A manera de cierre
Tras casi quince años y ciento sesenta y una entradas, Comentarios de K pone punto final a su dilatada y discontinua existencia virtual —hubo momentos prolijos, ausencias demasiados comprometedoras. Trabajo en la revisión y ordenamiento de las entradas con el propósito de aliviar tanta falta de sutileza, enderezar tanta torcedura de estilo, enmendar tanto crimen de lesa gramática, tanta pobreza lexical. Quizás algún día se pueda publicar en un algún volumen algún manojo de lo que se deje rescatar, cuya única aspiración sería entregar, rendir, con tanta humildad como conciencia de lo humilde de lo así ofrendado, lo que he pensado aquí y allá, por este o aquel motivo, por una u otra circunstancia, con no más angustia que hastío, sobre Cuba y sobre algunos de mis ingratos contemporáneos, sobre ciertos aspectos de la vida política en los Estados Unidos y esa variante de gobierno de ocupación en el exilio que es el establishment cubanoamericano, a quienes mañana sigan pensando y haciendo la Revolución, ese pobre y único sine qua non nuestro que subsiste a pesar de tanta maledicencia y de tanto despropósito en ambas riveras del río de eso que llamamos, casi siempre irresponsablemente, historia.
Esta última entrada que hoy acoto fue escrita en el verano de este fatídico año de 2020, revisada durante el otoño y finalmente publicada en el invierno. Escrita sin deseo, pero urgida por la importancia de los acontecimientos que reseña, recoge lo que pienso no sólo sobre las elecciones en los Estados Unidos, sino también sobre el sistema político que ha terminado por hacer indistinguible la democracia representativa de la conducta impresentable de sus agentes, por disminuir a su propia ciudadanía a meros clientes y consumidores.
Pensé y leí a José Martí, aunque prefería, por respeto, mantenerlo alejado de la urdimbre visible de estas modestas reflexiones mías. Me limito a citar, en esta nota final de Comentarios, la carta que publicara en el diario bonaerense La Nación los días 9 y 10 de mayo de 1885; y lo cito no como fuente de autoridad, que lo es, sino en gesto de autocompensación, por la fina lectura que incapaz fui de hacer yo de lo sucedido este pasado noviembre y de lo que aún está sucediendo:
Sé que cuando los pueblos dejan caer de la mano sus riendas, alguien las recoge, y los azota y amarra con ellas, y se sienta en su frente. Sé que cuando los hombres descuidan, en los quehaceres, ansias y peligros del lujo, el ejercicio de sus derechos, sobrevienen terribles riesgos, laxas pasiones y desordenadas justicias, y tras ellas, y como para refrenarlas, cual lobos vestidos de piel de mastines, la centralización política, so pretexto de refrenar a los inquietos, y la centralización religiosa, so pretexto de ajustarla: y los hijos aceptan como una salvación ambos dominios, que los padres aborrecían como una afrenta.
El ocaso de la democracia
1
La campaña electoral[1] de 2020 por la presidencia de los Estados Unidos, como predecible golpe de dados (cargados), tiene marcado un ganador —el "monstruo", le ha llamado Alain Badiou[2]. Puede que resulte vencedor el "monstruo" en su versión del "fascismo democrático"[3]—cuyo "discurso no se preocupa en lo más mínimo por la coherencia, un discurso impulsivo, que se contenta con unos cuantos tweets nocturnos y le impone al lenguaje una suerte de dislocación, lo cual lo lleva a hacer alarde de su capacidad para decir cualquier cosa y lo contrario"— o el "monstruo" de la "oligarquía política clásica"[4], ese estamento desmoralizado, y desmoralizante, que disfraza su desdén y odio (hacia los losers) con un lenguaje educado y un amaneramiento civilista que vacía, y vicia, los buenos modales y la cortesía ciudadana de sus naturales contenidos.
2
Tan importante como el verso de Racine citado por Badiou —"It was during the horror of a deep night"[5]— es su invitación a no dejarnos controlar por la depresión, el miedo, el pánico, el asco, porque la "filosofía nos enseña que ninguno de esos afectos es una buena respuesta, ya que ellos testifican, e incluso homenajean negativamente (…) la victoria del enemigo"[6].
3
Las circunstancias han cambiado. Aun así, es posible que el candidato del fascismo democrático gane sin contundencia un segundo término —la posibilidad de ganar como suspense de esta nueva farsa. El deterioro en el ejercicio del poder, la inconsistencia y la falta de resultados políticos, el autoritarismo amateur, los escándalos de todo tipo, la crisis institucional y económica derivada de la pandemia de la COVID-19, la presencia de un candidato con experiencia política que se comporta dentro de la ley y que respeta las costumbres, y que ha comenzado a hablar en un lenguaje muy atractivo para las bases electorales que definieron la presidencia en 2016, a saber, el nacionalismo económico[7], pueden resultar en algo más que un escollo circunstancial para las pretensiones del presidente de prorrogarse cuatro años más.
4
En estos últimos cuatro años, el encono y la frustración de la "burguesía cultivada y de los políticos burgueses"[8] han ido in crescendo en la misma medida en que las actitudes y comportamientos antidemocráticos, chovinistas, le han cercenado el apoyo de ciertas élites suburbanas que contribuyeron a su triunfo.
Aun cuando tanto el "fascismo democrático" como "la oligarquía política clasista" son versiones del mismo sistema económico que privilegia la mercantilización de la vida y la optimización de las ganancias, se distancian en la lectura y construcción de lo real. Los activistas y líderes del "fascismo democrático"—"que parece cada vez más tomar como modelo a (los) gánsteres o (las) mafias"[9]— no tienen preocupación alguna, ni siquiera de aparentar, que están en posesión de un discurso político, anclado en valores, prácticas y tradiciones, se conforman con los emoticonos y el lenguaje fragmentario de los social media, a medio camino entre lo inarticulado y una grafía para "iniciados". El modo discursivo de esos activistas no alcanza siquiera la dudosa dignidad del lenguaje de barricada, o de consignas —usan un pseudolenguaje para alentar los más íntimos miedos y para que las fobias (más inconfesables) pierdan toda sujeción social, toda vena civil; no basta el descrédito del otro por diferente, sino de lo Otro como alternativa legítima.
5
Si preocupa la ausencia de un discurso político mínimo en el medio conservador —tanto en el sector extremista como en el moderado—, preocupa mucho más que la "burguesía cultivada" se haya quedado al pairo, con un decir que no dice nada, sino que es pura acumulación de datos y circunvalaciones retóricas —los extremistas los han desbancado y están a punto de perder la compostura, to lose their cool.
Uno de los ejemplos más conspicuos del desconcierto de las élites liberales de los Estados Unidos es la publicación en "Harper's Magazine" de una carta firmada por intelectuales, académicos, políticos, que contiende con los movimientos que "[demandan una) reforma policial, junto con llamamientos más amplios para [lograr) una mayor igualdad e inclusión en toda nuestra sociedad"[10]. Los firmantes de la carta insisten en que pueden, esos movimientos, ser un peligro para que "nuestras normas de debate abierto y la tolerancia de las diferencias [se cuestionen) a favor de la conformidad ideológica”[11]. Una (in)disimulada alusión a los movimientos reivindicativos que promueven la cancel culture e ideas asociadas al feminismo, el racismo, la violencia policial, el derecho de la comunidad LGBT, etc.
Entre los que firmaron la carta publicada en "Harper's Magazine", dos académicos que no pueden estar más distantes el uno del otro, tanto en alcance, y relieve, de su obra como en su proyección política, Noam Chomsky y Francis Fukuyama. Esta "confluencia" es el reflejo de la despolitización y reducción a meros eventos mediáticos de las luchas sociales y de la mistificación de la lucha de clases a meras escaramuzas de multitudes.
Los movimientos de protesta en los EE. UU. no tienen un contenido político específico —oscilan desde reclamos de tipo social hasta historicistas. Son movimientos que se mueven en la penumbra de un reformismo inconsistente y son cuestionados por la "derecha" conservadora y la "izquierda" liberal, lo que demuestra la crisis de representatividad política del sistema y las consecuencias del algoritmo para la neutralización política del ciudadano, reforzado desde el colapso de la alternativa comunista y que persigue (con)formar un modelo de ciudadano no-vinculante, en-sí-mismado y apático.
6
La historiadora Anne Applebaum[12] termina un artículo publicado en The Atlantic[13]—que puede servir como ejemplo del desconcierto liberal— citando a Wladyslaw Bartoszewski[14] y la importancia de la decencia. Salvando las distancias que dispensan el tiempo y las letras, Anne Applebaum recuerda a Hannah Arendt en su oposición al totalitarismo (para Anne, autoritarismo) y la referencia a un hombre, Eichmann (Trump para Applebaum) como emblema de la banalidad del mal, o como serial liar[15], para Anne Applebaum.
Applebaum no devuelve su mirada a los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial para dar su versión del autoritarismo, sino que comienza su crítica al final de esa guerra, más específicamente, con la partición de la Alemania nazi, resultado de la geopolítica de la Guerra Fría, en dos estados. El texto de Applebaum, como cuento de dos ciudades, comienza narrando las biografías (a)simétricas de Wolfgang Leonhard y Markus Wolf. El primero, Wolfgang, abandonó la Alemania comunista una fría tarde de marzo de 1949, según la autora, y se convirtió en un crítico del régimen, escalando posiciones académicas en las principales universidades norteamericanas —tuvo el dudoso honor de ser profesor de George W. Bush. El otro, Markus, permaneció en la República Democrática Alemana y, siempre según el relato de Applebaum, se convirtió en el "the country's top spy"[16]. Para la autora, Wolfgang es el ejemplo de las virtudes cívicas y Markus, un oportunista que sacrificó el civismo en aras de su beneficio personal.
Applebaum desliza otra serie de relatos sobre las virtudes del civismo y las maldades del colaboracionismo: Czeslaw Milosz[17] y Marianne Birthler[18], sin otra comunidad que su desencanto y deserción del comunismo; Wanda Telakowska[19], una idealista que terminó sus días como una estalinista olvidada y que es prácticamente desconocida para el lector común; y, en el cenit del desespero por asir un argumento indiscutible, Anne Applebaum echa mano de Mijail Bajtín, "…quien reconoció en el atractivo de lo prohibido el espacio donde se permite todo, desde la excentricidad hasta la blasfemia que derrota a la piedad. La administración de Trump es así: Nada significa nada, las reglas no importan, y el presidente es el rey del carnaval"— en el sentido de la tercera definición que ofrece el diccionario de la Real Academia de la Lengua de "interpretar o tomar en mal sentido y con intención siniestra una palabra, una proposición o un acto."
Su texto también nos cuenta la historia de dos funerales —como metáforas de la democracia—, el de John McCain[20] y el de Laszlo Rajk[21]; también narra la historia de dos senadores, cuyos senderos se bifurcaron después de las elecciones de 2016 —Lindsey Graham y Mitt Romney. El primero, de adversario de Trump pasó a devoto partidario[22]; el segundo se mantiene como adversario del mandatario estadounidense —el colaboracionista Graham, espejo del Markus de la Alemania comunista, y el cívico Romney, émulo del Wolfgang quien decidió por la disidencia.
Anne Applebaum usa la voz colaborador, "[que) conlleva una implicación de traición: traición a la propia nación, a la propia ideología, a la propia moral, a los propios valores"[23], para referirse a los que, desde el gobierno, la legislatura, la prensa, apoyan la gestión de Donald J. Trump, y recurre al gobierno de la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial y al de Hugo Chávez (1999-2013) en Venezuela como paradigmas referenciales de la administración de Trump[24]. La autora compara a los que apoyan a Trump, a los colaboracionistas de los nazis y de los comunistas, gente que busca sólo su propio provecho personal sin consideraciones éticas o morales algunas.
La muy ilustrada y liberal élite estadounidense se siente desnudada por la elección, y posible re-elección, de Trump —no sólo este impresentable sujeto ha puesto al descubierto el vacío y la hipocresía del comportamiento y el lenguaje (political correctness) del establishment y la decadencia de los Estados Unidos como Estado-imperio, sino la inherente corrupción e ineficiencia del entramado institucional del mismo, y su incapacidad de adaptarse a un mundo que, demográfica y tecnológicamente, es distinto de aquel en que nació con destino manifiesto.
7
El horror vivido la noche del martes 8 de noviembre de 2016 puede tener una segunda parte el próximo 3 de noviembre. La crisis del capitalismo global está hoy más extendida y es más letal —la pandemia de la COVID-19 ha afectado no sólo a las regiones más empobrecidas del planeta, sino a los grandes centros donde se concentra la riqueza.
La sociedad estadounidense ha derrumbado los (falsos) muros de contención que le permitía proyectar una imagen de potencia sólida y eficaz, y aún no ha construido el muro prometido por el (fake) mesías del American First. Trump es "un síntoma de la crisis del capitalismo global como sistema"[25], por lo tanto, cabe pensar que su reelección es una posibilidad real. Sin embargo, la reelección está amenazada por su propia incapacidad para manejar la crisis de la pandemia, que es una crisis subsidiaria de la crisis general del sistema, y otras crisis subalternas de legitimidad y representación.
8
La sociedad contemporánea se enfrenta a una disyuntiva cuya solución no se encuentra entre los márgenes de las propuestas democráticas tradicionales: el capitalismo global es incompatible con la gestión política, eficaz y justa, a cualquier escala. Es necesario reencauzar y rediseñar los procesos económicos de producción y el comercio internacional, de manera que las periferias productivas sean también ámbitos de consumo de los bienes y servicios producidos. A la misma vez, se impone descentralizar la globalización cultural, creando espacios de encuentro y convivencia en el que no se disuelvan las diferencias, sino que se resuelvan las contradicciones. El agotamiento del modelo (neo)liberal, desarrollista y de comercio libre es evidente —ni el mundo social ni el natural pueden soportar sus exigencias para sobrevivir como tales.
9
Alain Badiou parece compartir la idea de Rosa Luxemburgo de socialismo o barbarie: "…es cierto que después del capitalismo, al final del capitalismo, es el comunismo o la barbarie, o la barbarie completa[26]." El modelo de sociedades comunistas al que hace refierencia Badiou no es ese que colapsó en la URSS —el desastre oscuro[27]—, sino a una sociedad en la que primen los intereses de la comunidad sobre los individuos, en la que la propiedad privada no sea la única y hegemónica forma de propiedad, en la que se implementen estrategias de desarrollo sostenible y justas, en fin, a un reordenamiento social de tipo revolucionario en que "[la) pasión igualitaria, la Idea de la justicia, la voluntad de romper con las componendas del servicio de los bienes, la deposición del egoísmo, la intolerancia a la opresión, el anhelo de cesación del Estado[28]”. La cuestión a determinar es si la subjetividad política y la funcionalidad de los dispositivos de cambio funcionarían para garantizar sobrevivir como civilización y como especie.
10
La oscuridad del tiempo presente deja poco espacio para la esperanza.
Notas
[1] Objeción: "Campaña electoral" es la serie de eventos, sucesos, declaraciones e intervenciones que ambos partidos políticos, y sus candidatos, han protagonizado, y protagonizarán, hasta que se dé por terminada. En verdad, esta "campaña electoral" no es sino el espectáculo de una sociedad en que lo mediático tiene un valor de realidad por encima de la realidad misma, por lo que deberíamos referirnos a ella como show electoral. En este no hay discusión política de conceptos ni generalidades, ni presentación de proyectos de cambios institucionales, ni estrategias para canalizar las tensiones sociales y propiciar una participación más equitativa en los bienes producidos —se trata sólo de una competencia de popularidad, a contest.
[2] Badiou. Trump, Cambridge, UK/Medford, MA, USA, Polity Press, , 2019, p. 9.
[3] Badiou, cit., pp. 13-14. El oxímoron, fascismo democrático, no hace justicia al fascismo, tan disgustado siempre con la democracia, pero indica, claramente, la variante autoritaria dentro de la formación política de los Estados Unidos.
[4] Ibidem, p. 16.
[5] Ibidem, p. 1.
[6] Ibidem, p. 2.
[7] Robert Kuttner, ”Biden’s New Economic Nationalism: Better Than You May Think”, The American Prospect, 10 de julio de 2020. (Accedido en https://prospect.org/economy/biden-new-economic-nationalism-better-than-you-may-think.)
[8] Badiou, cit., pp. 12, 14.
[9] Ibidem, p. 12.
[10] “A Letter on Justice and Open Society”, Harper's Magazine, 7 de julio de 2020. (Accedido en: https://harpers.org/a-letter-on-justice-and-open-debate.)
[11] Idem.
[12] Para un perfil de Anne Applebaum, véase https://www.anneapplebaum.com.
[13]Anne Applebaum, “History Will Judge the Complicit”, The Atlantic, julio-agosto de 2020 (Accedido en: https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2020/07/trumps-collaborators/612250/.)
[14] Rick Lyman, “Wladyslaw Bartoszewski, 93, Dies; Polish Auschwitz Survivor Aided Jews”, The New York Times, 27 de abril de 2015. (Accedido en https://www.nytimes.com/2015/04/28/world/europe/wladyslaw-bartoszewski-polish-auschwitz-survivor-who-fought-for-jews-dies-at-93.html.)
[15] Anne Applebaum, “Trump Won't Accept Defeat. Ever”, The Atlantic, 6 de noviembre de 2020 (Accedido en https://www.theatlantic.com/ideas/archive/2020/11/trumps-forever-campaign-is-just-getting-started/617021/?utm_source=feed.)
[16] Applebaum, “History Will Judge the Complicit”, cit.
[17] Para un perfil de Czeslaw Milosz, véase https://en.wikipedia.org/wiki/Czesław_Miłosz.
[18] Para un perfil de Marianne Birthler, véase https://en.wikipedia.org/wiki/Marianne_Birthler.
[19] Para un perfil de Wanda Telakowska, véase https://en.wikipedia.org/wiki/Wanda_Telakowska.
[20] Para un perfil de John McCain, véase https://en.wikipedia.org/wiki/John_McCain.
[21] Para un perfil de Laszlo Rajk, véase https://en.wikipedia.org/wiki/László_Rajk.
[22] Anne Applebaum describe ese "tránsito" con una maestría envidiable —nunca emplea sus palabras para describir la (casi) apostasía del Senador por Carolina del Sur, sino que apela a las del propio Graham refiriéndose a Trump antes de las elecciones de 2016: "…lo llamó ‘imbécil’, ‘loco’ y un ‘fanático de la raza, xenófobo y religioso’, así como la de un amigo del senador que describe a Graham, después de las elecciones, de la siguiente forma: ‘…se jacta de que acaba de reunirse con Trump y lo dice mientras muestra unos niveles de excitación típicos de un estudiante de secundaria." (Accedido en https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2020/07/trumps-collaborators/612250/.)
[23] Applebaum, “History Will Judge the Complicit”, cit.
[24]"Ese tipo de comportamiento tiene ecos en otros países y otras épocas. Hace unos meses, en Venezuela, hablé con Víctor Álvarez, ministro de uno de los gobiernos de Hugo Chávez y, anteriormente, alto funcionario. Álvarez me explicó los argumentos que había presentado a favor de proteger a alguna industria privada y su oposición a la nacionalización masiva. Álvarez estuvo en el gobierno desde finales de los años noventa hasta 2006, época en la que Chávez intensificó el uso de la policía contra los manifestantes pacíficos y socavó las instituciones democráticas."(Accedido en https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2020/07/trumps-collaborators/612250/.)
[25] Badiou, cit. p. 63.