Comentarios intercalados
[El artículo "Finalmente, ¿qué es Cuba Posible?", de Diosnara Ortega DO, que comento aquí, fue publicado, originalmente, en la plataforma digital "Cuba Posible".]
K: Una vez le preguntaron a Luis Aguilar León* qué era para él Cuba, y respondió, “el femenino de cubo”.
[DO] Seré breve sobre un tema que nos ha llevado (y lleva) años de discusión a los cubanos y es, sin dudas, parte de nuestra cultura política. Declaro públicamente que yo he sido de esas cubanas que ha tenido “sospechas” sobre Cuba Posible, esa cosa rara que une gente que no conozco —que no voy a calificar porque sería siempre reduccionista— con gente a la que me une una manera de entender la política y de pensar Cuba. La sospecha se instala en estos casos a partir de la incapacidad histórica con que nos hemos socializado para “entender” y vivir con “la diferencia”. Hemos producido un vínculo directo entre diferente y enemigo, reduciendo el primero al segundo.
[K] Baltazar Gracián escribió en su “Oráculo manual y arte de prudencia” que “lo bueno, si breve, dos veces bueno; y aun lo malo, si poco, no tan malo” Así que la brevedad, por bueno o malo, se impone en estos comentarios que imagino más puntuales que otra cosa. ¿Qué quiere decir Diosnara cuando escribe: “La sospecha se instala en estos casos a partir de la incapacidad histórica con que nos hemos socializado para ‘entender’ y vivir con ‘la diferencia’? Puedo colegir que la autora asume que los cubanos (¿todos los cubanos?) somos históricamente incapaces de entender que hay otros que no son como yo, o los míos, y que tienen tanto derecho como yo, o los míos, a disfrutar de derechos y a cumplir con deberes. [ La gente que Diosnara no conoce, y que no califica, porque no quiere ser reduccionista, ¿no los califica públicamente, en su texto, pero sí en su mente y, quizás, en su corazón?) son, a ver, ¿oficialistas? ¿del gobierno? ¿revolucionarios? ¿castristas? ¿o todas esas cosas juntas sazonadas con porrazos y privilegios?] En la oración siguiente, la última oración de ese párrafo, está claro: somos incapaces: el (lo) que sea diferente es enemigo para los cubanos. Dice Octavio Paz: “En México la suspicacia y la desconfianza son enfermedades colectivas”, no es un vicio, entonces, tan cubano. Creo que ese rechazo a lo diferente (político, sexual, económico, racial) no es cubano, no es el producto de más de cincuenta años de unas políticas de intolerancia y hostilidad y exclusión hacia lo diferente, es una de esas actitudes individuales y colectivas, adquiridas y aprendidas, en la práctica de la historia. En el largo proceso de salir de las cavernas a la luz, hemos adquirido la consciencia de la diferencia -somos conscientes, como individuo y género, que la diferencia es parte de la cotidianeidad y que hay que convivir, así como somos, diferentes.]
[DO] En estas décadas —no solo las de la Revolución en el poder, sino en las de luchas políticas— el imaginario de una política transada en bandos, que lleva siempre a la exclusión, nos ha pasado la cuenta. Hacer política en contexto de guerra nos marcó, incluso cuando el escenario de la guerra forma parte del pasado —yo sé bien que es tan fuerte su inmanencia que muchos creerán que estoy equivocada o “confundida”.
[K] Este párrafo me llenó de dudas gramaticales y conceptuales, pero sospecho que da para más; por ejemplo, es muy interesante la idea que quiere expresar este fragmento de oración, más allá de ciertas fallas en la redacción: “En estas décadas —no solo las de la Revolución en el poder, sino en las de luchas políticas…” Estas no son únicamente “las décadas de la Revolución y de “las luchas políticas”, y esto da para un largo debate que debería comenzar por la lucha de clases que se desencadena apenas haber triunfado la insurrección popular de 1959 y haberse tomado las primeras medidas revolucionarias. También, claro, habría que considerar el impacto de la injerencia del gobierno norteamericano y de sus agencias de inteligencia en el proceso político cubano y el (largo y sostenido) efecto deformador en cualquier intento de disidencia y oposición al gobierno revolucionario y a las prácticas y las políticas revolucionarias. Digo, este es un tema muy interesante y necesario de ventilar. ¿Serán estas últimas décadas otra cosa que no sea la Revolución?
[DO] El punto es que los cubanos y cubanas, donde quiera que estemos, miramos, leemos, escuchamos, pensamos, nos proyectamos y hasta soñamos, siempre bajo sospecha. Llevamos ese chip que intenta escanear y ubicar al otro dentro de un cuadrante ideológico preestablecido: “este es de la CIA”, “este se derechizó”, “este trabaja pa`los americanos”; o “este es del Partido”, “este es castrista”, “este es comunista”. Y ahí nos tenemos que mover, entre esos polos tan ridículos y obsoletos, que nos llevan al colapso cuando, de tanto en tanto, descubrimos que uno de esos líderes de derecha (esos supuestos disidentes) terminan siendo agentes de la seguridad del Estado encubiertos o viceversa. Algo así me dijo una vez un cuadro de la Revolución: “un día vamos a descubrir que Yoani Sánchez era agente del Estado cubano”.
[K] Realmente, cuando los cubanos se (nos) ponen (mos) así, todo excepcionales y únicos, salgo corriendo y busco mi pasaporte americano o mi tarjeta de votante, lo que tenga a mano, y entonces, respiro profundo; pero eso no dura nada, enseguida escucho, o leo de, a Trump o a Cruz o Hillary y todos dicen, America first!, the American greatness!, y me doy cuenta que vivo en otro país excepcional —de una excepcionalidad a otra, y, por favor, no hagamos un análisis pseudo-geográfico sobre la “excepcionalidad” de Cuba por ser una isla, que los Estados Unidos son casi un continente y esa tesis de la “excepcionalidad americana” los enloquece. ¿Ser o no ser agentes? ¿Esta es la cuestión? Vamos a ver, Hemingway trabajó para la CIA durante la segunda guerra mundial, era su hombre en La Habana y vigilaba a españoles franquistas y a cubanos comunistas, y no pasa nada, su grandeza literaria y su obra siguen ahí, impertérritas. Uno trabaje en y para lo que cree. [Aquí quiero disculparme grande y profusamente con Hemingway, no por lo de la CIA, sino por posibles asociaciones con otros de mucho menor aliento.]
[DO] Me partí de la risa y, a la vez, no han dejado de preocuparme dos problemas de los cuales esa frase es un síntoma: 1) el poco control político que tenemos sobre nuestra política, sus modos de gestión y con ello los elevados niveles de desconfianza, que llevan siempre a la incertidumbre; y 2) seguir reduciendo la diversidad de pensamiento individual y colectivo a las coordenadas políticas de ciertos actores políticos, como si fueran esos, además, los únicos legítimos. El problema no es siquiera de derechas, centros o izquierdas: el problema es que la cosificación de la política ha llegado al punto de adscribir toda postura política a un proyecto político X o Z , donde X y Z son incompatibles entre sí, de lo contrario no existen, no son.
Pues sí, yo soy de esas cubanas de “la sospecha” y a cada rato me descubro reproduciendo el escáner político con que hemos sido socializados a guerra/sangre fría. En mis luchas internas también he recurrido a la labor de espía: buscar ese dato último que me diga “qué es eso de Cuba Posible”, que en realidad es querer saber “pa´ quiénes trabajan”. Después de concientizar y pensar por qué ese enfermizo mal que nos lleva a tratar de “descubrir” al otro que piensa o se proyecta diferente, tal vez con cierta radicalidad o no con la que nosotros esperamos, o con el sentido que queremos; que tiene un modo de hacer política distinta, llegué a varias conclusiones:
1. Todos, absolutamente todos: yo, usted, Iroel Sánchez, Fernando Martínez Heredia, Rosa Miriam Elizalde, Lenier González, Roberto Veiga, Ailynn Torres, Julio César Guanche, todos, trabajamos para “alguien” o al menos para “algo”. Sabemos que “ese trabajo” puede ser, y tiende a ser, capitalizado por “alguienes”, desde cualquier lado. El problema está cuando las ideas se condicionan al resguardo de los medios de subsistencia, cuando se sostiene un discurso en el cual no se cree, pero que se mantiene solo porque es el que trae el pan o la seguridad a la mesa. O cuando se dice “representar” falsamente otras maneras de pensar y decir. En ese camino están, tanto disidentes como dirigentes, cuadros, blogueros, periodistas oficiales; asalariados todos de la política, por cierto.
2. Cuba Posible, al menos algo ha demostrado: 1) capacidad de organizar un proyecto plural donde, desde su misma dirección, uno puede vislumbrar posturas políticas distintas; 2) ha constituido una plataforma de observatorio sobre la realidad cubana y, a la vez, una instancia de diálogo con inmensa repercusión. No sé si tanto dentro de Cuba, pero sí fuera (que no es un logro menor), no ya para el proyecto en sí, sino para la buena salud de la política en Cuba y los debates sobre sus caminos posibles.
[K] Ser “una instancia de dialogo con inmensa repercusión” fuera de Cuba (eso dice Diosnara, no yo), no es un logro menor, pero, en política, es fatal y contraproducente o, cuando menos, ineficiente. ¿Por qué vender la idea de una Cuba posible a no cubanos es positiva? ¿Para qué? Pregunto yo. Pero mejor no pregunto mucho, porque comienzo a sospechar.
3. Los accesos y articulaciones de Cuba Posible, tal vez con ritmos más acelerados de lo que estamos acostumbrados a vivir en cuanto a cambios y gestión de grupos dentro de Cuba, no debe ser motivo de sospechas y menos de envidias mezquinas. El éxito de los proyectos políticos, intelectuales, etc. —y lo sabemos los cubanos que hemos intentado generar sinergias dentro de Cuba- no depende, en esencia, de si se cuenta con dinero o no. Los cubanos sabemos hacer política, y un montón de otras cosas, sin un peso. El problema, tal vez mayor, es la poca cultura política en cuanto a lidiar y, más aún, avanzar con la diferencia, la que puede variar en una línea amplísima de matices. Hacer política sumando, no restando. Comprender que la fortaleza está en constituirse desde la diversidad, y que aprender a respetar y lograr horizontes comunes con esa diversidad no nos hace más que fuertes, individual y colectivamente. Más aún, que es imposible democracia sin diferencia y disidencia. No soy una pluralista, al estilo semi-ingenuo; sé, como sabía Paulo Freire, que con el diferente se puede y se debe dialogar, y que con el antagónico no. Sin embargo, entre el diferente y el antagónico hay un recorrido tan largo, un camino que nosotros hemos macheteado y amasado en una sola cosa: el enemigo.
[K] Me adscribo totalitariamente a esta categorización: “Los cubanos sabemos hacer política, y un montón de otras cosas, sin un peso”. Y a esta otra: “Hacer política sumando, no restando”. Aquí dudo un poco: “Más aún, que es imposible democracia sin diferencia y disidencia”. ¿Dónde están las diferencias y las disidencias (reales) en las sociedades democráticas (irreales)? No las veo. Cuando un Estado es fuerte y no está asediado puede conceder algunos espacios a lo(s) diferente(s), disidentes y disidencias. ¿Por qué se aprobó el Acta Patriótica en septiembre de 2001 apenas días después de los ataques terroristas en Nueva York? Acta Patriótica que permite conculcar los derechos civiles y políticos de la ciudadanía de la democracia más vieja del mundo en caso de que se le quiere aplicar la receta del “regime change” a sus más entusiastas prescriptores. La American Civil Liberties Union (ACLU) ha demandado revisar la constitucionalidad de esa ley aprobada por ambas cámaras del congreso y ratificadas por el presidente en funciones en apenas días. Llevamos casi quince años esperando que la Corte Suprema tome una decisión. El demócrata presidente Obama reforzó esa ley en 2011. Y nadie dijo nada. Ni un comentario. ¡Ah! Cuando Cuba aprobó la Ley 88 que esencialmente se refiere a los tópicos de protección y seguridad del país al igual que el Acta Patriótica, entonces sí que hay que hablar de democracia, y de diferencia, y de disidencia, y de detenciones arbitrarias, y de golpizas injustificadas (¿cuántos muertos?). Una cosa es la democracia para hacer política y la otra hacer política para verificar la democracia.
[DO] 4. No me preocupa en qué plazas habla Cuba Posible: si en el Departamento de Estado o en la Asamblea Nacional del Poder Popular. Por cierto, semanas atrás una delegación de rectores de universidades cubanas tuvieron una reunión con instancias gubernamentales de Estados Unidos en México, a propósito de la educación superior. ¿Será que esos rectores están trabajando para la CIA? Lo que sí me preocupa, y mucho, es que Cuba Posible pueda hablar “allá” y no en la Asamblea Nacional. Lo que me preocupa siempre es que sea solo la voz de Cuba Posible o la de Iroel Sánchez las que se escuchen y las que puedan hablar. Si tuviera que elegir prefiero la de Cuba Posible, porque da espacio a otras voces, muchas y varias.
Esto creo y, con ello, intento desprenderme de ese lastre reduccionista que forma parte de nuestra cultura política y que bloquea toda posibilidad de ejercicio real de la democracia. Mientras, sigo de cerca a Cuba Posible, no ya como espía ni jueza, sino abierta a la plataforma que nos ofrece. Hay cosas que comparto –las más-, y hay otras que no, como en todo. Eso no los hace un enemigo, los hace un proyecto a respetar y con el cual dialogar, con altura.
[K] Si escribir esto ha sido una suerte de exorcismo para la escritora, bienvenido sea –estoy a favor de todos los ritos que nos hagan más dignos y limpios y cercanos al Buen Dios. Si ha salido regenerada de esta escritura, mejor –que hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Yo he fallado: prometí ser breve, no lo he sido, por lo que lo escrito carece de bondad. Espero que Diosnara no me aplique la segunda parte del adagio de Gracián.
*Luis Enrique Aguilar Leon, J.D., Ph.D. (1926 in Manzanillo, Cuba - 5 January 2008 in Key Biscayne, Florida, USA) was a Cuban journalist, professor and historian. He was a professor to Bill Clinton and a classmate of Fidel Castro. [Tomado de Wikipedia.org]
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