La Habana: católicos y ortodoxos
La Habana: católicos y ortodoxos
[febrero 12, 2016]
Al principio no fue el verbo, sino la reunión en La Habana entre el Obispo de Roma y el Patriarca de Moscú, lo que me decidió a pedirle a Juan Carlos Zamora, católico y ortodoxo, que no católico ortodoxo, que colaboraramos en un texto sobre este evento histórico; su parte en la colaboración es tan sustantiva que he decidido publicar los dos textos independientes el uno del otro —primero el mío y después el suyo, por razones obvias: como en las bodas de Canaán, el vino bueno se sirve último.
[Texto de Humberto T. Fernández]
Para los cristianos la reunión del Obispo de Roma y del Patriarca de Moscú es un evento para meditar en el alcance del profetismo y del mesianismo del mensaje de Cristo.
En uno de los textos evangélicos más complejos y característicos de este profetismo y de este mesianismo, Jesús, apunto ya de entrar en los momentos últimos y decisivos de su vida, le pide al Padre que tal como ellos dos son uno, los que por medio de la predicación crean en Él, sean también uno (Juan, 17, 21).
El dolor más íntimo de los cristianos es contemplar el cuerpo de Cristo, la iglesia, desmembrado, a los cristianos enfrentados, el mandato de unidad roto.
Este encuentro entre el occidente y el oriente cristianos es el comienzo del camino de vuelta que acabe con el distanciamiento histórico.
Después de la caída de Constantinopla, de la dispersión de las comunidades ortodoxas del Levante, del derrumbe de Bizancio, Moscú emergió como el gran patriarcado del oriente cristiano. Roma y Moscú como los ejes de la gran disputa cristiana sobre la(s) naturaleza(s) de la persona de Cristo, la relación de las personas trinitarias, la autoridad romana, la eucaristía bajo las dos especies. Roma como epicentro generador de una cultura que indaga, que introduce la duda como condición para el conocimiento y que construye un orden secular que aspira a la libertad plena. Moscú como epicentro generador de una cultura espiritual centrada en la figura de Cristo y María theotokos de una frescura y riqueza extraordinaria y que señala al señorío de Dios sobre la creación.
En la misma ciudad en la que flotó, cual gas innoble, un (también) innombrable ateísmo, en la que el Estado revolucionario y su no menos revolucionarias instituciones confrontaron a las iglesias, las prácticas religiosas y los creyentes, se celebrará una reunión de creyentes para un mundo de incrédulos, una reunión antigua en un mundo postmoderno, y todo esto para desesperación de políticos e intelectuales —¿cómo es posible que suceda una cosa así, en La Habana, por qué no en México a los pies de la Guadalupe? Este es un mundo de escasas esperanzas, adocenado por las "inexorables" leyes del mercado, de una factura postmoderna a prueba de toda posible creencia religiosa y, a la vez, es un mundo frágil en su pretendida impunidad, perdido en sus propias construcciones exculpatorias, en su miedo cerval a la muerte… Y, así, en medio de este mundo atormentado, dos grandes corrientes espirituales cristianas se reúnen a conversar de Dios y sus designios en La Habana, territorio libre de creencias.
[Texto de Juan Carlos Zamora Delgado]
Miércoles de Cenizas – Febrero 2, 2016 a la
1.50 am
Un extraño comienzo
de la Cuaresma: Anuncian las noticias el encuentro en Cuba –nada más y nada
menos― del Patriarca de Rusia, y el Patriarca de Roma. Los más altos
dignatarios de la cristiandad escindida hace mil años, han escogido –y con ello
bendecido― como escenario conciliar una nación que era pura geografía cuando en
el 1054 Roma y Constantinopla culminaron la fractura de la cristiandad en la
mutua excomunión de un cisma.
El catolicismo
“romano” generó el entramado religioso y axiológico que por seguimiento o
negación conformaría el mundo occidental. El catolicismo “ortodoxo”, después de
la caída de Bizancio en 1453, convertiría a Rusia en su sede privilegiada, y
según el monje Filofei, en la Tercera Roma…
¡El Vaticano y Moscú
–los dos enemistados fragmentos espirituales del Imperio Romano convertido a la
fe―, triangulados en Cuba! ¡Cuántas cuerdas teológico-geopolíticas terminan
amarrando sus asuntos en ese peligroso espigón del Caribe, esa “plaza sitiada”
por la codicia y los ciclones!
Obviamente, no se
resolverán en Cuba de manera inmediata todos los problemas teológico-dogmáticos,
políticos, jurídicos y civilizatorios que separan o bifurcan a los dos
pulmones del cristianismo. El problema en torno a la vida interna de la
Trinidad, el filioque, la procesión
del Espíritu Santo del Padre al Hijo, y también, por qué no, “del Hijo” al
Padre…, no terminará de despejarse en La Habana, pero no cabe la menor duda de
que el Espíritu, Comunicador y Unificador en la Diferencia, sopla y esparce las
primicias seminales de la unidad, después de mil años en esa ciudad de abolengo
tridentino y último baluarte de un proyecto socialista. (Aunque no deja de ser
un escándalo para toda la cristiandad que en nombre de una definición del
Espíritu Santo –que es la Purísima Comunicabilidad― se haya creado de manera
mutua una terca y milenaria opacidad cismática en el corazón de la fe.)
No se disipará
mágicamente la opacidad creada por las cruzadas de los caballeros teutónicos, y
por el proselitismo desleal de los lituanos y polacos que, con la bendición
papal, invadieron sucesivamente a Rusia desde los tiempos de “el falso
Dimitri”, sembraron la cizaña y crearon los pretextos espirituales de la
división en la Malorossiya (Pequeña―Rusia Малороссия), más conocida en estos
dos últimos siglos con el nombre geográfico de Ucrania (“tierra fronteriza”).
No se solucionará el problema de los uniatas –católicos “romanos” de rito
oriental―, y el separatismo ucraniano alentado por el expansionismo occidental,
polaco, alemán y ahora por la alianza euro―atlántica encabezada por Estados
Unidos….creando un potencial peligro para la paz mundial.
Tardará todavía mucho
tiempo antes de que el Vaticano comprenda que la condición de primus inter pares (primero entre iguales), solo es un
título moral y consultivo y no un pretexto hegemónico centralizador contra la
dirección interpatriarcal de la Iglesia, como ofrecerá resistencia para
volver a asumir el celibato opcional de los sacerdotes y la comunión bajo las
dos especies… Del mismo modo que la Ortodoxia tardará en comprender otras
cosas, como el dogma de La Inmaculada Concepción ―que aun siendo romana es la
mejor expresión dogmática de la panagia,
de la pletórica vivencia y praxis mariana de la Iglesia oriental―, así como
también serán reacios a dejarse interpelar por la rica experiencia
evangelizadora del cristianismo occidental que atravesó los retos filosóficos y
sociales del Renacimiento y la Modernidad , pues los Ortodoxos conservaron con
rigor el tesoro de la fe originaria, pero corriendo el riesgo de enterrar los
“talentos” de la parábola evangélica.
Las “llaves de Pedro”
y las cuotas de “infalibilidad” todavía no serán repartidas o colegiadas de
modo interpatriarcal…
Seguirán muriendo
musulmanes auténticos y antiguos cristianos en Siria, el país que todavía
conserva y usa la lengua que hablaba Jesús, mientras las grandes naciones ―responsables
directos y cómplices de esa catástrofe humanitaria― deciden recibir o no
a los refugiados…, al tiempo que atizan una posible guerra mundial desde la zona
donde Rusia ha sido la única capaz de ponerle coto a ese monstruoso aborto
terrorista que se auto―identifica como “Estado Islámico”.
Israel continuará
dinamitando los olivares y las tumbas de los sabios, mientras reparte fosforo
blanco a los palestinos, musulmanes y cristianos, al tiempo que recoge el fruto
de las desintegradoras primaveras árabes…
Sin embargo, al
parecer, algo comienza a emitir señales desde Cuba… Esa isla que, de tan escaso
cuerpo geográfico en medio de una encrucijada no tiene más remedio que creer en
Dios como le dijo Sanguily a Morúa durante la Constituyente de 1901.
Cuba, fundacionalmente católica y yoruba, la que bajo asedio y agresiones ha
intentado construir una sociedad más justa, la que despertó a América y con
paradójica osadía geopolítica se atrevió a liberar todo el Cono Sur africano y
a sepultar el apartheid.
Cuba que terminó de emerger a la historia universal en 1959 con una revolución
y se alió defensivamente con la tierra firme de Rusia ante la amenaza atlántica
y llegó a configurar un estado confesionalmente ateo en su diferendo con las
inercias políticas de la Iglesia pero que simultáneamente tuvo el primer jefe
de Estado y líder de una revolución autoproclamada “marxista” que dijo: “Porque
no puede haber nada más antimarxista que el dogma, no puede haber nada más
antimarxista que la petrificación de las ideas. Y hay ideas que incluso se
esgrimen en nombre del marxismo que parecen verdaderos fósiles. (…) Pero
necesita el marxismo desarrollarse, salir de cierto anquilosamiento,
interpretar con sentido objetivo y científico las realidades de hoy,
comportarse como una fuerza revolucionaria y no como una iglesia seudo
revolucionaria (…)”. Estas son las paradojas de la historia. ¿Cómo cuando vemos
a sectores del clero devenir en fuerzas revolucionarias vamos a resignarnos a
ver sectores del marxismo deviniendo en fuerzas eclesiásticas?”, y propuso
una “alianza estratégica” entre cristianos y no―creyentes para la liberación de
los pueblos del continente.
De Rusia llegaron las
armas con las que Cuba ha asegurado su independencia, pero con ellas también
llegó ese ateísmo que los rusos tomaron prestado de la secularización europea
como un deslumbrante juguete ideológico que recuerda “la purga de acero” del
cuento de N. Leskov… Ahora llega al fin la verdadera representación de la
espiritualidad de ese pueblo que ganó la segunda guerra mundial para juntarse
por la paz con su hermano perdido entre los siglos…
Cuando la
confrontación Iglesia―Estado en Cuba, un venerable obispo santiaguero, ante el
giro marxista y ateo de la Revolución, escribió una carta pastoral titula “Roma
o Moscú”… Pero ya la disyuntiva es otra: Roma, Moscú y la justicia alcanzada, o
los mercaderes del templo…
¡Cuántas señales
encrucijadas! El hecho de que el Estado cubano haya logrado, después de
una larga resistencia en la penuria, el re―establecimiento de las relaciones
diplomáticas, de igual a igual, con el poder descomunal de los Estados
Unidos ―algo totalmente inédito en toda la historia de América Latina y que
generará un modelo a seguir por el continente―, ese hecho ―que es un
reconocimiento tácito de nuestra independencia― salvará el “honor de la
América inglesa”.
Continuemos meditando
en la cuaresma que nos promete la Resurrección.