Ay! La realidad
Hace un mes, a
principios de marzo, Padura, el escritor premiado adentro y afuera, aterrizó
“en Madrid con las alforjas llenas”, así lo describió El País español en su edición del nueve de marzo pasado. Padura se
ha convertido en una especie de intelectual público que, sin hacer filosofía o
reflexión social, establece criterios para enjuiciar la realidad de Cuba. Y
esos criterios, este es mi criterio, son un arcoíris de percepciones y hechos
que las hace pasar por contundentes pruebas del fracaso del socialismo cubano,
de las políticas revolucionarias, del modelo socio-político y económico cubano
de los últimos cincuenta años. Padura emplaza a
sus lectores reales o hipotéticos con una pregunta de esquina de barrio,
“¿Alguien puede decirme que una sola de
esas actitudes no ocurrió, no ocurren todavía, que he exagerado un ápice?”.
Esas actitudes son el alcoholismo, la
emigración y la prostitución… Si esas
actitudes son los criterios para evaluar el triunfo o el fracaso de una
sociedad, de un modelo, de un proyecto entonces hay que concluir que la
sociedad contemporánea es un absoluto y redondo fracaso. Según el National
Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism, una agencia gubernamental
norteamericana, “En el 2013, 86.8%
de la población mayor de 18 años reportó
que había consumido alcohol al menos una vez en su vida; 70.7% reportó haber
consumido alcohol el año anterior; 56.4% dijo haber consumido alcohol el mes
anterior.” Según el sitio web Havocscope, un sitio dedicado a las estadísticas que se pueden
recopilar sobre actividades económicas ilegales, el número de prostitutas en
los Estados Unidos alcanza la cifra de un millón. La agencia del gobierno,
Federal Voting Assistance Program, estima entre 4.5 y 6.5 millones el total de
ciudadanos norteamericanos que viven fuera de los Estados Unidos, por razones
de trabajo, estudio o familiares. ¿Es la sociedad norteamericana una sociedad
fracasada? ¿El modelo democrático-burgués está agotado? Según los criterios de
Padura vamos a la debacle. Si esas estadísticas se ajustan a la realidad de un
país con una economía tan desarrollada entonces que cabe esperar de países
subdesarrollados, carentes de recursos energéticos, dependientes de industrias
básicas muy vulnerables como el turismo o las exportaciones agrícolas. Creo que
lo que alarma a Padura, y a mí, es el contraste. El contraste entre los
primeros treinta años de sociedad revolucionaria y los años subsiguientes al
colapso de la Unión Soviética y el campo socialista es lo que desconcierta y
deja perplejo. La perplejidad y el desconcierto del contraste. Lo que llevó
a muchos de los coetáneos del escritor
Padura a alcoholizarse, prostituirse o emigrar no fueron las políticas revolucionarias
de educación y salud pública universal, ni las de seguridad social, ni la ley
de reforma urbana y agraria, ni la concentración de la propiedad en manos del
estado, ni la supresión de los partidos políticos y de la institucionalidad
civil, como la prensa independiente, ni la movilización general del país como un gran cuartel, ni la supresión de la ciudadanía en nombre de la
soldadesca, el pueblo uniformado…
Nada de eso… Fue la quiebra de la base económica que sustentaba ese modelo, con
sus bondades y maldades, y la introducción de muy controladas y pequeñas dosis
de capitalismo lo que hizo que muchos perdieran la cabeza, la vergüenza y
pusieran pies en polvorosa. La realidad entró en la utopía. Sólo una prensa
poco comprometida con la verdad y con tan bajo compromiso con la ética
periodística puede darle cabida a tamaño desaguisado. No recuerdo haber leído
en la prensa norteamericana tales criterios para enjuiciar políticamente la
realidad cubana. Cualquier persona medianamente sensata sabe que son
insostenibles. Dice Padura que sus “personajes se
han ido haciendo cada vez más descarnados y trágicos, pero lo es porque la
realidad de Cuba se ha vuelto igual de descarnada y trágica”. Creo que
Padura o no ha leído o ha leído muy descuidadamente la literatura
norteamericana… O quizás no haya pasado de Louise Marie Alcott. Y aún así… La
constelación de losers, inadaptados,
bandidos, degenerados, idiotas que pululan en la literatura norteamericana es
impresionante, porque la realidad es descarnada
y trágica. Y a nadie se le ocurre hacer colapsar el sistema, ni cambiar el
régimen porque la realidad es descarnada
y trágica. Casi al final del artículo dice Padura que escribe los guiones
que le encargan con mucha nostalgia…
¿Nostalgia de qué? Padura, baja a la realidad, ¿qué extrañas? ¿la Cuba de los
sesenta, de los setenta y de los ochenta? ¿Esas Cubas? ¿O serán Cubas Libres?
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