Thursday, May 18, 2006

Nota de lectura (II)

En el número de Babelia, suplemento cultural de El País, correspondiente al sábado 21 de junio de este año (2003) apareció lo que los editores del magazine literario dieron en llamar un “extracto de la introducción de Thomas Pynchon a la nueva edición de 1984 (…), publicada recientemente en la colección Fiftieth Anniversary Plume, de las ediciones Penguin.” 1984 escrita por George Orwell y publicada a fines de los años cuarenta ha sido considerado un texto anticomunista. Lo importante es que lo publicado en Babelia refleja la opinión de un autor norteamericano, que por muchas razones, puede considerarse un outsider, alguien que está al margen de las instituciones y de las corrientes intelectuales de moda. Thomas Pynchon, autor de novelas y artículos, autor para pocos lectores, autor que conoce su país y la sociedad de éste con sutileza y en profundidad, apunta una serie de ideas que son de una importancia extrema para los que vivimos en Estados Unidos.

Thomas Pynchon comienza por señalar algo que la mayoría de los entendidos en literatura ya saben, que 1984 no es una novela sobre los regímenes comunistas de Europa oriental, que ésta no es una novela que sigue a Rebelión en la granja, temáticamente hablando, sino que con esta novela el autor aspiró a reflejar su visión de la sociedad futura, sin que el signo político fuera lo más importante, sino las condiciones en que el ser humano estaba predestinado a vivir en el futuro si las maquinarias de poder se salían con la suya de ningunear al ciudadano en virtud de la acumulación desenfrenada de riqueza y la dosis de impunidad que ella crea. Parece como si George Orwell, comenta Pynchon, previera estos días nefastos que vivimos en que un grupito de halcones enloquecidos ha puesto al mundo a bailar con su desentonada música.

Hay un tema que Thomas Pynchon pone a consideración del lector: el fascismo. Ese monstruo, que tanto ha preocupado a pensadores y políticos durante buena parte del siglo veinte, está vigente, es actual, contemporáneo, y si se disfrazó de antisemita en la Alemania de los años treinta y cuarenta, desatando una guerra horrorosa, hoy se viste de defensor los “amenazados” valores de la democracia y ve enemigos en cualquier lugar. La visión exclusivista que la modernidad introdujo prevalece hoy más que nunca. Donde antes las diferencias culturales se consideraban riquezas, hoy son inaguantables torpezas antidemocráticas. El mundo, según esta superstición, tiene que ser ajustado a las recetas del Occidente cristiano que ha dejado bien atrás sus supercherías y demagogias hasta convertirse en el paradigma único de “supervivencia”.

El fascismo, como orden de cosas que privilegia lo virtual sobre lo real, resulta de la visión más alucinada y adocenada del sector más retrógrado de la burguesía. El fascismo es totalitario per se y se propone “universalizar” ese orden de cosas en aras de hacer más efectivo el control de las riquezas y de los medios para producirlas. El mundo que supuestamente dejó atrás la “guerra fría”, se ha adentrado en uno que repta en la sombra y confunde la paz con la aquiescencia de todos para con uno, obedecer sin resquicios.

El fundamentalismo cristiano como factor ideológico de punta: ese es el fascismo a que asistimos hoy. El fascismo como aproximación a lo temperadamente gris del conocimiento vacío de pasión y de crítica. No es posible pensar, consigna el fascismo, ni siquiera vivir con la esperanza de regurgitar algo propio: una ácida, amarillenta, secreción de adentro. El mundo que presenta el fascismo es uno muy colorido, joven, sensual y exitoso: no hay espacio para lo antiguo, lo que acumula tiempo y pasión. Ese es el mundo que se propone diseñar el mundo corporativo transnacional, los intereses que se anudan una corbata al cuello y abren sus computadoras portátiles en vuelos de primera clase para seguir el “desarrollo” de las acciones en Wall Street. No queda otro remedio que pensar de nuevo a Dimitrov, “el fascismo es la dictadura del capital financiero internacional”, para entender cómo se alzado con todo el poder y toda la mentira un sector de la burguesía norteamericana desprovisto de la más ligera noción ética.

Thomas Pynchon, so pretexto de un ensayo que sirviera de introducción a 1984, desnuda la sociedad de hoy y advierte al lector-que-piensa-mientras-lee de la semejanza entre lo descrito por Orwell en su premonitoria novela y las realidades políticas y sociales en las que el ciudadano de hoy está inmerso. Las tecnologías de la información y de la comunicación no han hecho otra cosa que aislar al hombre, reducirlo a una soledad de animal unicelular. Romper todo vínculo social, toda solidaridad, es la meta primera y exclusiva del fascismo de hoy. Destejer el tejido social es la obsesión de los facinerosos que hoy tratan de modelar el rostro de los Estados Unidos y del resto del mundo.

La ciudadanía norteamericana está amenazada de muerte cívica. El síntoma no puede ser más definido y la prognosis de la sociedad norteamericana y, por ende del resto de la sociedad occidental, indica que la postración y el pánico serán los estados habituales en que viviremos. Será, entonces, más fácil controlarnos y hacer que decidamos comprar toda suerte de gadgets que el mercado nos ofrezca. La fuerza y la seguridad que provee el ser propietario virtual de algo que no tiene importancia es vital para este orden de cosas que asesina lo real y lo simbólico para la que la vida humana transcurra en el mundo de los fantasmas y de las semejanzas. Muerto el vínculo social y aniquilado el sentido humano de pertenencia a un género, la ciudadanía desaparece para que surja lo que con temor (y temblor, apunto yo recordando a Kiekergaard) Orwell describiera en 1984.

Mas el sector que provoca que este estado de cosas no está por encima de la humanidad, no es inmune a su propio veneno. Ese sector cree que son todopoderosos, y de ese sentimiento les nacerá la convicción de que son intocables, inmortales. Como una escena romana: lujo, sensualidad barata, sexualidad prostituida a flor de túnica; y al final Roma en llamas y la cicuta o la bañera y las venas abiertas, y nada brota y nada sale, porque hace rato estos fascistas, estos iluminados por el capital, estos halcones, están muertos y sólo la inercia de su egoísmo los hace parecer vivos.

Agradezco a Thomas Pynchon que escriba desde el retiro, porque esa soledad que él se ha impuesto no ha sido por asco ni insolencia, sino para comprender mejor, pensar con claridad y hablarnos con su escritura, clara, precisa, comprometida.

Nota de lectura (I)


Milosz casi al final de su libro Milosz’s ABC’s, escribe que éste pudiera ser “en vez de una novela, en vez de un ensayo, en vez de una memoria”, una manera de escribir todo eso, añadiría yo, de acercar los elementos de la ficción, de lo mirada crítica y de las remembranzas, de yuxtaponerlos. Es la escritura de uno de los últimos grandes poetas y ensayistas del siglo veinte, que testimonia con su obra es siglo en toda su extensión. La vida de Milosz atraviesa una centuria que fue testigo del acelerado paso de un estado de cosas en la que aún las individualidades, el martilleo de la máquina de escribir, el ruido de la pluma sobre el papel y el empeño de lucha por la utopía tenía un peso propio e irremplazable a otra en la que el anonimato, las formas más agobiantes de colectivismo y despersonalización, inducidas por el despelote tecnológico, se han establecido como cotas incuestionables del desarrollo.

Milosz acude a listar sus obsesiones, sus paisajes, recuerdos y personas para dejar constancia del mundo de los vivos y de los muertos, aunque como él mismo destaca “la línea que divide ambos mundos no es muy clara”. Este es también su personal tributo a quienes coincidieron en el espacio que habitó, una clara alusión a que los temas fundamentales de la vida se esconden tras los aparatosos montajes de la fama circunstancial y de los intereses mezquinos.

Milosz pudiera ser considerado como el último de los poetas católicos que dio aliento fundacional a la poesía del siglo veinte. Es por esto, y por ser polaco, que se extraña la ausencia de su comentario sobre Karol Wojtila, polaco como él, responsable de un papado muy controversial pero, sin duda alguna, decisivo para el final del segundo milenio cristiano y estreno del nuevo. ¿Será esta una exclusión “caballerosa”? Entre ambos hay una comprensión de la “polonidad”, su historia y misión, que difiere en perspectiva y argumentos. No deja de resultar curioso que ambos se preocupen de la lengua y de la literatura: los dos consumados conocedores y amantes del polaco. Pero a la visión integrista y hagiográfica del Papa, Milosz presenta la mirada de un católico que no evade los retos de la modernidad y su sucedáneo de esquivos perfiles, la post-modernidad. Milosz piensa en términos seculares un mundo que percibe lleno de la presencia divina; no le teme a la crítica, porque ama la verdad y vive en ella, no de ella. Así el poeta lee, en su más amplia acepción, la literatura contemporánea y la clásica, las corrientes de pensamiento que atraviesan recintos universitarios y los estilos de vida de la sociedad actual, el impacto de las nuevas realidades tecnológicas, y todo eso sin dejar de señalar, y revelar, su propia identidad y valores.

Este es un libro que se lee sin prisa, porque está escrito para el testimonio de lo pequeño, de lo íntimo, tan devaluado en estos días. En el tiempo de las grandes construcciones supuestamente teóricas, de los complicados sistemas que codifican y decodifican la vida, Milosz presenta una prosa que recorre el siglo con sigilo y tersura, revelando las escaramuzas que se le tienden al que busca la verdad, las complicidades diarias que hacen más llevadero este destierro, la variedad de personas, situaciones y emociones ante las que desfilamos a lo largo de nuestras vidas.

Milosz resolvió marcharse el catorce de agosto de 2004 llevándose con él toda la sencillez, el cariño, la entereza que traspasa su obra pero nos queda la solidez de la misma, el testimonio escrito de unos textos que son pan y vino, palabra dicha, escuchada, escrita para alegría de algunos.

Wednesday, May 17, 2006

A propósito de un conato de censura

[Sé que muchos van a reventar con este inicio; a algunos se les recomerá el hígado y a otros, otras partes de esta frágil anatomía que el Señor nos ha regalado, quién sabe si como penitencia o consuelo.]

El diez de mayo pasado, la Mesa Redonda de la televisión cubana se dedicó a discutir sobre el transplante coclear en Cuba. ¿Qué es esto? Un programa médico que afecta a pacientes, niños fundamentalmente, con padecimiento de sordoceguera o sordera severa a los que se le colocan por cirugía un dispositivo interno que se conecta con una especie de microcomputadora externa que permite captar el sonido del medio ambiente y traducirlo en impulsos electrónicos sobre el nervio auditivo. Cincuenta y tres niños cubanos se han beneficiado de esta cirugía, niños que después necesitan de un período de rehabilitación que puede durar años y en el cual intervienen especialistas de diversas disciplinas. Lo más novedoso e interesante es el sistema diseñado para identificar el paciente, hacerle las pruebas médicas correspondiente para determinar la aptitud del mismo para ser sometido a la operación y el tratamiento postoperatorio. Novedoso porque pocos países del área llamada “Tercer Mundo” disponen de una red de servicios médicos y sociales que permitan este tipo de monitoreo e interesante porque revela la voluntad política del gobierno y el estado cubano de destinar los recursos necesarios para implementar el programa.

[El estado cubano es el único que durante un período de crisis económica (tan grave como la que asoló el país después de la desintegración de la Unión Soviética y el campo socialista, principales socios comerciales de la isla) aumentó el gasto social. Según un informe de la organización no lucrativa, Oxfam America, “Durante la década de 1990, la proporción del producto interno bruto cubano destinado a programas sociales se incrementó en un 34%”[i]. Si ponemos en contexto estas políticas gubernamentales en tiempos de crisis resultan inéditas. La tendencia “natural” de los organismos financieros internacionales es aconsejar a los gobiernos privatizar y reducir los servicios sociales. “Hay indicadores significativos que apuntan a que los dirigentes cubanos no tratarán de lograr la eficiencia mediante la reducción de los servicios o su privatización”[ii], escribe el citado informe sobre de Oxfam America. Los que se ocupan de observar, comentar, escribir sobre los procesos sociales saben que hay una relación directa entre las políticas gubernamentales de servicios y el incremento o no de los mismos. Si los gobiernos recortan los presupuestos destinados a servicios sociales para paliar las crisis o estimular las economías, estos, lógicamente, se resienten. Lo tenemos aquí mismo: los compasivos, desde que llegaron al poder, es recorta y recorta más: los impuestos a la ganancia de capital (los más ricos) y los fondos a los programas de asistencia social (destinados a los más pobres). Vamos a una última cita de este informe: “Cuba ha elegido el camino más duro: la transformación del marco general y de la distribución de los servicios”[iii]. Cambiar un modelo y una manera de distribuir los servicios sociales que no funcionan a la misma vez que no se sucumbe a las exigencias de una economía cada vez más insegura, más basada en medir la eficacia a partir del consumo, menos justa.]

Días atrás, una infantil controversia entre avezados políticos locales, radicales comentaristas radiales y de la prensa plana y escrupulosos padres sobre un libro para niños (cuyo título es sí mismo casi una violación de las regulaciones de viajes de cubanos y cubano-americanos asentados en los Estados Unidos a Cuba, Vamos a Cuba) hizo a k interesarse sobre la situación de la niñez y visitó la página oficial de la UNICEF[iv] para conocer algunos datos sobre este delicado asunto a nivel mundial. Sólo reproduciré un dato de especial y sensible importancia entre la población: en mortalidad infantil, Cuba ocupa el lugar 159 de un total de 192 países listados, el único detalle que puede mortificar al democrático lector de Miami es que esta lista está organizada en orden descendente, por lo tanto Cuba ocupa el lugar treinta y tres en esa lista. Pero, eso, eso está manipulado por la inteligencia castrista. Allí, allí le quitan la leche a los niños a los siete años, después que se… mueran. Vamos a ver, ¿existe algún estado que garantice a toda la población infantil un litro de leche desde el momento de su nacimiento hasta los siete años de edad? Eso sucede allí (y todo el mundo sabe que cuando los cubanos de Miami dicen allí se refieren a Cuba).

Estoy de acuerdo: ese libro no refleja la realidad de Cuba, debe ser retirado de las bibliotecas de las escuelas públicas y en su lugar poner otro que refleje, sin complejos, los beneficios, los derechos, la seguridad social que tienen los niños cubanos. Hay niños con problemas, niños enfermos, niños que sufren las consecuencias de arbitrariedades, niños que no son amados, protegidos, celebrados por sus padres. El socialismo cubano no es la supresión de la debilidad, del dolor, de la enfermedad y de la muerte, es el intento de crear una sociedad en la que las estructuras sociales no potencien “el lado oscuro”, irracional del ser humano, sino que sea efectivo en la creación de una sociedad solidaria. Y sólo se puede ser solidario en una sociedad en que la ganancia y el interés privado no sea el criterio de valor supremo. Por eso, insisto en que ese libro (Vamos a Cuba) debe ser retirado de las bibliotecas de las escuelas públicas; en su lugar, se debe colocar otro que diga en un lenguaje claro y distinto, cómo viven los niños cubanos, en qué tipo de sistema social viven y cuáles son las diferencias con el sistema en el que viven nuestros hijos.

[La redención, la liberación, son temas que han obsesionado siempre a la humanidad. El marxismo habla de la emancipación del trabajo enajenado, de la liberación del trabajo de la tiranía del capital. No es la apropiación individual de la ganancia, sino la distribución equitativa de la misma lo que debe signar a la nueva sociedad que debe reemplazar a este capitalismo sin salida que crea las contradicciones más aberrantes: es capaz de crear la mayor cantidad de riquezas nunca soñada mientras poblaciones enteras son diezmadas por el hambre y la falta de atención médica básica; ante el avance descomunal tecnológico se deben mejorar las condiciones de trabajo pero el número de desempleado crece, las condiciones de vida se deterioran. Todo esto es el resultado lógico de un sistema de producción y distribución que tiene como condición sine qua non la rentabilidad de las empresas en términos del interés privado y la ganancia.]

Entre los cubanos hay ciertos moderados, reformistas, que quieren un capitalismo renovado (a reborn capitalism, dirían los neoconservadores, compasivos ellos), en el que ciertos valores sociales se respetasen, ciertos derechos; en el que el individuo no se imponga como el bien supremo, como la medida última. Estos moderados, reformistas, que afinan su puntería ideológica desde las azoteas de las iglesias o desde cualquier ideología de beneficencia, descuidan un detalle casi insignificante: el maquillaje no altera sustancialmente el rostro, oculta, disimula, hace parecer que, pero la sustancia es la misma. Las verrugas siempre están ahí.




[i] Cuba, La Política Social en la Encrucijada: Manteniendo las Prioridades, Transformando la Práctica. En: http://www.oxfamamerica.org/pdfs/cuba-politica_social.pdf
[ii] Idem
[iii] Idem
[iv] Organización de las Naciones Unidas dedicada a los niños. www.unicef.org.

Monday, May 15, 2006

Una notita (democrática)

Hoy en la mañana, en la edición matutina del noticiero de una radioemisora local, condujeron un sondeo (“no científico” como explican sus locuaces locutores) en el que los radioescuchas debían responder con un o un no a la pregunta ¿cree usted que el presidente Bush se ha excedido en sus derechos constitucionales? Claro que no se referían a los derechos constitucionales que el Presidente tiene, así como cualquier otro ciudadano. Se referían a lo que la ciencia política en Estados Unidos denomina “presidencial powers” o las cosas que le están permitidas hacer al presidente por la Constitución y la tradición. Un par de ejemplos. Primer ejemplo: La Constitución le permite al presidente nombrar jueces y funcionarios de su gabinete pero estas nominaciones deben ser confirmadas por el Senado. Este presidente acostumbra nombrar a ciertos funcionarios que no serán confirmados por el Senado. ¿Qué hace, entonces? Pues, los nombra cuando el Senado está de vacaciones de invierno o verano y así usa un privilegio presidencial que le permite mantener en el cargo al nominado por un año hasta presentar su nominación al Senado el siguiente. (Cfr. Otto Reich, un cubanito de la Bacardí, como Sub-secretario Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado). Segundo ejemplo: Tradicionalmente, los jefes de la central de inteligencia norteamericana (CIA) no han sido escogidos de entre los distintos cuerpos armados del país, sino que han sido civiles ligados a la comunidad de inteligencia. Ahora, el presidente Bush acaba de nombrar a un general en activo para jefe de la CIA. Así pues, vemos como éste presidente tiene esa tendencia a romper con todo, es un modernista, un innovador, un iconoclasta. Recordemos aquella protuberancia ideológica en su discurso de campaña del 2000, lo del conservadurismo compasivo, las irregularidades electorales en el Estado de la Florida (2000) y Ohio (2004), las escuchas telefónicas, las nominaciones y nombramientos de impresentables candidatos y personas para agencias gubernamentales [¡Cómo olvidar al ex Director de FEMA (Federal Emergency Management Agency), sin experiencia en el manejo de situaciones de desastre, ex coordinador de espectáculos equinos que fue también despedido de la empresa privada, un pelele[1]]. El presidente de turno es uno con verdadera capacidad para hacer una lectura muy suya, bajo los divinos efluvios de (san) Karl Rove y Cía., de la Constitución y de la tradición política norteamericana.

Pero no disgregue más, K. Háganse a un lado todas estas explicaciones y divagaciones y vayamos al resultado del sondeo “no científico”. A la pregunta si el mandatario estadounidense se había excedido en sus prerrogativas como presidente. Quince cubanos (sí, cubanos, nuestro acento no nos traiciona, un poco desfachatado, superlativo, concluyente) votaron que no, que el presidente no se había excedido, dos votaron que sí que se había excedido, un cubano y otro latinoamericano. La comunidad cubana, no científicamente representada en este sondeo, terminó por darle un apoyo totalitario a Bush; algunos pedían más intromisión en la vida de los individuos, varios repitieron esa frasecita tan socorrida de “el que no la debe, no la teme”; así que mister Bush, escuche cuantas llamadas pueda y quiera y pídale a esas grandes corporaciones telefónicas que le pasen el registro diario de las comunicaciones de sus clientes. [Si hubiera sido el gobierno de Castro. ¡Ay Dios mío! Bush escucha, Castro espía. Algunos catetos de por acá, micrófono en ristre, se la pasen hablando de teléfonos intervenidos, cortados, etc.] Y he aquí que los defensores del gobierno pequeño, de que el gobierno intervenga lo menos posible en la vida social, económica y familiar de los ciudadanos, los defensores de los valores morales y familiares, los conservadores compasivos, se comportan como unos verdaderos “big brothers”; el gobiernos norteamericano y ciertos cubanos de por acá son la excrecencia de su propia doctrina, la malformación de esa opinión recta que dicen representar. Este mismo compasivo, conservador, fervorosamente religioso gobierno le dice a los cubanos quién es su familia, cuántas veces puede visitarla, qué religiones son verdaderas y quiénes son o no sinceros practicantes. Todas estas medidas son parte de un plan peligrosísimo para tumbar a Castro, para liberar a Cuba, que incluye un ministerio de colonia con ministro de bíblico nombre, Caleb.

La sociedad norteamericana ha hecho agua con el gobierno de Bush. Las encuestas dicen que lo quieren poco y mal, y los cubanos quieren más Bush, más control, más mano dura, menos contemplaciones “para que meta en cintura a todos esos que atentan contra este gran país”. ¡Qué cercanías psicológicas entre estos patriotas verticales e intransigentes y los come-candelas de los sesenta y los setenta en Cuba!

Los cubanos de Miami, por lo general, son la contradicción de cuanto valor democrático y de justicia dicen representar. Al menos, lo que se puede oír y leer de los cubanos de Miami es así, salvo los justos de siempre que evitan que la ciudad sea barrida, incendiada, por la ira de un dios que se aparta cada vez más de estos sepulcros blanqueados, de esta raza de víboras.
[1] Brown pushed from last job: Horse group: FEMA chief had to be `asked to resign' by Brett Arends. BostonHerald.com. Saturday, September 3, 2005

Friday, May 05, 2006

Montaner, sicofante

Carlos Alberto no cesa de escribir y de calumniar –dominicalmente, cual fervoroso monaguillo. Montaner, escritor y calumniador, editor y cipayo, tiene en su currículo profesional montones de artículos de prensa (y otras lindezas como novelas, ensayos y ¡hasta poemas! sí, poemas) que siempre tratan un mismo tema con dos caras (ninguna de las dos ocultas): Estados Unidos, por un lado, representa la civilización y Latinoamérica, por el otro, la barbarie. Es él un émulo pedestre de Facundo Sarmiento; éste sería infeliz si pudiera leer la baba ideológica (a mister M se le cae literalmente la baba con los Estados Unidos) del facundus petit maître.

El pie forzado de mister M para evocar la grandeza norteamericana es Fidel Castro y Cuba, en ese orden –cualquier texto periodístico suyo es de eso y de lo mismo; no importa que quiera escribir sobre la Conchinchina, Fidel y Cuba aparecen en cualquier esquina, de cortelazo. Pero ¿qué le gusta escribir sobre ésta su obsesión dominguera? Mister M adivina –es el Walter Mercado de la política cubana pero con poco, poco amor. Me lo imagino, tipo jueves en la noche, sentado a la mesilla ataviado con un albornoz punzó, disponiendo pequeñas cantidades de cualquier azúcar dietética en un humeante te con su mano derecha, mientras que la izquierda tamborilea sobre el teclado de su laptop. Cavila mister M, trata de penetrar los oscuros dominios castristas: a mister M le encanta el role de prestidigitateur. El futuro de Cuba tras la muerte de Castro, ese es su fuerte y, por supuesto, hablar mal de más de medio mundo (con alguna condescendencia para los europeos occidentales) y bien de los eficaces, creativos, austeros, eficientes, generosos, comedidos, racionales, cívicos, tolerantes y democráticos americanos. [Y aquí vale una incidental: cuando mister M escribe “los americanos” no se refiere a los americanos desplazados del poder y de la riqueza como consecuencia de las fuerzas y tendencias del mercado globalizado; ni a los millones que no tienen seguro médico o a los millones que, aún teniendo, pagan unas altísimas cuotas en los servicios médicos y medicinas; ni a los que agonizan en las factorías mientras él sofoca el calor de Miami en sus refrigeradas oficinas; ni a los millones que han sido y son víctimas “colaterales” de la guerra contra las drogas que el país más poderoso del mundo no ha podido ganar; por cierto, una guerra asimétrica como la que desataron contra el terrorismo iniciándose este siglo (¡qué curioso!, no han podido vencer ni al terror ni a las drogas, por el contrario esas “guerras” han tenido efectos multiplicadores de ambos males). No, mister M, cuando escribe “los americanos” se refiere a los 2,220,000[1] de millonarios norteamericanos y más afectuosamente al gobierno de este país y sus agencias.]

Los dominicales de mister M son eso, artículos conjeturales sobre lo que pasará en Cuba una vez Fidel Castro pase a retiro definitivo, artículos en los que los latinoamericanos pagan una vez más la cuota de ser bárbaros que no quieren imitar a sus ilustres vecinos para educarse, artículos en los que narra, febrilmente, lo tortuosa que ha sido la revolución castrista. Todos los artículos de mister M exudan ese su inconsolable complejo de culpa por ser quien es y transparentan lo arrepentido que está por ello. Pero cual evangelio de exiliado, uno debe proclamarlo todos los domingos, dejarse arropar con su mortaja ideológica, después de todo el tipo es presentable, es moderno, de maneras suaves y un Midas: todo lo que toca lo convierte en dólares, hasta a las personas.
[1] Sources: Merrill Lynch / Gemini Consulting, World Wealth Report 2000, Figure 3, and Merrill Lynch / Cap Gemini Ernst & Young, World Wealth Report 2001