Para un amigo y lector
Un buen amigo, quizás mi único lector, al menos el más dedicado, me urgido, retado debo escribir, a que escriba un texto sobre las recientes elecciones peruanas. Hay mala leche ahí: este amigo quiere que exponga de manera concienzuda por qué Humala perdió o, dicho all the way around, por qué la derecha votó por Alan Garcia. Bueno, he ahí la respuesta: la derecha no es suicida y saben muy bien que con Alan se puede negociar. Mas, antes de continuar con el tema quisiera, querido amigo y lector, me permitiera una digresión.
[Antes de sentarme a escribir este texto quise saber sobre la realidad y sintonicé CNN (todo el mundo sabe que CNN es la realidad y Fox News su alternativa). La noticia primera en el informativo del mediodía era que los mercados de valores se habían disparado, porque Abu el Zarkawi había muerto en un ataque de la aviación norteamericana. Así de fácil funciona la economía del país más poderoso del planeta: muere un hombre y mejoran las cosas. Si no fuera por lo serio y complicado del problema movería a risa semejante muestra de irracionalidad e infantilismo. Un país de instituciones, de complicadas operaciones económicas, de seriesísimos tipos que manejan multimillonarias sumas de dinero, descansa sobre sensacionalismos tan opacos y triviales que asusta; asusta que el destino de la humanidad esté, de una manera u otra, conectado con lo que estos individuos se les antoje decir o hacer. Han envenenado a tal punto la realidad que se hace difícil dilucidar si nos movemos y existimos en un barato decorado de Broadway o en un plató de Hollywood.]
Volviendo a las elecciones peruanas. Hay poco que añadir al tema: la formación política de Humala es la bancada mayor en el Congreso del país, así que legislativamente vistas, las elecciones son de los seguidores de Humala. Alan Garcia tiene que decidir si gobierna en concierto con ellos o busca alianza con la derecha y otros partidos minoritarios para gobernar; la alianza que se forme va definir la gobernabilidad del país. La elección de Alan refleja el miedo de la derecha, algo así como si los prelados católicos admitieran que el celibato no está reñido con el sacerdocio ministerial, que las mujeres pueden ser presbíteras y que las prácticas abortivas no son de suyo opuestas a las enseñanzas de la Iglesia para ganar feligresía. El presidente electo Garcia es, Dios lo quiera así, el último respingo de una burguesía tan opresiva, discriminatoria y rapaz como todas las burguesías pero ésta con el elemento adicional que se ha creado sobre el dolor y el olvido de millones de indígenas.
Lo que logró Humala y su partido en poco más de un año, si acaso, de gestión política coordinada es ganancia: ningún observador serio pondría en duda esto. Unir cientos de miles de voluntades políticas diezmadas por siglos de explotación y de mentira, coordinarlos en un movimiento patriótico y revolucionario, convocarlos a creer que usando las débiles herramientas de esta democracia soliviantada por el dinero y la corrupción se puede acceder al cambio social, “justo y necesario”, y ganando la más importante cuota de curules en el cuerpo legislativo del país es una victoria inmensa. No debemos olvidar cuánto hubo de esperar Lula en Brasil para ganar una presidencial y Evo en Bolivia también. Hay que espera a ver como Alan se decide a gobernar: si con la derecha el país se va a volver ingobernable y de ahí a elecciones adelantadas no hay más que un mínimo paso; sin con las fuerzas del cambio, las de Humala, se habrá puesto en movimiento algo que nada podrá detener y es el acceso de los desposeídos a ser sujetos de su propia historia. Ollanta Humala debe seguir preparándose para ejercer un liderazgo más efectivo y viable, debe continuar profundizando su conciencia revolucionaria despojándola de toda esquirla contraproducente, debe trabajar duro en la organización de un aparato político legítimo y capaz.
La revolución, caro amigo y lector, no es un problema de marketing, nace de necesidades históricas que las contigencias no pueden socavar. La muerte es pérdida en el horizonte del marketing, a veces es ganacias como la de al Zarkawi ha mostrado. La muerte en el horizonte de las revoluciones no es pérdida ni ganancia es, cuando se ha cumplido bien la obra de la vida, mentira. Así que el hombrecito de paja que la derecha peruana se ha construído puede que resulte su enterrador inmediato, puede que no, pero ya no hay viabilidad política para ellos a no ser que acudan a sus más ilustres aliados, la violencia y la mentira.
Un buen amigo, quizás mi único lector, al menos el más dedicado, me urgido, retado debo escribir, a que escriba un texto sobre las recientes elecciones peruanas. Hay mala leche ahí: este amigo quiere que exponga de manera concienzuda por qué Humala perdió o, dicho all the way around, por qué la derecha votó por Alan Garcia. Bueno, he ahí la respuesta: la derecha no es suicida y saben muy bien que con Alan se puede negociar. Mas, antes de continuar con el tema quisiera, querido amigo y lector, me permitiera una digresión.
[Antes de sentarme a escribir este texto quise saber sobre la realidad y sintonicé CNN (todo el mundo sabe que CNN es la realidad y Fox News su alternativa). La noticia primera en el informativo del mediodía era que los mercados de valores se habían disparado, porque Abu el Zarkawi había muerto en un ataque de la aviación norteamericana. Así de fácil funciona la economía del país más poderoso del planeta: muere un hombre y mejoran las cosas. Si no fuera por lo serio y complicado del problema movería a risa semejante muestra de irracionalidad e infantilismo. Un país de instituciones, de complicadas operaciones económicas, de seriesísimos tipos que manejan multimillonarias sumas de dinero, descansa sobre sensacionalismos tan opacos y triviales que asusta; asusta que el destino de la humanidad esté, de una manera u otra, conectado con lo que estos individuos se les antoje decir o hacer. Han envenenado a tal punto la realidad que se hace difícil dilucidar si nos movemos y existimos en un barato decorado de Broadway o en un plató de Hollywood.]
Volviendo a las elecciones peruanas. Hay poco que añadir al tema: la formación política de Humala es la bancada mayor en el Congreso del país, así que legislativamente vistas, las elecciones son de los seguidores de Humala. Alan Garcia tiene que decidir si gobierna en concierto con ellos o busca alianza con la derecha y otros partidos minoritarios para gobernar; la alianza que se forme va definir la gobernabilidad del país. La elección de Alan refleja el miedo de la derecha, algo así como si los prelados católicos admitieran que el celibato no está reñido con el sacerdocio ministerial, que las mujeres pueden ser presbíteras y que las prácticas abortivas no son de suyo opuestas a las enseñanzas de la Iglesia para ganar feligresía. El presidente electo Garcia es, Dios lo quiera así, el último respingo de una burguesía tan opresiva, discriminatoria y rapaz como todas las burguesías pero ésta con el elemento adicional que se ha creado sobre el dolor y el olvido de millones de indígenas.
Lo que logró Humala y su partido en poco más de un año, si acaso, de gestión política coordinada es ganancia: ningún observador serio pondría en duda esto. Unir cientos de miles de voluntades políticas diezmadas por siglos de explotación y de mentira, coordinarlos en un movimiento patriótico y revolucionario, convocarlos a creer que usando las débiles herramientas de esta democracia soliviantada por el dinero y la corrupción se puede acceder al cambio social, “justo y necesario”, y ganando la más importante cuota de curules en el cuerpo legislativo del país es una victoria inmensa. No debemos olvidar cuánto hubo de esperar Lula en Brasil para ganar una presidencial y Evo en Bolivia también. Hay que espera a ver como Alan se decide a gobernar: si con la derecha el país se va a volver ingobernable y de ahí a elecciones adelantadas no hay más que un mínimo paso; sin con las fuerzas del cambio, las de Humala, se habrá puesto en movimiento algo que nada podrá detener y es el acceso de los desposeídos a ser sujetos de su propia historia. Ollanta Humala debe seguir preparándose para ejercer un liderazgo más efectivo y viable, debe continuar profundizando su conciencia revolucionaria despojándola de toda esquirla contraproducente, debe trabajar duro en la organización de un aparato político legítimo y capaz.
La revolución, caro amigo y lector, no es un problema de marketing, nace de necesidades históricas que las contigencias no pueden socavar. La muerte es pérdida en el horizonte del marketing, a veces es ganacias como la de al Zarkawi ha mostrado. La muerte en el horizonte de las revoluciones no es pérdida ni ganancia es, cuando se ha cumplido bien la obra de la vida, mentira. Así que el hombrecito de paja que la derecha peruana se ha construído puede que resulte su enterrador inmediato, puede que no, pero ya no hay viabilidad política para ellos a no ser que acudan a sus más ilustres aliados, la violencia y la mentira.