Campaña presidencial 2016
Parece
escrito en la pared de las próximas elecciones generales de 2016: tendremos a
Trump versus Hilary –a no ser que se produzca el milagro de la decencia
política y la convención republicana postule y nomine a un político normal y las huestes demócratas se
deciden por un político de verdad. Hasta tanto eso no ocurra, tendremos el
numerito circense de la bella y la bestia –cualquiera sea el resultado, la Casa
Blanca tiene cuatro años negros por delante. Lo mejor fuera que la bestia
llevara a la bella, o la bella a la bestia, como compañera o compañero de
fórmula, la fórmula de la férula.
Es
serio. Tanto el desenlace como lo que muestra esta campaña presidencial es
serio, muy serio. El partido republicano es solo una estructura que recauda y
gasta dinero, no tiene contenido, no hay discusión política alguna. El
repliegue extremista del Tea Party después de las elecciones del 2008, con su
retórica excluyente y ahistórica, no ha conseguido otra cosa que minar las
bases del partido. La cámara de representante, contralada por los republicanos
desde el 2010, no ha hecho otra cosa que tratar, por todos los medios a su
disposición, alcance y control, de hacer que las políticas y las iniciativas
del presidente Obama fracasen o, al menos, se retrasen. El partido republicano,
hoy por hoy, es una mala idea. Ojalá, después de esta experiencia, el partido
se desprenda de sus compromisos con discursos que ya no se adecuan a las
realidades demográficas y a las exigencias geopolíticas ni de los Estados
Unidos y del mundo contemporáneo. Los republicanos deben reagruparse en torno a
la figura de Lincoln y, desde ahí, proyectar la patria que amaba Martí. En
tanto, los demócratas no se quedan detrás en esta desesperada carrera hacia la
inopia política. Hillary encarna ese político que se hace del pueblo para salirse
con la suya. Mujer de grandes intereses y escasas entendederas. Los demócratas
deben dejar de simular alianzas con los sectores desprotegidos y vulnerables de
la sociedad norteamericana; no deben regresar a sus orígenes, ahí está la
siniestra figura de Andrew Jackson, sino a más amables figuras de la
contemporaneidad como Martin Luther King y César Chávez y, desde ellos, establecer
compromisos reales con los desplazados de este país. En serio.
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