Tuesday, January 20, 2015

apuntes

[enero 20, 2015]

Cuando el pasado 17 de diciembre los presidentes de Cuba y los Estados Unidos, Raúl Castro y Barak Obama, respectivamente, en sendas alocuciones públicas, anunciaron la reanudación de las relaciones diplomáticas entre los dos países —rotas desde 1961— y el intercambio de prisioneros por razones humanitarias, comencé a tomar notas de carácter impresionista, si se quiere. Esas notas no tienen orden alguno como no sea el cronológico —fueron escritas en el orden en que fueron pensadas. Quedan muchas observaciones fuera, muchos matices de un proceso que apenas comienza y que será largo y complejo. Recuerdo ahora al historiador Manuel Moreno Fraginals, una noche del decisivo año 1989 durante un encuentro en el que oficiaba de conferencista ante un grupo de cubanos exiliados; le preguntaron por qué había decidido quedarse en Cuba, Fraginals respondió que una revolución era un evento excepcional en la historia y que no todos los historiadores tenían la oportunidad de ser testigo de primera mano. El restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre estos dos Estados es de esos eventos que, sin ser excepcional es, al menos, extraordinario y abre un proceso que estará, sin duda alguna, preñado de sobresaltos, pero no dejará a nadie indiferente.  
I
Algunos dicen que el restablecimiento de relaciones entre los dos países es el final de la “guerra fría”, que el siglo XX acabó con la caída del comunismo en 1989, pero la “guerra fría”, al menos su último episodio, con este evento. El fracaso del socialismo real —retratado hollywoodensemente con Boris Yeltsin, de delirium tremens memoria, encaramado en un tanque frente al edificio de la Duma Estatal— no condujo a un replanteamiento de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, sino, por el contrario, las sucesivas administraciones endurecieron la política de bloqueo y aislamiento aprobando la Ley Torricelli (1992) durante la administración de Bush, padre, la Ley Helms-Burton (1996) durate la administración Clinton, las draconianas restricciones migratorias de Bush, hijo, amén de otras regulaciones codificadas dentro de distintos paquetes legislativos que afectan la normalidad operativa del Gobierno cubano con otros países e instituciones. Que los Estados Unidos, después de más de veinte años de desaparecida la Unión Soviética, después de más de cincuenta años de haber roto, unilateralmente sus relaciones diplomáticas con Cuba, comience un proceso de negociaciones que culmine con el restablecimiento de estas es, cuando menos, un acto de justicia histórica que cierra un ciclo de manera elegante en el que parece no haber triunfadores evidentes. Lo que sí es evidente es que el Gobierno cubano no acató ni uno sólo de los requisitos y condiciones que Ley Helms-Burton impusiera para que los Estados Unidos abriera una embajada en La Habana.
II
Si se lee con paciencia la declaración del Presidente Obama del pasado 17 de diciembre, la política exterior de Estados Unidos hacia Cuba no ha cambiado sustantivamente. El Gobierno norteamericano no ha renunciado a su política de regime change, a su compromiso con traer a Cuba de vuelta al capitalismo, que renuncie al socialismo. En otras palabras, el derecho de autodeterminación del pueblo cubano no han sido aún reconocido por las autoridades norteamericanas.
III
¡Tanto tiempo fuera de Cuba! Lo que más lamento de esta ausencia es la pérdida de mi “naturalidad” cubana y la adopción del artificio —pérdida del sentido de ser y de lugar; se comienza por adoptar otra personalidad, algo que nunca fuiste o que quizás estaba dentro de ti, pero que no era tu verdad, sino las asperezas y virutas que la cotidianeidad incrusta y tú resistes. Después del anuncio de que los Estados Unidos y Cuba reanudaban relaciones diplomáticas, tuve la impresión de que la gente parecía contenta. Aun cuando se trata del comienzo de un largo e incierto proceso, la gente parece contenta en Cuba; en Miami, no —el negocio se le acaba a unos y a otros la negación en la que han vivido. Ese peso invisible en el que nacieron varias generaciones de cubanos, ese invisible pero omnipresente enemigo, esa sombra cuya única mención podía significar tu anulación social, desaparecía como por un acto de prestidigitación. Décadas de mutuas descalificaciones superadas en un instante, un día y una hora concretas.
IV
Es más claro que el agua: la coalición de fuerzas políticas y económicas en los Estados Unidos que están presionando por normalizar totalmente las relaciones con Cuba están decididas a ir hasta el final. Treinta corporaciones agrícolas piden el levantamiento de todas las regulaciones y legislaciones que impiden relaciones comerciales plenas y normales con Cuba. Los directivos y socios de esas corporaciones son republicanos, conservadores en su mayoría.
V
Artículos y más artículos, y todos apuntan a que las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos van a re-establecerse más rápidamente de lo previsto. Hoy un artículo en el “Sun Sentinel”, de la vecina ciudad de Fort Lauderdale, Plundering America: The Cuban Criminal Pipeline. El artículo de marras analiza la incapacidad del sistema judicial norteamericano de procesar crímenes cometidos por cubanos contra agencias federales de salud, fraude contra instituciones financieras y narcotráfico porque escapan a Cuba y no hay tratado de extradición vigente entre ambos países. Lo menos que se puede decir del artículo es que es impreciso ya que crea la (falsa) imagen de que las actividades criminales de los cubanos contra el sector público y privado comenzaron hace sólo veinte años atrás, a principios de los años noventa, cuando es de dominio público, son hechos probados, que la participación de cubanos en actividades criminales en territorio norteamericano es de vieja data. ¿Acaso no aceptaron las autoridades norteamericanas a individuos vinculados con prácticas criminales en Cuba en los años subsiguientes al triunfo de la Revolución Cubana? Criminales de carreras, personajes vinculados al mundo de la mafia, políticos y funcionarios corruptos se contaban entre ellos. ¿Y la impunidad con que se llevaban a cabo acciones en contra del Gobierno y la población civil cubanos? ¿Y el narcotráfico y el lavado de dinero que floreció en los setenta y ochenta? Recuerdo a un político cubanoamericano, Senador Alberto Gutman convicto de fraude al Medicare en el año 2000. La confluencia del crimen y el exilio cubano no es un tópico nuevo. No es menos cierto que esta nueva hornada de criminales cubanos cuenta con unas “facilidades” que aquellas no, si tiene en cuenta los cambios migratorios del 2013 que permite a los emigrados cubanos mantener su residencia cubana o repatriarse. 
VI
Muchos amigos cubanos con los que he compartido y conversado sobre la nueva situación de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos están de acuerdo en que este acuerdo es positivo; pero esos mismos amigos ven con suspicacia y con rencor infinito al Gobierno cubano, como si este hubiera sido el agresor en este conflicto y como si hubiera que creer, a pie juntillas, en la buena voluntad del Gobierno norteamericano.
VII
Definitivamente, vivimos un capítulo nuevo en las apasionadas relaciones entre Cuba y los Estados Unidos —relaciones diplomáticas, políticas, comerciales, culturales, sociales que van desde el encuentro más apasionado hasta el desencuentro (igual de) apasionado. Nunca dejará de ser así, amantes sunt amentes.
VIII
Quizás reevaluar la posición de liderazgo de los Estados Unidos a nivel mundial y regional fuera una consideración que se tuvo en cuenta cuando se iniciaron las negociaciones el año pasado entre los gobiernos de los EE. UU. y Cuba.
Quizás la condición de afroamericano del presidente norteamericano allanara el camino para un anuncio tan inesperado como el del restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba –un presidente blanco hubiera tenido más condicionamientos históricos para tomar esa decisión.
Es entendible la frustración de muchos cubanos en esta orilla del Estrecho de la Florida. En la isla muy pocos sentirán esta frustración; aun estando en contra de la Revolución, ellos viven en Cuba y se beneficiaran con esta nueva situación. 
Es entendible la frustración de muchos cubanos sencillos que se exiliaron, emigraron de Cuba y dejaron tantas cosas atrás; es entendible su dolor, su desencanto, no lo pueden creer. Otra cosa es la desesperación de la “industria”, de esos que han hecho pingues ganancias con el proceso político cubano de los últimos cincuenta años, de los mercaderes y de los mercenarios.
Tengo también presente a los que dedicaron su vida y sus esfuerzos a combatir al gobierno revolucionario desde posiciones de principios, pienso, claro, en Jorge Valls Arango.
Pienso en tantas personas que sacrificaron sus vidas o partes de sus vidas para lograr que los Estados Unidos y Cuba tuvieran una relación basada en la racionalidad política y no en la obcecación y el espasmo ideológico. Pienso en Francisco González Aruca, empresario y conductor del programa “Ayer en Miami” —pienso en lo feliz que estaría en estos momentos después de tanto riesgo asumido. 
Pienso también en el Padre Carlos M. de Céspedes y en cuánto él hubiera disfrutado un momento como este por el reconocimiento que esto implica de Cuba soberana e independiente.
El Gobierno cubano negoció con seriedad y consistencia; el gobierno de los Estados Unidos espera lograr por vía diplomática lo que no ha podido con la confrontación.
El sentido práctico parece haber prevalecido sobre las consideraciones ideológicas en esta decisión de ambos gobiernos de reanudar relaciones diplomáticas con Cuba.
Definitivamente Barak H. Obama quiere dejar un legado que cambie al menos la percepción de los Estados Unidos en América Latina y el resto del mundo.
El restablecimiento de relaciones diplomáticas de los Estados Unidos y Cuba es el comienzo de un proceso que tomará años quizás en implementarse adecuadamente; proceso que conocerá de altibajos, retrocesos y avances tímidos. Aun así, es un proceso político que abrirá posibilidades de mejoramiento socioeconómico a Cuba y a sus ciudadanos más vulnerables.
***
Unos minutos después del mediodía, un alumno entró en mi aula visiblemente exaltado al aula y casi me gritó que leyera The New York Times (NYT), porque habían anunciado el restablecimiento de relaciones de diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba. Abrí la página en línea del diario norteamericano y allí estaba la noticia desarrollada y varios otros escritos sobre el mismo tema. Abrí la página en línea del diario Granma y encontré un breve escrito anunciando la intervención de Raúl Castro al mediodía para hacer importantes anuncio sobre las relaciones entre los dos países. Se debe contener el exceso de entusiasmo y también de recelo. Me siento contento, muy contento. Un amigo, con el que me separan algunas diferencias políticas, me envió un texto en cuanto conoció la noticia preguntándome “¿y ahora qué?”; simplemente le respondí, “la paz”.

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