libre regulado por las corporaciones trasnacionales; diseñado para viabilizar las mercaderías y los servicios de las economías más fuertes y menos reguladas; el acápite financiero de la economía a grupas de la producción; la especulación financiera, el olvido de la realidad económica.
Los indignados todos, uníos: el reagrupamiento de movimientos sociales de distintas tradiciones y diferentes ideologías, superando las estrecheces y cerrazones que antes signaban a la “izquierda”, es un reflejo de la globalización del descontento, de la insatisfacción de las necesidades básicas de la población y de la incapacidad del sistema financiero internacional para proveer con soluciones viables y sostenibles a la crisis económica mundial.
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