Wednesday, October 01, 2014

De la caja de Padura

Desenterrando este texto escrito hace unos meses... Creo que hay algunas ideas salvables...

Primero fue la lectura del artículo de Atilio Borón sobre la entrevista de Leonardo Padura en el diario La Nación de Buenos Aires. Me pareció pertinente que señalara que es imprescindible referirse a la política de todos los gobiernos norteamericanos cuyo epítome es el embargo, eufemismo por bloqueo, cuando se pasan juicios de valor o análisis políticos sobre la revolución cubana y sus posibilidades futuras. Desconocer esta realidad y su decisiva influencia en el proceso político cubano del último medio siglo contradice toda lógica política, todo análisis político de fondo.
Luego, la lectura de la entrevista misma de Leonardo Padura. La frase que intitula la entrevista es ambigua: La realidad cubana es muy peculiar para explicarla con prejuicios a favor y en contra… Ninguna proceso político se puede comprender, que no explicar, con prejuicios. Además, ¿estar a favor o en contra de qué? ¿de la realidad cubana? ¿o de la revolución cubana? Si no se puede “explicar” con prejuicios a favor o prejuicios en contra, entonces cómo. La periodista argentina se refiere a la revolución cubana como “utopía trunca”, y así anuncia su lugar político. Después, la entrevista transcurre sin sobresaltos, los típicos tópicos de los suplementos culturales de domingo o sábado: la escritura como tabla de salvación, escritura dominical para el desayuno, la cuestión del alter ego y la reminiscencia autobiográfica de la literatura, el valor de la palabra escrita,  etc. También, lo que se dice típicamente en entrevistas de cubanos: la apertura no es profunda, soy independiente, trinidad del poder, binomio patria-nación (creo que aquí se puede intercalar una fe de errata: el binomio “tradicional” al que se apela es “patria-revolución”), etc. La última línea, o la que el editor de la entrevista quiso que fuera la última línea, revela el posicionamiento ideológico del autor, dice: anhelo la normalidad. Anhelar ese momento de sosiego en el que nos sentimos en paz con nosotros mismos, con los demás, con el entorno, en el que todo parece, y aparece, diáfano, claro, transparente… Ah! La normalidad… No hay sociedades normales, eso lo debe saber el autor Padura, que viaja tanto… pero vive en Cuba… Quizás eso no lo deje ver la anormalidad de las sociedades “normales”.
Después, los correos de Juan Carlos Tabío y Arturo Arango. Correos personales, intercambio de saludos y comentarios sobre el asunto. Sin embargo, Tabío apunta algo muy valedero sobre la ineficiencia económica, la ineficacia burocrática, la falta de responsabilidad social y la supuesta obligación de mencionar al “embargo” o el “imperialismo” como moneda de cambio para “quedar bien” cuando se adopta una posición crítica. La obra de arte no tiene que tener ese “santo y seña” siempre, eso sería un fraude.  Pero lo que se está polemizando no es la obra de Padura, sino sus comentarios en la prensa. El debate político debe ser sobre temas políticos. Tabío se refiere también al debate entre ser independiente y ser oficialista en la comunidad intelectual, académica, artística, en la vida económica y política de la sociedad. Ese debate debería ser público y abierto a la participación de todos. Incluso éste mismo debate debería encontrar eco en la prensa cubana y quizás alguna revista pueda recogerlo, ampliarlo, matizarlo.
Más tarde, la respuesta de Guillermo Rodríguez Rivera a Juan Carlos Tabío y de ese texto me quedo con muchas cosas, sobre todo con la sinceridad de sus observaciones. Me parece de poca sustancia considerar el “desengaño” como categoría de peso, que revele las estéticas sobre las que se construyen las obras literarias, sus influencias y su posible permanencia en el canon de una literatura, de una cultura. La ‘literatura del desengaño”… eso se parece mucho al “anhelo [de la] normalidad”.
 A continuación, el texto de Juan Antonio García Borrero. Un par de comentarios: primero, sobre la cuestión del silencio - estamos hablando del silencio social, político, de lo que no se dijo en el momento que se debió haber dicho, dando paso a mucha incomprensión, discriminación, arbitrariedades, injusticias con segmentos de la población que por origen de clase, nexos familiares, o creencias religiosas estaban  en el horizonte de los “desafectos”, los “desintegrados”, los “individualistas”, los “poco entusiastas” y, a la vez, dio impunidad a un número de personas, ese “sujeto colectivo nombrado ‘revolucionario”, que en nombre de una “causa mayor” o de “el proyecto”, impartía bendiciones a siniestra y maldiciones a diestra; ese silencio sobre el desarrollo institucional del país, sobre la crisis social y económica, acerca de la preeminencia del aparato partidista sobre la sociedad civil… Ese silencio sideral, ¡si se hubiera evitado! o, al menos, si no se hubiera renunciado tan de prisa a la libertad inherente a nuestra condición de individuos… El otro comentario se refiere a este fragmento: “…me interesa comprender (quisiera enfatizar ese término: comprender)... cuáles fueron los dispositivos que permitieron que una idea tan humanista como la que propuso originariamente Marx, una herramienta que supuestamente venía a emanciparnos, a hacernos más libres y plenos como individuos, se convirtió en el siglo pasado en aparato de dominación y terror en todo ese sistema comunista que por algo se derrumbó.” Este comentario recuerda a Spinoza  “en política no hay que reír, ni llorar, nunca detestar, sino comprender”. La comprensión como actitud y categoría ética, académica y política desbrozaría el camino hacia una sociedad que desplazara la arrogancia y la sospecha, la “parametración de los seres humanos”.
No se trata discutir la calidad literaria de Leonardo Padura, ni siquiera su obra –eso le corresponde a la crítica literaria; se trata de debatir las opiniones públicas que el autor ha expresado en diversas ocasiones y en diversos escenarios. Leonardo Padura con sus palabras ha motivado una discusión, un debate, y eso, en sí mismo, refleja cambios y es importante. El debate del pasado y la crítica del presente ayudan a esbozar un futuro más civilizado.