Je ne sais pas, mais l'humour est parfois contagieux.
Je ne sais pas, mais l'humour est parfois contagieux.
[enero 16, 2015]
El humor ejercido desde el poder siempre es desagradable. Y molesto. Fastidia mucho a quienes son el objeto de la burla. Cuántos “anticastristas postcomunistas” no se rieron a reventar con las “gracias” de Virulo —Alejandro García Villalón— a costa de los creyentes —quien no recuerda “Génesis”— y de los que no tenían un átomo de simpatía por el Gobierno revolucionario, que muchas veces eran las mismas personas. Abarrotaban el Teatro “Carlos Marx”, que antes se llamaba Blanquita, y aplaudían y repetían como una gracia infinita las “bromas” de Virulo. Los “otros”, desintegrados y ninguneados, tenían que tragarse su amargura y su rabia, porque si decían algo, muchos de estos “anticastristas postcomunistas” le salían al paso, que “la calle es de los revolucionarios” y “el que no salte es yanqui”.
Recuerdo un semanario local que se publicó en Miami durante los últimos años de la última década del pasado siglo, "Éxito". La revista de marras tenía una sección de humor bajo el sugestivo título de “El Fundador”, clara referencia a Más Canosa, por aquel entonces Presidente de la Fundación Nacional Cubano-Americano (FNCA). La sección “El Fundador” duró exactamente un número. El poder impuso su orden.
Sobre el humor, recuerdo las largas y teológicas peroratas del Venerable Jorge sobre la risa en la tradición cristiana en la novela “El nombre de la rosa”, de Umberto Eco. El Venerable Jorge se refería a la risa como simoníaca y ocasión de pecado; cierto es que no hay referencia alguna al Jesús histórico riendo, aun cuando en los evangelios canónicos sí las hay a la alegría y el gozo. Quizás sea una cuestión de medida, de sobriedad. Incluso en el ejercicio del humor como crítica social. Pienso también en La Comedie Française, en la seriedad de una institución como esa que, por decreto de Napoleón desde Moscú en 1812, se dedica a la reposición del teatro clásico francés, Corneille, Racine y Moliere. La Comedie Française es tan seria que aún mantiene su estructura original basada en la Cofradía de la Pasión, una asociación fundada en 1604 —la comedia asociada, al menos nominalmente, a algo tan definitivamente serio como la pasión. El genio francés ha sufrido mucho. Quizás sea Milan Kundera quien se haya referido y ensayado más acerca del humor en la sociedad contemporánea, al humor y su lugar en la historia de la literatura. Para algunos su mejor novela, “La broma”, es una meditación sobre las consecuencias sociales de una humorada en la Checoslovaquia comunista de los primeros cincuenta, una sociedad muy seria a contrapelo de la sociedad cubana de esos mismos años. Virgilio Piñera fue un gran bromista que pagó con el ostracismo su desenfado. ¡Qué bien leer después de cuarenta y dos años estos versos que nos dejó en “Una broma colosal”, Ahora, callados por un rato, /oímos ciudades deshechas en polvo, / arder en pavesas insignes manuscritos, / y el lento, cotidiano gotear del odio. / Mas, es sólo una pausa en nuestro devenir. / Pronto nos pondremos a conservar. / No encima de las ruinas, sino del recuerdo, / porque fíjate: son ingrávidos / y nosotros ahora empezamos. Allá por el año 1995 unos amigos me gastaron una broma inolvidable, con unos versitos de ocasión, los conservo. El ofendido, yo, por la broma no olvida, aunque comprenda para seguir el consejo de Spinoza. ¿Por qué no se usa el humor para burlarse de los poderosos? Porque o se acaba el financiamiento del sacrosanto sector privado, o te siquitrillan en los estados totalitarios. Entonces, ¿a qué viene tanto escándalo? ¿Burlarse es también un componente insoslayable, primordial, irrenunciable de la libertad de expresión? El humor es factor y actor del cambio político y social que toda sociedad necesita –hay que cambiar, porque los tiempos cambian y las sensibilidades y percepciones, y las realidades políticas y las económicas, todo cambia. Disfruto la ironía fina, inteligente, que no abuse, de buen gusto. Pienso que el humor debe ejercerse con responsabilidad, valorando las circunstancias y las posibles consecuencias y, sobre todo, consciente que los poderosos y los fanáticos resienten el humor como una impostura imperdonable, un acto impúdico, un atraco a los principios, una traición, y la traición decían los guapos y los revolucionarios de mi barrio, que no siempre eran las mismas personas, se paga con la vida. El humor es risotada moderna a la seriedad medieval –la gracia de los hombres del Renacimiento costó vidas y sufrimientos y privaciones y destierros.
Me va a tomar toda la vida, aprender algo de ella.
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