Wednesday, September 20, 2006

Resumen de verano (casi en otoño)

A principios de los años ochenta tuve una catequista que nos decía, cada vez que iban a comenzar las vacaciones de verano, que el verano de los cuerpos era el invierno de las almas. Sobrada razón. Ni siquiera he sentido ese escozor en las manos que se siente cuando aprieta el deseo de escribir. Mi auto prometido comentario semanal se ha ido a bolina este verano. Pero K está de vuelta, paulinamente consciente de que hace lo que no quiere y deja de hacer lo que quiere; el binario ignaciano, Freud mediante.



A un año del paso del huracán que desbarató una ciudad, New Orleáns, la administración Bush hace cada vez más patente su incapacidad para administrar, gobernar la nación: los más desfavorecidos están en una situación de desespero, los más vulnerables están más al descubierto, la parte de la población que necesita de la intervención de las autoridades federales y estatales para paliar sus ya extensas penurias y agonías está abandonada. La administración Bush no administra, engulle todo posible privilegio y ventaja que encuentra a su paso para consumo suyo y de sus conspicuos asociados –ellos todos pueden ser acusados de peculado, de infligir lesiones duraderas en el destino de los habitantes de este país.

Mas la susodicha administración también ha jugado su papelazo en el escenario internacional. Debe ser reconocido de una vez que este país nació, creció y va a morir, historia mediante, sin vocación para ese tipo de escenario, sin aptitud ninguna para actuar en el escenario y concierto universal de las naciones, los estados y la cultura, ni siquiera como primus inter pares. El imperialismo norteamericano es expresión de la brutalidad y la codicia en su estado puro, de ese imperialismo no quedará siquiera una pretendida y discutible huella cultural, como ha sucedido en el pasado con otros de su misma intención y calaña. El más reciente descalabro de estos imperialistas de pacotilla fue en el Medio Oriente. El estado sionista agredió al Líbano. Su intención era desbaratar ese estado, debilitar a sus autoridades, asegurarlo como punta de lanza de la política regional del imperialismo norteamericano. La administración Bush siendo consecuente con su proverbial desfachatez, admitió que no presionaría a las autoridades sionistas para que cesara su indiscriminado y desproporcionado bombardeo del Líbano. La cortesana Europa, al final, logró convencer al mandamás para que respaldará una resolución de la ONU, escasa cierto pero necesaria, para evitar más muerte y destrucción en ese pequeño y sufrido país. Aún después del alto al fuego, el ejército sionista ha bombardeado al Líbano dizque para evitar el reabastecimiento militar de las guerrillas de Hezbolá. Me pregunto qué pasaría si los libaneses abrieran fuego contra los aviones o barcos norteamericanos que suplen al estado y al ejército sionistas de recursos y medios militares que lo hacen ser una potencia de vitrina pero peligrosísima para la paz en esa abatida región del planeta. Los objetivos políticos y militares del imperialismo norteamericano y del estado sionista no se cumplieron –Hezbolá y la resistencia libanesa resultaron tenaces y el gobierno de ese país, aunque debilitado, no se desmoralizó. Otro fiasco más de estos aprendices de imperialistas con una desenfrenada vocación ranchera.



No sé si fue la noticia más importante del momento, o si The New York Times le hizo el regalo de su primerísima plana, sucedáneo letal de la realidad, o si a muchos le interesó o no. No sé. Pero el 31 de julio de este húmedo y raro verano, pasadas las nueve de la noche, el jefe de despacho del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz anunció la delegación temporal de los poderes de éste como jefe militar, de estado y de gobierno de la República de Cuba a siete altos funcionarios del gobierno cubano. Esta delegación de poderes, prevista en la Constitución cubana, y el anuncio de un grave padecimiento gastrointestinal de Fidel Castro cambiaron la percepción y la prospectiva sobre la realidad cubana o, al menos, deben haber cambiado.



Hace más de un mes que Cuba funciona sin la presencia en los asuntos de gobierno sin Fidel Castro. Se ha visto a un Fidel Castro convaleciente, primero. Después ese mismo Fidel ganando en vigor y capacidad de gobierno. Los cubanos han visto a quien suponían invulnerable, enfermar y recuperarse y, lo más importante, la dimensión humana de Fidel reivindicada frente a tantos esfuerzos de sus enemigos por endiosarlo y otorgarle más poderes de los que, históricamente, ha adquirido. Han tratado de endiosarlo para justificar sus fracasos, para endulzar un poco, aunque sea, la amargura de su intrascendencia y miopía.

Un verano tortuoso para los bullangueros de Miami y sus afiliados de la diáspora, el exilio (de terciopelo gastado). El casi cadáver que quisieron, ha vulnerado sus espejismos, los ha desnudado en sus pasiones más bajas e inacabadas y, para sorpresa y desasosiego, aún persiste, fantasma de Hamlet redivivo, para recordarles, martianamente, que la muerte es mentira cuando se ha cumplido bien la obra de la vida. Vergüenza y decoro, en una sencillísima palabra, ética de la que siempre han carecido.

Los observadores y estudiosos, lo scholars y los encuestadores, los periodistas y los intelectuales, todos deben haber aprendido la lección: Cuba sin Fidel es posible, la obra de la Revolución no morirá con Fidel, el pueblo no tiene aspiraciones de “liberarse” según la receta de los “demócratas”, hay estabilidad en el país, funcionan sus instituciones de gobierno y e todo tipo, Fidel es querido y respetado. ¿Aprenderán eso? ¿Dejaran entrar en sus sesudas ecuaciones tan sencillas verdades? Creo que no. La soberbia y la rectitud de de juicio no hace buenas migas.

Un [mal] día morirá Fidel. Lamentablemente. Como moriremos cada uno de los que hoy vivimos. ¿Cómo le haremos frente a ese inevitable acontecimiento? Si tenemos el corazón recomido de odio y de resentimiento, de frustraciones y deseos impotentes, en fin, un corazón impío, por más que lo disfracemos de incienso o de inteligentes y jocosas frases, moriremos sin paz ni gracia, siquiera sin ese calmado desconsuelo que tienen los que no han sido asistido, en este valle de lágrimas, por el regalo de la fe pero han vivido rectamente, de acuerdo a su conciencia. Un [mal] día morirá Fidel. Pero lo importante es saber que él simboliza la Revolución pero no la cifra, no la reduce a su estatura humana. Los que odia a Fidel y saltan, bulliciosos, no odian a Fidel, y no lo saben, –lo necesitan, y mucho. Realmente odian un orden social, una nueva reordenación social en la que los valores éticos que la humanidad ha hecho propios son necesarios e imprescindibles para sobrevivir como especie, para vivir como seres humanos, llamados a la solidaridad, la paz, el respeto, la generosidad.



El verano despuntaba caliente, en llamas. Un ex directivo de la (verdadera) Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), Llamas de apellido para más señas, “se botó, [literalmente], para el solar”. Se paró en algunas esquinas mayameras y comenzó a repartir volantes en los que acusaba a sus amigos “fundadores” de estafarle la friolera de un millón no sé cuántos miles de dólares, durante una operación militar montada a principios de los años noventa para acelerar “la caída de Castro”.

La FNCA juró y perjuró su compromiso por una salida no violenta, política, a lo que llamaban “el problema de Cuba”. El ahora difunto chairman, y todo su entourage, habían cambiado las guerreras militares por el cuello y la corbata, los pantanos de los Everglades por los pasillos del Congreso en Washington, incluso el chairman aceptó una diatriba de mentiras contra un hombre [de La Habana] televisado. Cuando las autoridades cubanas acusaban a la FNCA de terrorista, de organizar un grupo paramilitar para cometer acciones violentas contra objetivos civiles, económicos y militares de la isla, el chairman se rasgaba las vestiduras, chillaba, maldecía, daba puñetazos (que sonaban huecos a causa de la mala factura de los muebles en la ciudad), profería amenazas develadas “contra Castro y sus espías de Miami” y terminaba asegurando que los verdaderos terroristas estaban en La Habana. (Quizás se refería a los del team infiltrados por órdenes de Santiago Álvarez que pensaban volar el Tropicana a la hora del show). Ellos, los fundadores, impolutos en sus guayaberas blancas de hilo y sus pantalones gris hacendado, estaban comprometidos con las acciones de tipo político, las presiones económicas norteamericanas para asfixiar al régimen, el cabildeo, aunque no desautorizaban, ni criticaban a “ningún cubano digno” que decidiera tomar las armas. ¡Qué buenos muchachitos!

Pues, resulta que uno de los más cercanos colaboradores, arruinado, por los empréstitos que hizo a fin de comprar las armas y los medios necesarios para el brazo armado, y secreto, de la Fundación ha confirmado las denuncias del gobierno cubano: la FNCA, al menos aquella FNCA, era un grupo terrorista, que alentó y pagó acciones terroristas y subversivas, que se disfrazó de oveja pero no pudo ocultar por mucho tiempo sus colmillos.



Quedan muchas otras noticias por comentar. Pero no se trata de establecer un record de todos los eventos veraniegos, sino de resumir esos meses de ausencia, anotando los que considero más relevantes. Es éste un texto de respiración entrecortada, fragmentado en su concepción y en su desarrollo, expositivo en su forma y, deliberadamente, agresivo en su contenido; quizás para espabilarme de la decadente (pero deliciosa) somnolencia estival, quizás para espantar la sombra de conformismo que amenaza con arrebatarnos la lucidez. En todo caso, el verano está llegando a su fin y la recta final de este año comienza. Hay signos, augurios, evocando cielos nuevos, tierras nuevas desde este enjambre de estupor y estulticia que insisten en llaman realidad global.

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