Sunday, March 28, 2010

De las vicisitudes y ahistoricismo de la política y la prensa en Miami




     Hasta mi dilecto Armengol chapotea, y cito:

Varios factores conspiran para que en Cuba no ocurra lo que sucede en Argentina y Venezuela. El primero es que ya ocurrió y la represión fue total, durante los primeros años del proceso revolucionario. El segundo es que más allá de las simples turbas controladas que de nuevo se han visto en acción en los últimos días, el régimen cuenta con tropas adiestradas y vehículos antimotines, listos para poner fin a cualquier manifestación popular. A ello se une la existencia de una fuerza paramilitar, que ha demostrado su rapidez y capacidad represora en otras ocasiones.


Pero otro importante factor que demora o impide un movimiento espontáneo de protesta masiva es la apatía y desmoralización de la población. La inercia y la falta de esperanza de los habitantes del país. Su falta de fe en ser ellos quienes produzcan un cambio. El gobierno de los hermanos Castro ha matado --o al menos adormecido-- el afán de protagonismo político, tan propio del cubano, en buena parte de los residentes de la isla.”

     Estoy citando a uno de los más moderados y objetivos periodistas de El Nuevo Herald. El primer factor que cita, la confrontación de comienzos de la revolución, fue una clásica lucha de clases amplificada y manipulada por el gobierno norteamericano. El pueblo cubano apoyaba mayoritariamente la gestión revolucionaria; la represión fue una arma para establecer el poder revolucionario frente a los planes de desestabilizar y derrocar el gobierno revolucionario. El segundo factor es común a cualquier país, inclusive en los Estados Unidos tenemos tropas adiestradas y vehículos antimotines, listos para entrar en acción, si no que se le pregunte a los que se manifiestan contra la globalización. Los otros cinco factores son de una inconsistencia política que parecen más entresacados de un sermón de domingo de cuaresma que de un discurso racional, moderno, político. Aducir apatía, desmoralización, inercia, falta de esperanza, falta de fe como factores del no cambio es estar huérfano, no sólo de imaginación, sino de sentido histórico. Cualquier cubano con un mínimo de decencia y de amor propio se ofendería. Argüir esos factores como los que retardan el proceso de cambios en Cuba es ningunear a los cubanos, preterirlos como sujetos de su propia historia, para cuando el cambio llegue de la mano de los americanos estén tan apáticos, desmoralizados, desesperanzados, y descreídos que no opongan ninguna resistencia a la carnicería de los cuatreros de Miami (y no me refiero a los centenares de miles de personas que no abrigan otra ambición que la de relacionarse y ayudar a sus amigos y familiares en Cuba, los cuatreros son figuras públicas, con aire de respetabilidad dudosa y discurso trasnochado y decadente). Claro, todo este escenario de cubanos deambulando por las calles de las ciudades y pueblos del país sin sentido y hambreados sucede en la imaginación delirante de un sector de la comunidad cubana de Miami que se expresa en los medios de la ciudad con total impunidad. La orfandad moral y política llega al delirio de crear una realidad en la que sus deseos más íntimos e inconfesables se ajusten milimétricamente.

     Es un secreto a voces que la realidad cubana tras medio siglo de una experiencia política que ha afectado la nación hasta sus más profundas fundaciones está abocada a un proceso de revisión de esa experiencia histórica. El propósito es realizar los ajustes necesarios que redefinan y legitimare un proyecto social que dé solución de continuidad a las conquistas sociales y culturales de la revolución de 1959. Este proceso de revisión y ajuste no está por empezar –comenzó desde que la dirigencia política del país advirtió el posible descalabro de la comunidad socialista europea y se ha ido ampliando y complejizando tras los años agónicos del período especial y en los primeros del nuevo siglo. El debate en la sociedad cubana trasciende los medios oficiales y está instalada en los más diversos ambientes; cubanos de diferentes edades, posiciones y criterios participan de alguna manera en ese debate -unos con su palabra, otros con sus actos, palabras y actos no siempre del agrado de las autoridades. Ese no es un pueblo inerte. Es un pueblo sin el afán de protagonismo político que le reclaman desde el antagonismo de Miami. Cuba no es ni un monasterio dedicado a la adoración de una ideología ni una prisión llena de esclavizados habitantes; no es una nación adulterada; no es un fraude. Eso es tan ciencia ficción como lo fue el comunismo científico. La nación cubana es un cuerpo social vivo, atravesado por contradicciones, donde conviven como en cualquier nación del mundo zonas de luz y sombra, con una, a veces, exagerada opinión de sí mismo. La realidad no la cambia los deseos insatisfechos, las frustraciones, los odios, los rencores y hasta una inconfesada, e inconfesable, envidia de los cuatreros y sus ideólogos. Persistir que el cambio -que no es otra cosa que el afán de restaurar el modelo de sociedad anterior al 1959, como si el capitalismo que le tocaría a Cuba fuera el modelo opulento y consumista norteamericano y no un modelo de dependencia, despojo y desigualdad- no “llega” por el “desgaste” del pueblo debido a la “represión castrista” es insistir en un error de cálculos que aleja de la realidad a la vez que deslegitima, aún más, a los que se llaman opositores, disidentes, combatientes verticales, etc.

     Sería una falacia afirmar que la inmensa mayoría de la población cubana aprueba solícita y generosamente la gestión del gobierno cubano como solía ser durante los treinta primeros años de la revolución. La bancarrota política y económica de la Unión Soviética y la hostilidad reforzada de los Estados Unidos actuaron como una tenaza que amenazó con hacer colapsar al gobierno cubano y fracasar el proyecto de transformaciones sociales; y con la crisis económica hizo crisis por primera vez el pacto social con el que se inició la revolución de 1959 –justicia social a cambio de libertades políticas. Las actuales circunstancias nacionales e internacionales no le permiten al gobierno cubano repliegues ideológicos, sino ajustarse a una realidad distinta, a un mundo en el que el aislamiento es imposible. La nación cubana, su sociedad e instituciones, necesita refundar ese pacto en el que la obra social de justicia de la revolución y las libertades políticas y económicas encuentren su propia esfera de competencia y actuación. Hay crisis en Cuba, hay debate; y en Miami, como espacio simbólico de la oposición, hay crisis sin debate: todos, desde el más moderado hasta el más vertical recurren a los mismos argumentos que soslayan e ignoran la realidad: el pueblo cubano es necio y cobarde, el gobierno es brutal, por eso nada cambia. El tirón que jalonará un proceso de cambios en Cuba comienza aquí –cuando el gobierno americano desista de su hostilidad y planes injerencistas en relación con el futuro de la isla nación.

Tuesday, March 23, 2010

El sueño de anoche: mi padre y otro familiar, hombre y mayor de edad, me fueron a ver con algo que parecía una lápida y en las que había unas inscripciones, unos símbolos, que desdibujaban mi nombre en caracteres judíos. Mi padre y el otro hombre llevaban ese tipo de solideo judío, yarmulke, en sus cabezas, me mostraban la lápida y me decían: "al fin hemos podido encontrar la fuente de nuestro judaísmo". La lápida era blanca y los caracteres grabados, de un oro viejo. Me sentí dichoso y me puse la yarmulke que me alcanzó mi padre. Comencé a leer un libro y, entonces, desperté. ¿Sueño criptojudío? Tengo, en ocasiones, una conversación recurrente con mi madre sobre los vecinos judíos del edificio de la Habana Vieja donde vivía de joven. Ella era novia del hijo del matrimonio Rabinovich cuando éste murió en un accidente de tránsito. La historia de mi madre es que el padre del joven Rabinovich lo mandó a ejecutar por sus amores con una gentil señorita cubana.

Tuesday, March 16, 2010

Alejandro Armengol

Pienso en Alejandro Armengol con simpatía y compasión. La única vez que lo he visto fue en la pasada Feria del Libro y realmente la imagen me conmovió: paseaba lentamente por los bulevares del centro de Miami y de su brazo una dama, evidentemente su señora madre; él de unos cincuenta y tantos años de edad y ella ya mayor, con la nobleza que otorga el tiempo y el decoro de haberlo vivido bien dibujado en su rostro. Sí, pienso en Alejandro Armengol con simpatía y compasión; simpatía por el estilo de su escritura, la honestidad con que dice ciertas cosas, la pasión por la verdad, el deseo, la intención discernible de cultura y literatura en sus textos periodísticos; simpatía también porque acuerdo con él en determinados enfoques sobre la comunidad cubana de Miami y, ya se sabe, que no hay neutralidad en esos de los afectos de cualquier orden o desorden. Pero, ¡ay!, Alejandro Armengol trabaja, vive de un empleo en uno de los peores lugares de esta ciudad-estado de Miami, el periódico local cuyo nombre es, a la vez, un chiste y una indicación socio-lingüística. Alejandro debe sufrir la mediocridad y pacatería de sus ¿colegas? y de vez en cuando tiene que acudir a la retórica del patío sin la cual pudiera ser despedido inmediatamente de la plaza pública y condenado al ostracismo. Y no es que Alejandro Armengol no sea un anticastrista, claro que sí, lo es; le disgusta el gobierno de los Castro y la revolución, y le parece, además, que este último medio siglo ha sido de desventuras y pérdidas más que otra cosa. Pero Alejandro Armengol es una persona seria, que se toma responsablemente su profesión periodística y lo que parece ser su vocación más raigal, la literatura. Por eso paso por alto los artículos en los que se inclina ceremoniosamente sobre los temas-fuerza de la ciudad-estado: la represión en Cuba, la escasez y la crisis económica, la tiranía castrista y otros. Y, como ya dije, no es que no crea en lo que escribe, sino que no cree en cómo lo escribe. Razones de estilo que sólo algunos conocen.

Monday, March 15, 2010

Sobre El Nuevo…

Según ese hábito que Camus describió como moderno, ayer domingo, 14 de marzo, abrí el periódico local en español y encendí un cigarro, después del café del domingo en la mañana, y me encontré con un titular para alquilar balcones: "Pablo Milanés: hay que "condenar" a Castro si Fariñas muere." Busqué el autor del artículo: Por redacción de El Nuevo Herald. Enseguida supe que la manipulación y la búsqueda de sensacionalismo iban a ser la tónica de la nota de la redacción. Así que después de leer el artículo de marras, busqué la fuente original, la entrevista del cantante y compositor cubano en el periódico español El Mundo. Ahí estaba, flagrante y desnuda, la manipulación. Y no es que Milanés hiciera una defensa de la Revolución cubana como acostumbraba hacer años atrás -sin dudas es crítico, se percibe desilusión, ciertos ajustes en su retórica política- pero la suya no es una posición, me parece, de rompimiento con la Revolución y con el socialismo. La entrevista, cuyas preguntas me parecen hechas en un desusado tono en el que la oralidad y lo rocambolesco dejan poco espacio para la comprensión rápida, es menor. El artículo del periódico local busca hacer que los deseos de una parte de la comunidad de lectores coincidan con la realidad. Ambas, entrevista y refrito dadaísta, sugieren la Cuba real que busca reordenarse en un modelo legitimado por la satisfacción de las necesidades genuinas del pueblo cubano y la pretensión ilegítima de reordenar la sociedad cubana para satisfacer las frustraciones históricas de las "fuerzas vivas" de una clase apátrida y obsoleta.

Lo que me disgusta no es la oposición al modelo revolucionario y socialista -es el modo de ejercer el derecho a esa oposición: el uso de la mentira como herramienta para la confusión, el comprometimiento de la verdad histórica para que nuestras personales y legítimas heridas se sanen, y la falta absoluta de respeto a la mínima decencia y ética política que consiste en la búsqueda serena y honesta de la verdad.

Pablo Milanés: hay que "condenar" a Castro si Fariñas muere



 

Por Redacción de El Nuevo Herald


 

El trovador cubano Pablo Milanés afirmó el sábado en una entrevista con el periódico español El Mundo que "hay que condenar a (Castro) desde el punto de vista humano si Fariñas muere'' porque "las ideas se discuten y se combaten, no se encarcelan''.

El autor del conocido tema Yolanda afirmó que los revolucionarios cubanos se quedaron en el tiempo, "y la historia debe avanzar con ideas y hombres nuevos''. Amplió que "se han convertido en reaccionarios de sus propias ideas. Por eso he dicho que hace falta otra revolución, porque tenemos manchitas. El sol enorme que nació en el 59 se ha ido llenando de manchas en la medida en que se va poniendo viejo''.

A la pregunta de ¿en qué siglo le tocarán a Cuba las próximas elecciones?, el trovador respondió que no era pitoniso ni tenía alma de profeta, "pero quisiera que fuera cuanto antes. Más que elecciones, que en Cuba hubiera cambio, porque tampoco creo en las elecciones. Ese es un juego democrático entre comillas que también es una farsa''.

Al tocar el tema la libertad de expresión, el cantautor reconoció que tenía la oportunidad de expresar sus ideas más que los habitantes de la isla porque "tengo el privilegio de tener más información que mi pueblo''.

Al referirse al exilio cubano en Miami, Milanés aseguró que "es una libertad que buscan con toda honestidad los cubanos. A veces, muchísimos no la encuentran, porque no hay nada como estar en la patria de uno reclamando, pidiendo y exigiendo lo de uno''.

Milanés aseguró al final de la entrevista que todavía apostaba por "una Cuba con los Castro, pero con arreglos''.

El artista se encuentra de gira por España como parte de la presentación de su más reciente disco, Regalos.

 

'Quiero un cambio en Cuba cuanto antes'


 

Rafael J. Álvarez | Madrid


 

1- ¿Pero cómo se atreve a tararear nuestras canciones, doña Yolanda?
- (Se ríe) Muchas marcaron un hito en mi vida y creo que en la de mucha gente. Es increíble que el resultado del amor de una pareja en cualquier parte del mundo sea una canción mía. No entiendo ese poder insólito. Es algo maravilloso. Me han llegado a enseñar niñas que se llaman Yolanda por la canción. Para mí, no hay nada mejor que ver reflejada una pena en una pretensión de poesía y melodía. Es una forma de morir cortándose las venas en la bañera.

2- ¿Qué canta el canto del suelo?
- A la gente que ha dado su vida por la paz, la Justicia o el amor. Y canta a lo que da la tierra de cada uno. El pobre todavía anda desamparado por el mundo. Busca la justicia, vota a las izquierdas, a las derechas, y no sabe dónde ponerse. En definitiva, vota a los políticos y en los políticos ya no se puede creer. Y eso revuelve las tripas de los pobres.

3- ¿Por qué usted habla más que su pueblo?
- Un poquito más, sí. A los pueblos hay que darles oportunidad de que hablen. Yo tengo el privilegio de tener más información que mi pueblo.

4- ¿De qué callada manera hablan los cubanos?
- Los cubanos hablan a través del choteo. El choteo nos salva de la amargura.

5- ¿Qué huelga merece Castro si Fariñas muere de hambre?
- Hay que condenar desde el punto de vista humano. Esas cosas no se hacen. Las ideas se discuten y se combaten, no se encarcelan.

6- ¿Qué han hecho los revolucionarios con la Revolución?
- Quedarse en el tiempo. Y la Historia debe avanzar con ideas y hombres nuevos. Se han convertido en reaccionarios de sus propias ideas. Por eso he dicho que hace falta otra revolución, porque tenemos manchitas. El sol enorme que nació en el 59 se ha ido llenando de manchas en la medida en que se va poniendo viejo.

7- ¿En qué siglo le tocarán a Cuba las próximas elecciones?
- No soy pitoniso, no tengo alma de profeta, pero quisiera que fuera cuanto antes. Más que elecciones, que en Cuba hubiera cambio, porque tampoco creo en las elecciones. Ése es un juego democrático entre comillas que también es una farsa.

8- ¿Qué clase de libertad es Miami?
- Es una libertad que buscan con toda honestidad los cubanos. A veces, muchísimos no la encuentran, porque no hay nada como estar en la patria de uno reclamando, pidiendo y exigiendo lo de uno.

9- ¿Para qué canción le darían a usted esos países que con una mano invocan los derechos humanos para Cuba y con la otra mantienen en su suelo la pena de muerte?
- Y la tortura y las desapariciones... Es una canción que está por hacer. Pero el respeto a la soberanía de los países no me deja hacerla. Igual que quiero que respeten la soberanía de mi pueblo. Los cubanos tenemos derecho a reclamar nuestros derechos. Al final, seremos nosotros los que resolvamos nuestra situación.

10- A ver si es verdad. Bien, ahora que está de gira, dígame hacia dónde se mueve España...
- Bueno, le mostraré a los españoles un disco nuevo, Regalo, que es un regalo para mí y espero que lo sea para ellos (sonríe). Yo soy un visitante. De España puedo hablar de su población, que es maravillosa. Y no de España, sino del Estado español, que como usted sabe, contiene muchas naciones. Esa es mi forma de pensar sobre este gran país.

11- Como milanés, dígame de qué pasta está hecho Berlusconi.
- Je, je... Lamentablemente, el problema no es Berlusconi, es el pueblo italiano. Cada día tiene más adeptos. Es un gran error de las elecciones.

12- ¿Por qué no bastaba que ella muriera por usted?
- Porque, en realidad, el que estaba muriendo era yo.

(+1) ¿A qué isla llevaría usted a un hombre desierto?
- Si se lo digo se va a echar a reír. A Cuba. A una Cuba con los Castro, pero con arreglos.