De la caja de Padura
Desenterrando este texto escrito hace unos meses... Creo que hay algunas ideas salvables...
Primero fue la lectura del
artículo de Atilio Borón sobre la entrevista de Leonardo Padura en el diario La Nación de Buenos Aires.
Me pareció pertinente que señalara que es imprescindible referirse a la
política de todos los gobiernos norteamericanos cuyo epítome es el embargo, eufemismo por bloqueo, cuando se pasan juicios de
valor o análisis políticos sobre la revolución cubana y sus posibilidades
futuras. Desconocer esta realidad y su decisiva influencia en el proceso
político cubano del último medio siglo contradice toda lógica política, todo
análisis político de fondo.
Luego, la lectura de la
entrevista misma de Leonardo Padura. La frase que
intitula la entrevista es ambigua: La
realidad cubana es muy peculiar para explicarla con prejuicios a favor y en
contra… Ninguna proceso político se puede comprender, que no explicar, con
prejuicios. Además, ¿estar a favor o en contra de qué? ¿de la realidad cubana?
¿o de la revolución cubana? Si no se puede “explicar” con prejuicios a favor o
prejuicios en contra, entonces cómo. La periodista argentina se refiere a la
revolución cubana como “utopía trunca”, y así anuncia su lugar político. Después,
la entrevista transcurre sin sobresaltos, los típicos tópicos de los
suplementos culturales de domingo o sábado: la escritura como tabla de
salvación, escritura dominical para el desayuno, la cuestión del alter ego y la reminiscencia
autobiográfica de la literatura, el valor de la palabra escrita, etc. También, lo que se dice típicamente en
entrevistas de cubanos: la apertura no es profunda, soy independiente, trinidad
del poder, binomio patria-nación (creo que aquí se puede intercalar una fe de
errata: el binomio “tradicional” al que se apela es “patria-revolución”), etc.
La última línea, o la que el editor de la entrevista quiso que fuera la última
línea, revela el posicionamiento ideológico del autor, dice: anhelo la normalidad. Anhelar ese
momento de sosiego en el que nos sentimos en paz con nosotros mismos, con los
demás, con el entorno, en el que todo parece, y aparece, diáfano, claro,
transparente… Ah! La normalidad… No hay sociedades normales, eso lo debe saber
el autor Padura, que viaja tanto… pero vive en Cuba… Quizás eso no lo deje ver
la anormalidad de las sociedades “normales”.
Después, los correos de
Juan Carlos Tabío y Arturo Arango. Correos personales,
intercambio de saludos y comentarios sobre el asunto. Sin embargo, Tabío apunta
algo muy valedero sobre la ineficiencia económica, la ineficacia burocrática,
la falta de responsabilidad social y la supuesta obligación de mencionar al
“embargo” o el “imperialismo” como moneda de cambio para “quedar bien” cuando
se adopta una posición crítica. La obra de arte no tiene que tener ese “santo y
seña” siempre, eso sería un fraude. Pero
lo que se está polemizando no es la obra de Padura, sino sus comentarios en la
prensa. El debate político debe ser sobre temas políticos. Tabío se refiere
también al debate entre ser independiente y ser oficialista en la comunidad
intelectual, académica, artística, en la vida económica y política de la
sociedad. Ese debate debería ser público y abierto a la participación de todos.
Incluso éste mismo debate debería encontrar eco en la prensa cubana y quizás
alguna revista pueda recogerlo, ampliarlo, matizarlo.
Más tarde, la respuesta de
Guillermo Rodríguez Rivera a Juan Carlos Tabío y
de ese texto me quedo con muchas cosas, sobre todo con la sinceridad de sus
observaciones. Me parece de poca sustancia considerar el “desengaño” como
categoría de peso, que revele las estéticas sobre las que se construyen las
obras literarias, sus influencias y su posible permanencia en el canon de una
literatura, de una cultura. La ‘literatura del desengaño”… eso se parece mucho
al “anhelo [de la] normalidad”.
A
continuación, el texto de Juan Antonio García Borrero. Un par de comentarios:
primero, sobre la cuestión del silencio - estamos hablando del silencio social,
político, de lo que no se dijo en el momento que se debió haber dicho, dando
paso a mucha incomprensión, discriminación, arbitrariedades, injusticias con
segmentos de la población que por origen de clase, nexos familiares, o
creencias religiosas estaban en el
horizonte de los “desafectos”, los “desintegrados”, los “individualistas”, los “poco
entusiastas” y, a la vez, dio impunidad a un número de personas, ese “sujeto
colectivo nombrado ‘revolucionario”, que en nombre de una “causa mayor” o de
“el proyecto”, impartía bendiciones a siniestra y maldiciones a diestra; ese
silencio sobre el desarrollo institucional del país, sobre la crisis social y
económica, acerca de la preeminencia del aparato partidista sobre la sociedad
civil… Ese silencio sideral, ¡si se hubiera evitado! o, al menos, si no se
hubiera renunciado tan de prisa a la libertad inherente a nuestra condición de
individuos… El otro comentario se refiere a este fragmento: “…me interesa comprender (quisiera
enfatizar ese término: comprender)... cuáles
fueron los dispositivos que permitieron que una idea tan humanista como la que
propuso originariamente Marx, una herramienta que supuestamente venía a
emanciparnos, a hacernos más libres y plenos como individuos, se convirtió en
el siglo pasado en aparato de dominación y terror en todo ese sistema comunista
que por algo se derrumbó.” Este comentario recuerda a Spinoza “en
política no hay que reír, ni llorar, nunca detestar, sino comprender”. La
comprensión como actitud y categoría ética, académica y política desbrozaría el
camino hacia una sociedad que desplazara la arrogancia y la sospecha, la “parametración de los seres humanos”.
No
se trata discutir la calidad literaria de Leonardo Padura, ni siquiera su obra
–eso le corresponde a la crítica literaria; se trata de debatir las opiniones
públicas que el autor ha expresado en diversas ocasiones y en diversos
escenarios. Leonardo Padura con sus palabras ha motivado una discusión, un
debate, y eso, en sí mismo, refleja cambios y es importante. El debate del
pasado y la crítica del presente ayudan a esbozar un futuro más civilizado.
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